“Dime cuál es la primera cosa de qué te acuerdas.”
“¿Qué quieres decir – contesta el otro –, la primera que me viene a la cabeza (esprit)?”
“No, el primer recuerdo que hayas tenido.”
Larga reflexión…
“Debo haberlo olvidado.”
“Justamente [te pregunto por] el primer que no hayas olvidado.”
Larga reflexión…
“He olvidado la pregunta.”

 

[Rosencrantz et Guildenstern sont morts, Paris, Seuil, 1968, p.15]

Estas pocas réplicas que he elegido (extraites) para ustedes – ustedes tendrán mis fuentes –
de una pequeña obra (pièce) muy hábil y hasta penetrante que me había atraído por su título, que contiene dos personajes que para mí hacen bastante sentido (pour moi assez pleins de sens), Rosencrantz y Guildenstern – uno y otro, nos dice este título… están muertos.

[Staferla: Tom Stoppard : Rosencrantz et Guildenstern are dead, London, Faber & Faber, 1967. Rosencrantz et Guildenstern sont morts, Paris, Seuil, 1968. Lacan évoque ces deux personnages in Écrits, « L’instance de la lettre dans l’inconscient » , p. 506 note 1.]

¡Quisiera el cielo que así fuera! No lo es: Rosencrantz y Guildenstern estarán siempre ahí pero esas réplicas, me parece, están hechas para evocar la separación (l’écart), la distancia que hay entre tres niveles de mathesis, diría yo, de aprensión sabiente (appréhension savante).

La primera, de la que la teoría de la reminiscencia, lo que les he representificado el último día por la evocación del Menón, da el ejemplo, yo la centraría en un “leo” en una prueba (à une épreuve) reveladora.

La segunda, distinta, que es presentificada en el tono – es el palabra (le mot propre) – del progreso de nuestra ciencia, es un “escribo” (j’écris · j’écrie · j’ai cris: grito, tengo gritos). Escribo, incluso cuando es para seguir la huella de un escrito ya marcado.

El desgarro (dégagement: separación, desvinculación*) de la incidencia significante como tal significa nuestro progreso hacia (dans) esa aprensión de lo que es saber, lo que he querido recordarles por, no esra anécdota, sino esas réplicas muy bien forjadas y que de alguna manera designan ellas mismas su lugar, al ir a situarse en un nuevo manejo (maniement) de esas marionetas esenciales a la tragedia que es verdaderamente la nuestra propia, la de Hamlet, aquella a partir de (sur) la que me dediqué largo y tendido (longuement livré) a señalar el lugar como tal del deseo, designando así (par là) esto que pudo parecer muy extraño hasta ese momento, que muy exactamente cada quién (chacun) haya podido leer en eso (y) el suyo.**

[* des gages · anillos de compromiso u otro objeto con la antigua función del symbolon] [** Staferla: Cf. Seminario 1958-59 : « El deseo y su interpretación », sesiones sobre Hamlet del 4 de marzo al 29 de abril y del 27 de mayo del 1959. ]

Esas tres réplicas designan pues ese modo propio de la aprensión sabiente (appréhension sachante; cf. antes: savante) que es el del análisis y que comienza con el (au) “pierdo, pierdo el hilo” (“je perds, je perds le fil”).

Ahí empieza lo que nos interesa, a saber: quien se sorprenda con esto o pusiera ahora cara de espanto (ferait à cette occasion de grands yeux) mostraría que se olvida de lo que fue la entrada en el mundo, los primeros pasos del análisis, el campo del lapsus, del tropiezo (achoppement), del acto fallido (manqué).

Yo les he recordado la presencia de ello (je vous en ai rappelé la présence) desde las primeras palabras de este año. Ustedes verán que tendremos que volver a ello y que este punto de situación (repéré) es esencial para mantener siempre en el centro de nuestra intención (visée), si queremos no perdernos, nosotros, la cuerda cuando se trata – en la forma más esencial – de lo que llamo este año el acto psicoanalítico.

Pero igualmente me han visto ustedes, casi en cada réplica (reprise) y desde un principio (d’abord) dar muestras (témoigner) de alguna incomodidad ocasionada, me disculparán, por nadie más que vuestra airosa asistencia (témoigner de quelque embarras dont, je m’excuse, l’occasion n’était personne d’autre que votre assistance gracieuse.)

¿Qué quiere decir lo que aquí produzco desde hace ahora cuatro años (depuis maintenant quatre ans passés)?

Vale ciertamente [la pena] hacer la pregunta, ¿es eso el acto psicoanalítico? Esta enseñanza se produce ante ustedes, es decir pública (à savoir public: de conocimiento público), como tal no podría ser el acto psicoanalítico. ¿Qué quiere decir pues que yo abordo su temática? ¿Quiere decir que pienso aquí someterlo a una instancia crítica? Es una posición que después de todo sería asumible y que de hecho (d’ailleurs) fue asumida unas cuantas veces, incluso si, propiamente hablando, no fue el término acto el que se utilizó (on s’est servi).

Es harto sorprendente (frappant) que el intento, cada vez que ha sido hecho por alguien desde fuera (de l’extérieur), no daba más que unos resultados bastante modestos (pauvres).

Ahora bien, yo soy psicoanalista y en el acto psicoanalítico yo mismo soy tomado (je suis moi-même pris). ¿Puede haber en mí otro designio (dessein) que el de comprender (saisir: tomar, capturar) el acto psicoanalítico desde fuera (du dehors)? Sí, y vamos a ver (voici) cómo ese designio se instituye.

Una enseñanza no es un acto, no lo ha sido jamás. Una enseñanza es una tesis, como muy bien se ha formulado siempre cuando (au temps où) la gente (on) sabía lo que era eso. Una enseñanza en la universidad, en el tiempo añorado (beau temps) en que esa palabra tenía un sentido, quería decir tesis.

Tesis supone antítesis, por (à) la antítesis puede empezar el acto. ¿Quiere eso decir que yo atiendo a (j’attends: espero) psicoanalistas? La cosa no es tan sencilla.

En el interior del acto psicoanalítico mis tesis implican a veces consecuencias. Es sorprendente que esas consecuencias encuentran ahí – en el interior, quiero decir (je dis) – objeciones que no pertenecen ni a la tesis ni a ninguna otra antítesis formulable, que los usos y las costumbres reinantes entre quienes hacen profesión del acto psicoanalítico.

Es singular, pues, que un discurso que no es de momento (jusqu’ici) – en el interior de quienes se encuentran (ceux qui sont) en el acto psicoanalítico – fácil de contradecir, encuentra en ciertos casos [algún] obstáculo que no es de contradicción.

La hipótesis que guía en mí la persecución (poursuite: seguimiento, continuidad) de este discurso es ésta: no ciertamente que haya indicación de criticar el acto psicoanalítico – y voy a decir por qué – sino al contrario de demostrar – en la instancia de ese acto, quiero decir – que lo que ella [l’acte?] malconoce (méconnaît), es que de no salir de ahí uno llegaría (irait) mucho más lejos. Hace falta pues crear que hay algo en ese acto de bastante insoportable, insostenible (intenable) para quién se compromete en ello (s’y engage), para quién duda acercarse – hay que decirlo – a sus límites, pues igualmente lo que voy a introducir es esa particularidad de su estructura, al fin y al cabo (après tout) suficientemente conocida para que cada cual se la pueda hacer suya (pour qu’elle soit à chacun saisissable), pero que no se formula jamás.

Si partimos de la referencia que he dado hace un momento, a saber que la primera forma del acto que el analista haya inaugurado para nosotros es ese acto sintomático del que se puede decir que no es jamás tan bien logrado como cuando resulta ser (est) un acto fallido, cuando el acto fallido es supuesto y controlado se revela aquello de qué se trata – marquémoslo (épinglons) con esta palabra en la que ya he insistido bastante en que se recupere (qu’il en sort ravivé): la verdad.

Observen que es de esta base que nosotros partimos, nosotros analistas, para avanzar. No habría de hecho (même) sin eso ningún análisis posible por el hecho de que incluso todo acto (en ceci que tout acte même) que no lleve [en sí] este pequeño indicio (indice) de fracaso (ratage), dicho de otra manera, que se atribuya él mismo (se donne à lui-même) un punto a favor (un bon point · embonpoint: pellejo, gordura) en cuanto a la intención, no deja en menor medida de caer (n’en tombe pas moins) exactamente bajo el mismo resorte, a saber que puede ser planteada la cuestión de una verdad otra (une autre vérité) [respecto] de la de esta intención.

De lo que resulta que se trata propiamente ahí de dibujar una topología que puede expresarse así, hasta solamente dibujar la vía de su salida, uno entra ahí, incluso sin pensar en eso y, después de todo, la mejor manera de entrar ahí de una forma certera (certaine: cierta) es salir verdaderamente de ahí (en sortir pour de bon). El acto psicoanalítico designa una forma, un sobre (une enveloppe), una estructura tal que de alguna manera suspende todo lo que se ha[ya] instituido hasta entonces, formulado, producido, como estatuto del acto, en su propia ley.

Es también lo que, del punto en que se sujeta aquél que, a un título cualquiera, se compromete en (dans) ese acto en una psoición en la que es difícil deslizar el sesgo del rincón que sea (glisser le biais d’aucun coin), lo que desde luego sugiere que algún modo de discernimiento debe ser introducido.

Es fácil catalogar (épingler) las cosas, retomando el principio (à reprendre au début), que si no hay nada tan logrado como el fracaso (ratage) en cuanto al acto, eso no quiere decir tampoco (pour autant) que una reciprocidad se establezca y que todo fracaso (ratage) – en sí – sea el signo de algún logro: quiero decir logro de acto.

No todos los tropezones (trébuchements) son tropezones interpretables, es muy evidente, lo que se impone al inicio de una simple observación que es además igualmente la única objeción que se haya jamás producido al uso (dans l’usage).

Basta comenzar, junto a alguien con sentido común (de bon sens), como se dice, a introducir – si es nuevo, si no ha sido inmunizado todavía, si ha guardado algún frescor – la dimensión de las cogitaciones analíticas, para que la gente les conteste: “Pero ¿qué me viene usted a contar tanta cosa sobre esas tonterías (bêtises) que [ya] conociemos bien y que sencillamente son vacías de cualquier apoyo comprensible (appui saisissable), que no son sino lo negativo?”

Ciertamente (il est sûr) a este nivel el discernimiento no tiene regla cierta (sûre) y es así como se constata que, de quedarse (se tenir) efectivamente al nivel de estos fenómenos ejemplares, el debate permanece en suspensión.

No es inconcebible que donde el acto psicoanalítico toma su peso, es decir, donde, por la primera vez en el mundo, hay sujetos cuyo acto es ser psicoanalista (il y a des sujets dont c’est l’acte d’être psychanalyste), es decir que sobre eso organizan, agrupan, persiguen una experiencia, asumen (prennent) sus responsabilidades en algo que es de otro registro que el del acto, concretamente un hacer (à savoir un faire), pero ojo (attention): ese hacer no es el suyo…

La función del psicoanálisis se caracteriza claramente por instituir (en ceci qu’instituant) un hacer por el que el psicoanalizante obtiene un cierto fin que nadie aún ha podido fijar claramente. Uno puede decirlo, si uno se fía en la oscilación verdaderamente desordenada de la aguja (aiguille) que se produce a partir del momento en que se interroga los autores.

No es el momento de darles un abanico (éventail) de esa oscilación, pero ustedes pueden hacerme caso (m’en croire) y pueden también cotejar (contrôler) en la literatura.

La ley, la regla, como se dice, que cierne la operación llamada psicoanálisis, estructura y define un hacer. El paciente, [tal] como la gente se expresa todavía, el psicoanalizante [tal] como recientemente introduje la palabra, que rapidamente se difundió, lo que prueba que no es tan inoportuno y que además es evidente que decir el psicoanalizado es dejar sobre el acabado (achèvement) de la cosa todas las equivocaciones: mientras uno está en psicoanálisis (qu’on est en psychanalyse), la palabra psicoanalizado no tiene sentido sino para indicar una pasividad que no es en absoluto evidente, es más bien lo contrario pues, después de todo, el que habla todo el rato es el psicoanalizante, es ya un indicador (indice), ese psicoanalizante, cuyo análisis es llevado a un término relativamente al cual – acabo de decirlo – rigurosamente nadie (personne strictement) ha definido todavía el alcance de fin (fin) en todas las acepciones de esta palabra, pero donde sin embargo se supone que eso puede ser un hacer logrado, marcarlo con una palabra como ser (être), ¿por qué no?

Permanece para nosotros bastante pálido (blanc) este término, y bastante lleno empero para que pueda aquí servirnos de ubicación. ¿Qué sería el fin de una operación que, sin duda tiene que ver – al menos al inicio – con la verdad, si la palabra ser no fuera evocable en su horizonte?

¿Lo es para el analista? A saber el que es supuesto – recordémoslo – haber franqueado (franchi) dicho (un tel) recorrido desde (sur) los principios que él supone y que son aportados por el acto del psicoanalista.

Inútil interrogarse si es legítimo o no interpretar ese hacer como confirmando el hecho de la transferencia: interpretación y transferencia se hallan (sont) implicados en el acto por el que el analista da a ese hacer soporte y autorización, está hecho para eso.

De todos modos, [eso] es dar algún peso a la presencia del acto, incluso si el analista no hace nada. Así pues esa bipartición del hacer y del acto es esencial para el estatuto del acto mismo.

El acto psicoanalítico ¿donde es reconocible (saisissable) hasta el punto de (qu’il) manifiestarse un cierto tropiezo?

No olvidemos que el psicoanalista es supuesto [haber] llegado a ese punto en el que – por reducido que sea – se produjo para él esa terminación que conlleva la evocación de la verdad.

De ese punto de vista, él es supuesto [ser] el Arquímedes capaz de hacer girar todo lo que se desarrolla en esa estructura primeramente evocada, cuyo discernimiento (cernage) de un “estoy perdiendo” (“je perds”), por el que he empezado, da la clave.

¿No puede ser interesante ver reproducirse ese efecto de pérdida más allá de la operación que el acto analítico centra?

Pienso que de hacer la pregunta (poser la question) en estos términos, les parecerá de seguida (aussitôt) que no es dudoso que es en las insuficiencias de la producción, diría yo, analítca que debe leerse algo que responde a esta dimensión de tropiezo más allá de un acto supuesto poner fin (faire fin: hacer fino, afinar), relativamente al cual hay que suponer ese punto magistral si queremos poder hablar de lo que sea que le concierna (qoui que ce soit le concernant).

E igualmente no hay nada de abusivo en evocarlo cuando los analistas por ellos mismos (analystes d’eux-mêmes) – y que pueden caer aún más (le plus) bajo el golpe de esta designación de tropiezo – allá donde propongo ir a buscar (qu’on aille chercher) la incidencia que pueda completar, incluso instaurar el apoyo (appui) de nuestra crítica – no hay nada de abusivo en hablar de ese punto de giro (point tournant) del pasaje del psicoanalizante al psicoanalista porque por los psicoanalistas mismos, esto mismo que acabo de evocar, la referencia a ello es constante y dada como condición de toda competencia analítica.

Podría ser un trabajo infinito poner a prueba esa literatura analítica, de la que ya señalé en el horizonte algunos ejemplos. Cité en mi primer curso de este año el artículo de Rappaport que podría más o menos (à peu près) llamarse en francés… salió en el International Journal… “Statut analytique du penser” (cast.: Estatuto analítico del pensar), thinking es un participio presente en inglés.

Sería, en una asamblea tan grande (large), tan fastidioso (fastidieux) como ineficaz – pienso – tomar semejante artículo para ver manifestarse ahí una extrema buena intención, si puedo decirlo, una especie de allanamiento (mise à plat) de todo lo que puede, del enunciado freudiano mismo, organizarse en una enunciación concerniendo a lo que es la función del pensamiento en la economía llamada analítica.

[Staferla: David Rappaport : On the psychoanalytic Theorie of Thinking , op. cit. ]

Lo sorprendente sería que los desgarros (déchirures) que se marcan a todo instante, la imposibilidad de no despedir (faire partir) ese montaje del thinking – o desmontaje, como se quiera – del proceso primario mismo y al nivel de lo que Freud designa como la alucinación primitiva – la que está ligada a la primera búsqueda (recherche) patética, aquella supuesta por la existencia simplemente de un sistema motor que, al no encontrar (dès lors qu’il ne rencontre pas) el objeto de su satisfacción, sería – está en el principio de la explicación del proceso primario – responsable de ese proceso regresivo que hace aparecer la imagen fantasmática de eso que es buscado – la completa incompatibilidad de ese registro – que hay sin embargo que poner en la pizarra (tableau) del pensamiento – con lo que está al nivel del proceso secundario instaurado por un (d’une) pensamiento – que es una especie de acción reducida, la acción de poca monta (au petit pied) que fuerza a pasar a un registro totalmente distinto (autre) de aquél que ha sido evocado al comienzo, a saber: la introducción de la dimensión de la prueba de la realidad – no deja ciertamente de ser notada de paso por el autor que, persiguiendo imperturbablemente su camino, llegará a darse cuenta (s’apercevoir) que no solamente no hay dos modos y dos registros de pensamiento, sino que hay una infinidad – que hay aproximadamente que escalonar (qui sont à peu près à échelonner) en lo que antes los psicólogos señalaron (noté) [respecto] de los “niveles de la consciencia” (étagements de la conscience) – y por consiguiente de completamente reducir el relieve de que ha sido soportado por Freud en lo que llamamos “la psicología general”, es decir, su abolición.

No es más que un ejemplo ligero y ustedes pueden por su cuenta confirmarlo (à votre gré aller le confirmer).

Si otros veían interés en que se mantenga (à ce que se tienne) un seminario, donde algo como esto sería seguido en sus detalles, ¿por qué no?

Lo importante, me parece, es que sea completamente eludido en esta perspectiva de reducción, con fracaso consecuente, lo que es sorprendente, sobresaliente (saillant: convexo, exorbitante), enorme, implicado en la dimensión del proceso primario, esto que puede expresarse más o menos así:

  • no “en el comienzo hay la insatisfacción”, lo cual no es nada: no es que el individuo vivo corra detrás de su satisfacción que es importante,
  • es que haya un estatuto del goce que sea la insatisfacción.

De eludirlo como originario, como implicado en la teoría de aquél que la introdujo, a esa teoría, poco importa que la haya o no expresada de esa manera (comme ça), sino si él la hizo así, es decir si formuló el principio del placer como jamás se lo había formulado antes de él, pues el placer servía desde siempre para definir el “Bien”, él era en él mismo satisfacción, porque naturalmente (à ceci près que naturellement) nadie podía creérselo (y croire), porque todo el mundo supo desde siempre que estar en el Bien no siempre es satisfactorio – si Freud introduce esto otro, se trata de ver cuál es la coherencia de esta punta con aquella que al comienzo se indica en la dimensión de la verdad.

Abrí por casualidad una revista… un semanario, o un trianuario (trisannuel), donde vi firmas distinguidas, una del lado del horizonte donde la batalla divina defiende siempre su mayor bien (bat toujours son plein) – por el Bien, precisamente… vi un artículo que empezaba por una especie de encantamiento (incantation) sobre lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real, al cual la persona que indico señalaba (afférait) la iluminación que había aportado al mundo entero esa tripartición – ven ustedes de qué soy responsable – y concluía con valentía (et de conclure tout vaillamment): “A nosotros, eso dice lo que eso dice: lo real es Dios.”

Y ahí está cómo se puede decir que soy un apoyo (appoint) para la fe teológica.

Eso me incitó sin embargo a algo que intenté, para quienes están aquí, numerosos (nombreux) quizás, ver que todo eso se mezcla, que lo que se puede de todos modos indicar si uno toma esos términos de otra manera que en lo absoluto, es esto:

  • lo simbólico, vamos a ponerlo, si quieren, así: arriba,
  • lo imaginario vamos a ponerlo por ahí,
  • y lo real a derecha.

Es completamente idiota esto (comme ça). No habría nada qué hacer y sobre todo no un triángulo rectángulo… Sí! Quizás, en fin, para permitirnos un poco plantear las cuestiones.

¡Ustedes no se van a dar un paseo con lo que voy a poner alrededor, despues de esto, en un trocito de papel, buscando todo el rato (temps) en qué cuadrado vamos a estar!

Pero en fin, pese a todo (quand même), si nos acordamos de lo que enseño respecto del sujeto como determinado por el significante, siempre por dos significantes, o más exactamente: por un significante como el representante para un otro significante, ¿por qué no poner ese S ahí como una proyección sobre el otro lado? Eso nos permitirá quizás preguntarnos qué pasa con (ce qu’il en est) las proporciones (rapports) entre el imaginario y lo real.

Por otro lado, ese famoso gran uno (grand 1) del rasgo unario, aquél del que parte para ver cómo efectivamente en el desarrollo ese mecanismo de la incidencia del significante, en el desarrollo se produce, a saber la primera identificación, lo pondremos también como una proyección hacia (sur) el otro lado.

[texto a la derecha: “trait unaire” (rasgo unario)]

Y la tercera función me será dada por (a) que es una cosa así como (bel et bien comme) una caída de lo real (chute du réel) sobre el vector que va (tendu) de lo simbólico a lo imaginario.

a saber, cómo el significante puede muy bien toma su material – ¿quién vería hay un obstáculo? – en funciones imaginarias, es decir en la cosa más frágil, la más difícil de capturar (saisir) en lo que al hombre se refiere (quant à ce qui est de l’homme), no evidentemente (bien entendu) que no haya en él esas imágenes primitivas destinadas a darnos una guía en la naturaleza, pero justamente como el significante se apoya en ello (s’en empare), es siempre muy difícil de situar en su lado cru (côté cru).

Entonces ustedes ven que la cuestión puede plantearse [acerca] de lo que representan esos vectores que unen (unissant) cada uno de los puntos ubicados (repérés). Lo que va a tener un interés. Es por eso que les preparo para ese pequeño juego… es que efectivamente (tout de même), desde que hablamos del acto analítico, no hemos podido hacer otra cosa (autrement) que reevocar las dimensiones en las que se desplegaron (déployés) nuestras señalizaciones respecto de la función del síntoma, por ejemplo:

  • cuando lo pusimos como fracaso de lo que es sabible (sachable), el saber,
  • lo que desde siempre representa alguna verdad,
  • y pondríamos aquí lo que constituye el tercer polo (le pôle tiers: la tercera punta o vértice), el goce.

    Esto introduce de todos modos – visto [des]de un cierto apego (attache) fundamental del espíritu humano al imaginario – algo que puede ayudarles a la manera de puntos cardinales.

    En un sentido, quizás, ellos podrán servirles de soporte para el círculo, cada vez que yo evoque un de esos polos, [así] como hoy planteo la cuestión de lo que pasa con el acto del analista en relación (par rapport) a la verdad.

    Al comienzo, la cuestión puede y debe plantearse: ¿acaso el acto psicoanalítico se hace cargo de (prend en charge) la verdad?

    Eso parece, pero ¿quién osaría hacerse cargo de la verdad sin atraer a sí (s’attirer · satyre) el ridículo? En ciertos casos, me tomo por Poncio Pilatos. Hay una bonita imagen de [Paul] Claudel*: Poncio Pilatos que no tuvo sino la infelicidad (tort) de plantear esta cuestión. Él caía mal, fue el único que la planteó, ante la verdad, eso le metió un poco al margen (ça l’a foutu un peu à côté).

    *Paul Claudel, « Le point de vue de Ponce Pilate », Figures et paraboles – Œuvres en prose, Paris, Gallimard, coll. La Pléiade, 1965, p. 919.

    De lo que resulta que – ahí estoy en el registro de Claudel, fue Claudel quién inventó eso – cuando él se paseaba por la suite (suite), todos los ídolos – es aún (toujours) Claudel quién habla – veían su vientre abrirse en una voltereta (dégringolade: caída, decadencia), pero con un gran ruido de máquina tragaperras (machine à sous).

    No planteo la cuestión en ese contexto, ni con tal vigor que obtenga ese resultado, pero en fin algunas veces pasa (ça approche). El psicoanalista no se hace cargo de la verdad. No se hace cargo de la verdad precisamente porque ninguno de esos polos es juzgable más que en función de lo que representa [respecto] de nuestros tres puntos (sommets) de partida:

    Concretamente, que la verdad es, en lugar del otrA, la inscripción del significante.

    Es decir que la verdad no está ahí así como así (ce n’est pas là comme ça la vérité), no más que el goce, de hecho (d’ailleurs), que tiene ciertamente relación (rapport) con lo real pero cuyo principio de placer justamente es lo que está hecho para separarnos de ello.

    En cuanto al saber, es una función imaginaria, una idealización, incontestablemente.

    es lo que vuelve delicada la posición del analista, quién, en realidad, se mantiene allá en medio (au milieu), donde hay el vacío, el agujero, el lugar del deseo (Staferla: en gris).

    solamente, eso conlleva un cierto número de puntos tabúes, de algún modo (sorte) de disciplina, es decir (savoir) que, pues sin duda hay que contestar a alguna cosa – quiero decir quienes vienen consultar el analista para encontrar más certeza – pues bien, dios mío, se da el caso (il arrive) de que hagamos una teoría de las condiciones de la certeza creciente que debe llegar a alguien que se desarrolla normalmente.

    Es un mito muy bello. Hay un artñiculo de Erik Erikson* sobre “el sueño de la inyección de Irma” que no es capaz (fichu) de otra manera. Él nos enumera por etapas cómo debe edificarse la certeza del hombrecito (petit bonhomme) que tuvo al comienzo una mummy conveniente, aquella, por supuesto, que aprendió bien su lección en los libros de los psicoanalistas.

    * Erik Erikson : A way of looking at things, Selected papers from 1930 to 1980, « The Dream Specimen of Psychoanalysis », NewYork, London, Norton Éd., 1987, pp. 237-279.

    El escalonamiento va, efectivamente en la cumbre, a darnos – ya lo evoqué otras veces, lo siento, es una muletilla (un bateau) – un G.I. [¿índice de glicemia?] perfectamente acertado (assuré). Es construible, todo es construible en términos de psicología.

    Se trata de saber en qué el acto psicoanalítico es compatible con esos desechos (avec de tels déchets)… hay que creer que hay algo que hacer con el desecho – y la palabra desecho (déchet) no hay que tomarla aquí como si viniera al azar.

    Quizás marcando como conviene algunas producciones teóricas uno podría acto seguido (tout de suite) señalar en esta carta:

    puesto que carta hay, tan socrática, por dios, que ya no es más que aquella que yo evocaba el otro día a propósito del Menón, eso ya no tiene alcance: alcance de ejercicio.

    Pero al ver el aspecto (rapport) que puede tener una producción, que en ningún caso tiene función respecto de (par rapport à) la práctica, que incluso los analistas más efervescentes, en estas construcciones en general optimistas, no respetan menos – ningún psicoanalista, si puedo decirlo, no llegar – salvo exceso o excepción – a creérselo (y croire) cuando él interviene. La relación (relation) de esas producciones con el punto natural, en este caso (ici) del desecho, concretamente el objeto (a) [Staferla: schéma], puede quizás servirnos para hacer progresar en cuanto a lo que son las relaciones de producción analítica con uno u otro término, por ejemplo la idealización de su posición social que nos pondríamos en algún lugar [Staferla: schéma] del lado del 1.

    En resumen, la inauguración de un método de discernimiento en cuanto a lo que son las producciones del acto psicoanalítico, de la parte de pérdida – necesaria quizás – que conlleva, esto puede tener las condiciones (être de nature) no solamente para iluminar con viva luz (éclairer d’une vive lumière) lo que es el acto psicoanalítico, del estatuto que supone y que soporta en su ambigüedad, sino para desplegar – ¿y para qué deternse en un punto cualquiera? La extensión de esta ambigüedad hasta – si puedo decirlo – que hayamos vuelto a nuestro punto de partida.

    Si es cierto que no hay manera de salir de ahí, valdría la pena hacer el recorrido (autant vaudrait en faire le tour). Es precisamente aquello a que debemos este año intentar dar una primera imagen de prueba (image d’épreuve: prueba fotográfica, por ejemplo). Y para esto, por ejemplo, no voy a tomar, por supuesto, los ejemplos más malos (plus mauvais). Hay desecho y desecho, si puedo decirlo: hay desechos ininterpretables. Tengan en cuenta aún esta designación de lo ininterpretable no está, aquí, tomada en su sentido propio.

    Tomemos a un autor excelente que se llama Winnicott, este autor a quién debemos un descubrimiento de los más agudos (fines). Él me recuerda, y no dejaré de volver ahí en homenaje a (dans) mi recuerdo, que el objeto transicional, como él lo denominó, pudo socorrerme (a pu m’apporter de secours) cuando yo me interrogaba sobre la forma de desmistificar esa función del objeto llamado parcial, tal como la vemos ser sostenida (soutenir) para dar soporte a la teoría más abstrusa, la más mitificante, la menos clínica, sobre las pretendidas “relaciones de desarrollo” (“relations développementales”) de lo pregenital relativamente a lo genital (par rapport au génital).

    La única introducción de este pequeño objeto que se llama en Winnicott el objeto transicional, este pedacito de trapo (ce tout petit bout de chiffon) del que se sirve el bebé desde antes de este drama en torno al que se han acumulado tantas nubes confusas, desde antes de ese drama del destete (sevrage) – que cuando lo observamos no es en absoluto forzosamente un drama, como me señalaba (faisait remarquer) alguien que no deja de ser penetrante (qui n’est pas sans pénétration): quizás el destete, la persona que lo siente (ressent) más, es la madre – de no ser [ya] la (que ce ne soit) la presencia, la única presencia en este caso que parece ser de alguna manera el apoyo (appui), el arco fundamental gracias al que ya nada (tout ne) se desarrollará sino en términos de proporción dual (rapport duel), del aunoablante en proporción a la madre (de rapport de l’enfant à la mère).

    Esto es interferido enseguida por esa función de ese menudo objeto (menu objet) cuyo estatuto Winnicott va a articular para nosotros. Retomaré el año que viene esos rasgos, cuya descripción se puede decir que es ejemplar. Basta leer a Winnicott para, de alguna manera, traducirlo.

    Está claro que ese pedacito de trapa (petit bout de chiffon), ese trozo de tela (ce bout de drap), ese trozo manchado con que el niño juega (ce morceau souillé à quoi l’enfant se cramponne), no cuesta aquí ver su relación con ese primer objeto de goce, que no es en absoluto el pecho de la madre que jamás está ahí a disposición (jamais là à demeure) sino aquél [que tiene] siempre al alcance: el pulgar de la mano del aunoablante.

    ¿Cómo pueden los analistas en este punto apartar (écarter) de su experiencia lo que se les aporta en primer lugar [respecto] de la función de la mano? Es en el punto en que, para ellos, lo humano debería escribirse (s’écrire · c’est que rire) con un guión (trait d’union au milieu: rasgo de unión en/al medio; guión en medio: hu-main, hu-mano).

    Pero esta lectura que les aconsejo, que es fácil, está en el número cinco de esa revista que pasó por (a passé: se confundió [con la]) mía, que se llamaba La psychanalyse, hay una traducción de ese objeto transicional de Winnicott.*

    [*Starferla: D.W. Winnicott, “Objets transitionnels et phénomènes transitionnels”, La Psychanalyse, vol.V, Paris, PUF, 1959, p.21. Traduction de « Transitional objects and transitional phenomena », 15 juin 1951, in Int. Journal of Psycho-Analysis, vol. XXXIV, 1953. Cet article a été écrit d’après un exposé, fait par son président, à la Société britannique de Psychanalyse, le 30 mai 1951. Ré-édité en français dans : De la pédiatrie à la psychanalyse, op. cit., p. 109.]

    Lean esto – no hay lectura más cansina (rien de plus fatigant qu’une lecture) y menos propicia a retener la atención – pero ¿si alguien [para] el próximo día quisiera (veut bien) hacerla)? ¿Quién no se dará cuenta (entendra) de todo el esfuerzo que hace (mal que se donne) Winnicott para decir qué es ese objeto(a)?

    Él no está en el exterior ni en el interior, no [es] real ni ilusorio, ni esto ni aquello. No entra en nada de toda esta construcción artificiosa que lo común del análisis edifica en torno al narcisismo, viendo ahí una cosa totalmente distinta que aquello para qué está hecho, a saber, no para hacer dos vertientes (versants) morales: por un lado el amor de sí mismo (soi-même), y por el otro el del objeto como decimos (l’objet comme on dit · l’objet commun dit: el objeto común dicho).

    Es muy evidente – ya lo he dicho aquí – leyendo (à lire) lo que Freud escribió sobre el (du) Real-Ich y del Lust-Ich, está hecho para demostrarnos que el prime objeto es el Lust-Ich, a saber yo mismo (moi-même), la regla de mi placer, y que eso le queda (et que ça le reste · et que Ça le reste: y que Ello le resta).

    Entonces toda esa descripción, tan preciosa como fina debo decir, del objeto(a), no le falta sino una [sola] cosa, es que uno vea que todo lo que se dice de ella no quiere decir sino el brote (bourgeon), la punta, el primer despuntar de la tierra (sortie de terre) – ¿de qué? – de eso que el objeto(a) comanda (commande: rige, dirige), a saber lisa y llanamente (tout bonnement) el sujeto.

    El sujeto como tal funciona en primer lugar al nivel de ese objeto transicional. Por supuesto eso no sirve de prueba (ce n’est certes pas là épreuve faite) para disminuir lo que puede hacerse [en términos] de producción en torno al acto analítico.

    Pero ustedes van a ver qué sucede (ce qu’il en est) cuando Winnicott lleva (pousse) las cosas más lejos, concretamente cuando él es no observador del bebé (petit bébé), cosa de la que es más capaz que [cualquier] otro (comme il en est plus qu’un autre capable), sino situando su propia técnica relativamente a aquello que busca, él mismo, a saber, de una forma patente – y yo se lo indiqué el último día al margen (orée) de mi conferencia – la verdad.

    Porque ese self del que habla es algo que está ahí desde siempre, detrás de todo lo que sucede, antes mismo que el sujeto haya tenido lugar de la forma que sea (avant même que d’aucune façon le sujet se soit repéré).

    “Algo es capaz de congelar (geler) – escribe – la situación de falta.”

    Cuando el entorno no es apropiado en los primeros días, los primeros meses del bebé, puede funcionar algo que hace ese freezing, esa congelación.*

    *[Staferla:] Es de hecho en otro artículo de Winnicott que se encuentra explicitamente esta noción de freezing : « Les aspects métapsychologiques et cliniques de la régression au sein de la situation analytique”, in op. cit. De la pédiatrie à la psychanalyse, p. 131. Traducido de : “Metapsychological and Clinical Aspects of Regression within the Psycho-Analytical Set-Up”, ponencia presentada en la Sociedad británica de Psicoanálisis, el 17 de marzo 1954, y editado en International Journal of Psycho-Analysis, vol. 36, 1955. p. 135, : gelant la situation de carence.]

    Sin duda, hay ahí algo respecto de qué solamente la experiencia puede hacer juicio (trancher: cortar, dilucidar) y aún así hay en la mirada de sus consecuencias psicóticas algo que Winnicott vio bastante bien: pero detrás de ese freezing hay, nos dice Winnicott, ese self que espera, ese self que al haberse congelado constituye el falself (faux-self) al cual hace falta que Winnicott devuelva (ramène), por un proceso de regresión del que será objeto mi discurso del próximo día mostrarles la proporción respecto (rapport à) del actuar (agir) del analista.

    Detrás de ese falself, ¿qué espera? Lo verdadero, para empezar de nuevo (repartir).

    ¿Quién no ve – cuando ya tenemos en la teoría analítica ese Real-Ich, ese Lust-Ich, ese ego, ese id, todas esas referencias ya suficientemente articuladas para defiir nuestro campo – que la adjunción de ese self no representa nada más que – como además es confesado en el texto con “falso” y “verdadero” – la verdad?

    ¿Y quién no ve también que no hay otro true-self detrás de esa situación que no sea el propio Winnicott que, ahí, se posiciona (pose) como presencia de la verdad?

    Eso no es decir nada que conlleve en lo que sea un menosprecio de aquello a qué esa posición lleva. Como ustedes verán el próximo día – extraído de su propio texto – es a una posición que declara (s’avoue) deber – en cuanto tal, y de forma declarada (avouée) – salir del acto analítico, asumir la posición de hacer, por la que asume – como se expresa otro analista – responder a todas las necesidades (besoins) del paciente. No estamos aquí para entrar en el detalle de a qué esto lleva. Estamos aquí para indicar cómo el menor desconocimiento – ¿y cómo no existiría éste puesto que todavía no está definido en qué consiste (ce qu’il en est) el acto analítico? – arrastra tan pronto (entraîne aussitôt) quién lo asume – y tanto más cuanto más seguro está y más capaz sea (est) – cito este autor porque considero que no hay quienes lo aborden en lengua inglesa – que prontamente es llevado (aussitôt il soit porté), negro sobre blanco (noir sur blanc: por escrito), a la negación de la posición analítica.

    Esto de por sí, solamente, me parece confirmar, dar inicio (amorce: cebo) – sino soporte, aún – a lo que introduzco como método de una crítica por las expresiones teóricas de aquello en qué consiste (de ce qu’il en est) el estauto del acto psicoanalítico.

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