Al comienzo de un artículo sobre la contra-transferencia publicada en 1960, un buen psicoanalista a quién dedicaremos algún tiempo (ferons une certaine place) hoy – el doctor D. W. Winnicott – escribe que la palabra “contra-transferencia” debe ser remitida a su uso original y con este propósito, para contrastarlo (pour l’oposer), hace constar (fait état de) la palabra “self”.
Una palabra como self, dice – aquí hace falta que haga uso del inglés – naturally knows more than we do: sabe (en sait) naturalmente más de lo que nosotros podemos (pouvons faire) o de lo que hacemos (que nous ne faisons). Es una palabra que uses us and can command us: nos emplea (nous prend en charge), puede comandarnos, si puedo decir.
Es una observación – dios mío – que tiene ciertamente su interés al verla (à voir) bajo una pluma que no se distingue [precisamente] por una especial referencia al lenguaje, como ustedes verán. El rasgo me pareció picante (piquant) y lo será más todavía con lo que voy a tener que evocar delante de ustedes hoy de este autor.
Pero igualmente, para ustedes, adquiere su valor (prend son prix) por lo que – lo sospechen ustedes o no – ahí están ustedes integrados en un discurso que evidentemente muchos de ustedes no pueden ver en su conjunto.
Entiendo que lo que adelanto este año no tiene su efecto sino a partir de lo que precedió y no es por eso (pas pour autant) que abordarlo [solo] ahora – si es el caso de algunos de ustedes – les somete menos a su efecto, curiosamente, por esta razón (en raison de ceci), es que en resumen este discurso – ustedes hallarán quizás que algo (un peu) insisto en este sentido – no les va directamente dirigido (adressé) puesto que va (est) dirigido – ¿a qué? – dios mío, lo repito cada día (chaque fois): a psicoanalistas y en condiciones tales que hay que (faut) decir que les va dirigido a partir de una cierta utopía, atopía que sería la mía propia, y luego que tiene sus razones qué decir (et donc qui a à dire ses raisons).
Son precisamente esas razones que van a hallarse aquí – hoy, quiero decir – un poco más acentuadas. Hay una retórica, si puedo decir, del objeto del psicoanálisis al qual entiendo (prétends) que ella está ligada a un cierto modo de la enseñanza del psicoanálisis que es el de las sociedades existentes-
Esta relación puede no parecer inmediata – ¿y de hecho por qué lo sería? – dado que a costa (au prix) de una cierta investigación uno pueda sentir la necesidad de ello.
Para partir de ahí – a saber, de un ejemplo de lo que yo llamaría un saber normativo acerca de lo que es una conducta útil, con lo que eso puede conllevar de extensión sobre “el bien común” (“le bien général”), sobre “el bien particular” – voy a tomar una muestra que valdrá lo que valga, pero que valdrá por el hecho de ser típica, siendo (relevant) de la pluma de un autor bien conocido.
Simplemente por muy poco que ustedes estén iniciados en lo que es el método analítico en la medida en que (en tant que) sepan simplemente grosso modo (en gros) de qué se trata: de hablar durante semanas y meses a razón de varias sesiones por semana, y hablar de una cierta manera, particularmente clara (dénouée), en condiciones que precisamente se abstraen de toda intención (visée) que concierne a esa referencia a la norma, a lo útil, precisamente quizás podremos volver a ello, pero sin duda, por lo demás, para librarse de ello (à s’en libérer) de tal forma que el circuito antes de volver a ello sea lo más amplo que se pueda (qu’il se puisse).
Creo que las referencias que he elegido, tomadas ahí donde ellas se encuentran, a saber a la cabeza de un artículo, muy expresamente bajo la pluma de un autor que lo publió el año 1955, pusieron en tela de juicio (ont mis en question) el concepto de carácter genital.
[Staferla: O. Fenichel : The psychoanalytic theory of neurosis, New York, WW Norton and Co, 1945, p.496. La théorie psychanalytique des névroses, T. II, Paris, PUF, 1953, p. 595.]Aquí tienen más o menos de dónde él parte para efectivamente aportar una crítica sobre la cual no me voy a extender hoy. Es del estilo que se trata, es un trozo (morceau) del clásico señor Fenichel, tanto que, en opinión del autor, quiero decir, precisándolo bien el autor, Fenichel pertenece (fait partie) de la base de esa enseñanza del psicoanálisis en las instituciones (instituts).
“Un carácter normal genital es un concepto ideal – dice él mismo – aunque es cierto que el acabamiento (achèvement) de la primacía genital conlleva un avance decisivo en la formación del carácter. El hecho de ser capaz de obtener plena satisfacción a través (par) del orgasmo genital vuelve la regulación de la sexualidad – regulación fisiológica – posible y esto pone término al damming-up, es decir la barrera, la puesta de diques (endiguement) a energías instintuales con sus efectos de infortunio (malheureux) sobre el comportamiento de la persona. Él hace también añgo por el pleno desarrollo del love, del amor (y del odio) – se añade entre paréntesis – es decir la superación (surmontement) de la ambivalencia. Además, la capacidad de descargar grandes cantidades de excitación significa el final de las reacciones-formaciones, de las formaciones reaccionales y un crecimiento de la capacidad de sublimar. El complejo de Edipo y los sentimientos inconscientes de culpabilidad de origen aunoablante (source infantile) pueden ahora ser realmente superados (dépassés) en lo que a las emociones se refiere. Ellas ya no son mantenidas (gardées) en reserva pero pueden ser enfatizadas (mises en valeurs) por el ego, ellas forman una parte armoniosa de la personalidad total. No hay más ninguna (plus aucune: ninguna otra) necesidad de preservarse (se garder: percatarse, protegerse) de los impulsos pregenitales aún imperativos en el inconsciente, su inclusión en la personalidad total – yo me expreso como el texto – …en forma de rasgos o de arrebatos de la sublimación, deviene posible. Sin embargo, en los caracteres neuróticos, las pulsiones pregenitales retienen sus caracteres sexuales y perturban las relaciones racionales con los objetos – es así en los neuróticos – aunque (cependant que), en el carácter normal, ellas sirven como parciales las finalidades del preplacer (les buts du préplaisir), o de placer preliminar, bajo la primacía de la zona genital, pero en la medida en que ellas llegan (viennent) en una proporción superior (plus grande), ellas son sublimadas y subordinadas al ego y a the reasonableness, la razonabilidad.”
Creo que no se puede traducir de manera distinta (autrement).
[En la edición Staferla añade en nota que ésta es la traducción propuesta por Lacan, traducción que a su vez traduzco aquí al castellano como ejercicio de demostración de la pérdida (y la ganancia) que conlleva cada traducción. Tras esa nota, se añade el texto de la “edición francesa”, es edcir, la traducción corriente o, podríamos decir, la oficial. El cotejo de las versiones puede hacerse en la edición Staferla. Aquí dejo solamente mi interpretación en castellano de la interpretación que hace Lacan del texto de Fenichel y, podríamos suponer, de su relación con la traducción “oficial”.]No sé qué les inspira una pizarra tan encantadora y si élla les parece tentador (alléchant).
No creo que nadie (quiconque), analista o no, por poco que tenga un poco de experiencia de los demás (pour peu qu’il ait un peu d’expérience des autres) y de sí mismo, pueda por un [solo] instante tomarse en serio ese bizarro folletín (étrange berquinade).
La cosa es, propiamente hablando, falsa, efectivamente contraria a la realidad y a lo que enseña la experiencia. Me dejé llevar (me suis livré) también en mi texto – en un texto que evoqué el otro día, el de La dirección de la cura – evidentemente a alguna ridiculización (dérision) de lo que había podido ser aportado sobre el tema en otro contexto y con una forma literariamente más vulgar (vulgaire).
El tono con qué se podía hablar en cierto tiempo (date), justamente el de ese texto del 58 (vers 1958), de la primacía de la relación de objeto y de las perfecciones que ella alcanzaba, las efusiones de alegría interior (joie interne) resultantes (qui ressortaient) de haber llegado a ese estado cumbre – son propiamente hablando ridículas, y en verdad no valen siquiera la pena ser aquí retomadas sea bajo qué pluma hayan sido emitidas en aquél entonces (sous quelque plume qu’elles aient été émises alors).
La singularidad es preguntarse cómo dichas enunciaciones pueden mantener, yo no diría el aspecto de la seriedad (le sérieux) – de hecho ellas no lo tienen para nadie – sino parecer, yo diría responder a una cierta necesidad relativa (concernant) – como se decía, debo decir al inicio de lo que aquí se enuncia – una especie de punto ideal que tendría al menos esa virtud de representar, de (sous) una forma negativa, la ausencia pues de todos los inconvenientes que serían traídos, que serían lo habitual de los otros estados. No se ve, en esa idea (dans l’idée), otra razón.
Esto es naturalmente algo que [hay que] señalar (à relever) en la medida en que podemos comprender el mecanismo en su esencia, concretamente a darnos cuenta en qué medida el psicoanalista es de alguna manera llamado, cómo diría (que dis-je), incluso obligado (contraint: limitado, llevado por la contingencia) a fines que se llama abusivamente didácticos, a tener un discurso que, en resumen, se podría decir, no tiene nada que ver (rien à faire) con los problemas que le propone, y la manera más acuciante (aigue), más cotidiana, su experiencia.
La cosa, la verdad (à la vérité), tiene un cierto alcance, en la medida en qué permitiría darse cuenta de que, por ejemplo, el discurso, en la medida – y esto no quiere decir nada (et ce n’est rien en dire) – en qué él se adorna (s’orne) con cierto número de clichés, no se halla en menor medida, hasta cierto punto, inoperante para reducirlos – dichos clichés, quiero decir (je dis: lesdits clichés) en el contexto psicoanalítico y mucho más aún en aquello que tiene que ver con la organización de la enseñanza.
Por supuesto, nadie cree ya en cierta cantidad (nombre) de cosas, ni tampoco se encuentra cómoda (bien à l’aise · · analyse) con cierto estilo clásico, pero en el fondo, en muchos aspectos (points), muchos planos de aplicación, eso no quita que eso no cambia nada.
Quiero decir que igualmente se puede ver simplemente mi discurso retomado – quiero decir en algunas (certaines) de sus formas, algunas de sus frases, sus enunciados, incluso sus pendientes (tournures: giros, rodeos) – …retomado en un contexto que, en su fondo, no cambia nada (guère).
Yo había pedido – hace bastante tiempo a alguien que pudimos (on a pu) ver en otra temporada (d’autres temps) más reciente, aquí, frecuentar asiduamente lo que yo intentaba ordenar – yo había pedido: “al final, viendo (vues) sus posiciones generales, ¿qué puede usted encontrar de ventajoso en seguir mis conferencias?”
¡Dios mío! La sonrisa de alguien que se entiende, quiero decir: que sabe bien qué quiere decir. “Nadie – me contestó – habla del psicoanálisis así (comme cela).”
Gracias a qué, por supuesto, eso de dio materia y oportunidad (choix: elección) para adjuntar a su discurso cierta cantidad (nombre) de adornos, de florecillas, pero que lo le impidió, en ese momento, de dar cuenta (rapporter: poner en relación) radicalmente – en la tendencia que él suponía constitutiva de cierta inercia psíquica – de dar cuenta radicalmente del estatuto, la ordenación (l’ordination) de la sesión analítica en sí misma (elle-même) – quiero decir en su naturaleza, en su finalidad también – en un retorno que se produciría por una especie de vertiente (penchant: orientación, tendencia), de resbalamiento, [de] todo lo que hay de más natural hacia esa fusión, o alguna cosa que fuese (fût) esencialmente de su naturaleza, esa fusión (prétendue fusion) supuesta en el origen entre el aunoablante y el cuerpo materno. Y es en el interior de esa especie de figura, de esquema fundamental, que se produciría – ¿qué? – mi famoso “eso habla”.
Ustedes ven bien el uso que uno puede hacer de un discurso, si lo retoma recortado (à le reprendre sectionné) de su contexto.
Sabe dios que al decir “eso habla” a propósito del inconsciente, no quise rigurosamente jamás hablar del discurso del analizado (analysé), como se dice de forma impropia – valdría más decir analizante (l’analysant), volveremos sobre ello a continuación.
Pero sin duda, ¿quién, incluso – salvo que quiera abusar de mi discurso –, puede suponer que haya lo que sea en la aplicación de la regla que tiene que ver en sí con el “eso habla”, que lo sugiere, que de alguna forma lo llama (l’appelle en aucune façon)?
Al menos ven ustedes, hubiese yo tenido ese privilegio de haber renovado después de Freud, después de Breuer, el milagro del embarazo nervioso, si esta forma de evocar la concavidad del vientre materno para representar lo que pasa en el interior del despacho (cabinet) del analista es justamente, en efecto, lo que se halla justificado.
A otro nivel, ese milagro, yo lo habría renovado, ¡pero en (sur) los psicoanalistas! ¿Quiere eso decir que analizo los analistas?
Porque después de todo se podría decir eso, es tentador incluso, siempre genios malignos (des petits malins; el arquitexto parece ser Descartes) para encontrar fórmulas así de elegantes, que resumen la cosa (situation)… Gracias a dios, he colocado antes una barrera de este lado también, al escribir en algún lugar, creo – no sé si ya ha salido (si c’est encore paru) – a propósito de una revisión (rappel) – se trataba de un pequeño resumen (compte rendu) que hice de mi seminario del año pasado [(Staferla) 1966-67: Lógica del fantasma] – de una revisión de estas dos fórmulas:
- que no hay, en mi lenguaje, otrA del otrA (d’Autre de l’Autre), el otrA escrito en este caso con un A más (un grand A: un A mayúscula),
- que no hay, para contestar a un viejo murmullo de mi seminario de Sainte-Anne – lástima, lamento mucho decirlo ((hélas, je suis bien au regret de le dire) – verdad sobre la verdad (de vrai sur le vrai).*
Del mismo modo, no hay de ninguna manera que considerar la dimensión de la “transferencia de la transferencia”, esto quiere decir ninguna reducción transferencial posible de ninguna recuperación (reprise: retoma, vuelta) analítica del estatuto de la transferencia misma.
Me encuentro siempre un poco incómodo (un peu embarrassé), dado el número de aquellos que ocupan esta sala este año, cuando avanzo semejantes fórmulas (de pareilles formules), porque puede haber algunos que no tienen ninguna (aucune espèce) de idea de qué es la transferencia, después de todo es de hecho el caso más habitual (courant), sobre todo si ya oyeron hablar de ello, lo verán a continuación de lo que voy a decir hoy cómo conviene enfocarlo (l’envisager).
De todos modos, aquí señalamos – ya lo adelanté la última vez – que la esencia de esta posición del concepto de la transferencia es lo que este concepto permite al analista.
Es así includo que ciertos analistas – dije el último día (ai-je avancé la dernière fois · foi) – y dios mío cuán en vano, se creen [con el] deber de justificar el concepto de la transferencia – ¿en nombre de qué, por dios? – de algo que les parece a ellos mismos muy amenzado, muy frágil, a saber, en nombre de una especie (sorte) de superioridad en la posibilidad de objetivar, de objetivación, o de calidad de objetividad eminente que sería lo que habría adquirido el analista y que le permitiría, en una situación aparentemente presente, tener el derecho (être en droit) de referirla a otras situaciones que la explican y que ella no hace sino reproducir con, pues, esa tónica (accent) de ilusorio o de ilusión que esto conlleva.
He dicho que esta cuestión que parece imponersem que parece incluso conllevar una cierta dimensión de rigor en aquél que avanza de algún modo el interrogante (l’interrogation), la crítica, es puramente superflua y vana, por la simple razón de que la transferencia, su manipulación como tal, la dimensón de la transferencia, es la primera fase estrictamente coerente con lo que estoy intentando producir este año, ante ustedes, bajo el nombre de acto psicoanalítico.
Fuera de lo que llamé manipulación de la transferencia, no hay acto analítico.
Lo que se trata de comprender, no es la legitimación de la transferencia a través de (dans) una referencia que le fundaría una objetividad (en fonderait l’objectivité), es apercibirse de que no hay acto analítico sin esa referencia.
Y por supuesto enunciarlo así no es disipar todo tipo de (toute) objeción pero es justamente porque enunciarlo así no es, propiamente hablando, designar lo que hace la esencia de la transferencia, es por eso que nosotros tenemos que avanzar en ese sentido más aún (nous avons à y avancer plus loin).
Que nosotros seamos forzados a hacerlo, que yo esté necesitado de hacerlo (à le faire) ante ustedes, al menos sugiere que ese acto analítico es precisamente lo que sería – si lo que avanzo es cierto (juste) – lo menos elucidado por el mismo psicoanalista (le psychoanalyste lui-même), más aún: que eso fue lo que fue más o menos completamente eludido. ¿Y por qué no, por qué no, en todo caso, interrogarse para saber si la situación no es así porque ese acto no puede más que serlo, eludido? Al fin y al cabo (après tout), ¿por qué no? ¿Por qué no hasta Freud y su interrogación de la Psicopatología de la vida cotidiana?
Lo que llamamos (appelons) ahora – lo que es habitual, lo que está al alcance de nuestros modestos entendimientos – bajo el nombre de acto sintomático, de acto fallido (acte manqué), ¿quién habría soñado (qui eût songé · · cuisson), e incluso quién sueña todavía, darle el sentido pleno de la palabra (mot) acto?
A pesar de todo, la idea de tachado (ratage) de la que Freud dice expresamente que no es sino un escondite (abri) detrás del cual se disimula lo que es propiamente hablando actos (des actes), eso no hace nada, la gente sigue pensándolos en función de tachados (ratages) sintomáticos, sin buscar darle un sentido más pleno al término acto.
¿Por qué entonces no pasaría lo mismo (n’en serait-il pas de même) que lo que pasa con (de ce qu’il en est de) el acto analítico?
Sin duda, lo que puede esclarecernos es si podemos, nosotros, decir algo acerca de eso que vaya más lejos. En todo caso, podría ser que no pueda sino ser elidido (élidé) si por ejemplo – lo que pasa cuando se trata del acto – es que sea, en particular, efectivamente insoportable.
¿Insoportable en cuanto a qué? No se trata de algo insoportable subjetivamente, al menos no lo estoy sugiriendo (suggère), ¿por qué no insoportable como conviene a los actos en general, insoportable en alguna de sus consecuencias?
Me acerco, [como] lo ven, por pequeños toques (touches), no puedo decir estas cosas en términos fijos al instante (tout de suite affichés) – si se puede decir – no en absoluto porque actualmente yo [no] lo practique (non pas du tout qu’à l’occasion je ne le pratique), sino porque, aquí, en esta materia que es delicada, lo que se trata de evitar ante todo es el malentendido.
Esta consecuencia del acto analítico, me dirán ustedes, debería ser bien conocida, debería ser bien conocida del (par le) análisis didáctico, solamente yo estoy hablando del acto del psicoanalista.
En el psicoanálisis didáctico, el sujeto que, como se expresa, se le somete (s’y soumet), el acto psicoanalítico, en ese caso (là), no es su parte. No es en la medida en que no podría sospechar (avoir soupçon) de lo que resulta para el analista de lo que ocurre (se passe) en el psicoanálisis didáctico.
Solamente ahí está, las cosas hasta el presente son de tal manera (telles) que todo está hecho para que le sea ocultado – pero de una forma absolutamente (tout à fait) radical – lo que es el fin del psicoanálisis del lado del psicoanalista.
Este enmascaramiento que está profundamente ligado a lo que he llamado hace un momento la organización de las sociedades psicoanalíticas, eso podría ser en resumen un pudor sutil (pudeur subtile), una forma delicada de dejar algo en su lugar, suprema sofisticación (raffinement: refinamiento, exquisitez) de gentileza (politesse: educación) extremo-oriental…
No lo es para nada. Me refiero (je veux dire) que no es efectivamente en absoluto desde (sous) ese ángulo que las cosas deben ser considerarse, sino sobre todo lo que rebota (rejaillit: salpica, repercute) de ella sobre el psicoanálisis didáctico mismo.
Es decir (c’est à savoir) que con motivo justamente (en raisón même) de esa relación (relation) – esa separación que acabo de articular – resulta que el mismo black-out tiene lugar en (existe sur) lo que viene a ser (ce qu’il en est) el fin del psicoanálisis didáctico.
Se ha escrito sin embargo cierto número de cosas insatisfactorias, incompletas, sobre el psicoanálisis didáctico. Se han escrito también cosas muy instructivas por sus insuficiencias (défauts) acerca del término (terminaison) del análisis, pero no se ha conseguido rigurosamente nunca todavía formular, quiero decir negro sobre blanco (noir sur blanc), no digo qualquer cosa que sirva (quoi que ce soit de valable), qualquer cosa, sí o no, sino nada sobre lo que puede ser el fin (la fin), en todos los sentidos de la palabra, del psicoanálisis didáctico.
Dejo aquí solamente abierto el punto de saber si hay un nexo (rapport). Hay el nexo más estrecho entre este hecho y el hecho de que nada ha sido jamás articulado sobre lo que es el acto psicoanalítico.
Lo repito: si el acto psicoanalítico es muy precisamente aquello a qué el psicoanalistaparece oponer la más forcejeada ignorancia (forcenée méconnaissance), esto está ligado no tanto (non pas tant) a una especie de incompatibilidad subjetiva – el lado subjetivamente insostenible (intenable) de la posición del analista, lo que sin duda puede ser sugerido: Freud no dejó [de hacer]lo (n’y a pas manqué) – sino mucho más, digo, a lo que, una vez aceptada la perspectiva del acto (une fois la perspective de l’acte acceptée · accepté: una vez la perspectiva del acto aceptado), resultaría de ahí en cuanto a la estimativa (estimation) que puede hacer el analista de lo que él recoge, por su parte (quant à lui), en las continuaciones (suites) del análisis, en el orden propiamente hablando del saber.
Puesto que después de todo tengo aquí un público donde parece – aunque desde hace dos o tres años ya no lo sé del todo bien (je ne repère plus bien) – donde hay cierta proporción (proportion) de filósofos, espero que no se me enfaden demasiado (qu’on ne m’en voudra pas trop) – llegué, incluso em Sainte-Anne, a obtener una tolerancia que vaya tan lejos: me llegó a pasar (il m’est arrivé) hablar todo un trimestre, e incluso un poco más, del Banquete de Platón, justamente a propósito de la transferencia… pues bien, hoy [les] preguntaré al menos a algunos si eso puede interesarles, abrir un diálogo [platónico] que se llama Menón.
Sucedió en otra ocasión que al comenzar (à l’origine) un grupo donde yo tuve alguna participación (j’ai eu quelque part · tuve en algún lugar), mi preciado (cher) amigo Alexandre Koyré* había querido concedernos (faire) el honor y la generosidad de venir a hablarnos del Menón.
[Staferla: *En la primera sesión (17 noviembre 1954) del seminario 1954-55 : El yo (moi) en la teoría de Freud… Lacan comenta el Menón refiriéndose a la conferencia hecha el día anterior (la veille) por Alexandre Koyré en el grupo intitulado “Las conferencias extraordinarias del martes”.]Eso no duró mucho (n’a pas fait long feu), mis colegas psicólogos: “Eso ha sido todo por este año – me dijeron al final de ese año, que era nuestro segundo – ¡se acabó! “Meno” mal, “meno” mal, “meno” mal (mais non… · Ménon), estamos entre personas serias, no es con esta clase de agua (ce n’est pas de cette eau-là · …cette aula : con esta clase, este aula) que nos calentamos.”
Les aseguro, por dios (mon Dieu), que no pierden nada en estudiarlo (le pratiquer) un poquito, en volver a abrirlo. Encontré, cuestión (histoire) de retener la atención de ustedes, en el párrafo 85d según la numeración de Henri Estienne, refirámos a ella:
Οὐκοῦν οὐδενὸς διδάξαντος ἀλλ’ ἐρωτήσαντος ἐπιστήσεται,
ἀναλαβὼν αὐτὸς ἐξ αὑτοῦ τὴν ἐπιστήμην
Él sabrá así sin haber tenido maestro gracias a simples interrogaciones,
habiendo reencontrado en él su ciencia de ello mismo (de lui–même en lui sa science).
Y la réplica siguiente:
Τὸ δὲ ἀναλαμβάνειν αὐτὸν ἐν αὑτῷ ἐπιστήμην οὐκ ἀναμιμνῄσκεσθαί ἐστιν /…/
Ἆρ’ οὖν οὐ τὴν ἐπιστήμην, ἣν νῦν οὗτος ἔχει, ἤτοι ἔλαβέν ποτε ἢ ἀεὶ εἶχεν
Pero reencontrar en sí su ciencia de sí mismo (de soi-même en soi sa science),
Esa ciencia, que él tiene ahora, ¿no es acaso menester (ne faut-il pas) que la haya recibido en un momento dado o que él la haya tenido siempre?
De todos modos, para los analistas, hacer la pregunta en estos términos, ¿acaso no tiene uno la sensación (le sentiment) de que hay algo ahí respecto a lo que no está del todo claro (dont il n’est pas bien sûr) naturalmente que eso se aplica – quiero decir, de la manera cómo eso es dicho en ese texto, pero en fin, que está hecho para recordarnos algo? En realidad (en fait) es un diálogo sobre la virtud.
Llamar a eso “virtud” no es más malo (pas plus mal) que otra cosa: por algo (pour beaucoup) esa palabra, y as que se parecen a ella, han reverberado en formas variadas (résonné diversement) desde [entonces y] a través de los siglos.
Es cierto que la palabra “virtud” tiene ahora una resonancia que no es en absoluto la de la ἀρετή [areté] de qué se trata en el Menón, puesto que igualmente la ἀρετή iría más bien del lado de “la búsqueda del bien”, en el sentido del bien provechoso (profitable: aprovechable, que da ganancia) y útil como se dice, lo que está hecho para hacer que nos demos cuenta de que también nosotros hicimos, tras un recorrido (après un tour), un retorno ahí.
Uno se sorprende al comprender (frappé de saisir) que no es de hecho sin relación (rapport) con lo que, tras este largo excurso (détour: desvío, des-curso), llegó a formularse en el discurso de un Bentham.*
[*Jeremy Bentham : Principes de législation et d’économie politique (An introduction to the Principles of Morals and Legislation, 1823), Paris, 1848.]Ya hice referencia al utilitarismo en tiempos que ya fueron (au temps déjà passé), lejanos incluso, en qué me hice cargo (pris en charge), enuncié, durante un año algo que se llamaba La ética del psicoanálisis.
Era, si recuerdo bien (si mon souvenir est bon), el año 1958-59, a menos que no sea de hecho aquél (Staferla: de hecho, seminario 1959-60) pues el año siguiente fue La transferencia.
Tal como vengo diciendo aquí desde hace cuatro años, una cierta correspondencia podría hacerse entre (de) cada uno de estos años y con dos, y en el [mismo] orden de los años, de lo que fue mi enseñanza precedente. Llegaríamos pues al nivel de este cuarto año a algo que [cor]responde al séptimo y al octavo año[s] de mi seminario precedente, haciendo eco de algún modo del año sobre la ética, algo que se lee sin dificultad (bien) en mi enunciado sobre (mon enoncé même de) el acto psicoanalítico, y de que este acto psicoanalítico sea algo efectivamente ligado de forma esencial (tout à fait lié essentiellement) al funcionamiento de la transferencia.
Es eso (voilà) lo que permitirá, a algunos por lo menos, reencontrarse ahí en un cierto ritmo (marche) que es el mío. Así pues, se trata de la ἀρετή y de una ἀρετή que, al comienzo, plantea su cuestión en un registro que no es[tá] del todo para desorientar [a] un analista puesto que del mismo modo aquello de qué se trata es un primer modelo dado de lo que quiere decir esa palabra en el texto socrático, de la buena administración política, es decir, de la ciudad, en cuanto a lo que tiene que ver con (ce qui est de) el hombre.
Es curioso que desde el primer momento (temps) aparezca la referencia a la mujer, diciendo que – dios mío – la virtud de la mujer es la buena ordenanza (ordonnance: administración, gestión) del hogar (maison).
Con lo que de golpe ahí los tenemos a los dos en el mismo plano (moyennant quoi les voilà tous les deux du même pas sur le même plan), no hay diferencia esencial y de hecho es así que uno se lo toma (c’est comme ça qu’on le prend), ¿por qué no?
No recuerdo esto sino porque, entre las mil riquezas que les resultarán (seront) sugerentes de este texto, si ustedes tienen ganas (voulez bien) de leerlo de cabo a rabo (de bout en bout · debout: de pie), podrán tomarle ahí el pulso perfectamente (toucher là du doigt) que la característica de una cierta moral , [más] propiamente la moral tradicional, ha sido siempre eludir – pero de una forma admirable (mais c’est fait admirablement en l’espèce) –, escamotear al inicio de las primeras réplicas – de manera que ya no hay más qué hablar – de ni siquiera hacer la pregunta (poser la question) justamente tan interesante para nosotros, analistas, en la medida en que somos analistas, tan seguros de saber (bien sûrs de savoir):
si no hay un punto en qué (où) la moral del hombre y de la mujer podría quizás distinguirse, en el momento en que la gente (on) se encontra junta en una cama, o por separado (séparément).
Pero esto es prontamente eludido en cuanto a lo que es de una virtud que podemos ya situar en un terreno más público, más del medio envolvente (environnemental: propio del o relativo al entorno).
Y por este hecho, las cuestiones que se plantean (posent) pueden proceder de una forma que es aquella de la que Söcrates procede y que pronto viene a plantear la cuestión de saber cómo se puede jamás (jamais: alguna vez) llegar a conocer por definición lo que no se conoce, puesto que la primera condición para (de) saber, para conocer, es saber de qué se está hablando (de quoi on parle).
Si uno no sabe de qué [se] está hablando (si l’on ne sait pas de quoi on parle: si no se sabe de qué se habla) – como se constata (s’avère) tras un rápido canje de réplicas (un prompt échange de répliques) con su compañero (partenaire) que es el Menón en cuestión – surge lo que ustedes conocen y lo que viene en las dos frases o tres que les he leído hace un momento, a saber: la teoría de la reminiscencia.
Ustedes saben de qué trata eso (de quoi il s’agit) pero voy a retomarlo y quizás ampliarlo (l’étendre · l’eteindre: apagarlo) y desarrollarlo, mostrar lo que quiere decir eso, lo que eso puede querer decirnos a nosotros (pour nous), aquello por qué (en quoi) eso merece ser, por nosotros, sacado a relucir (relevé: puesto de relieve).
Que se diga, que se exprese que el alma – como dice la gente (comme on s’exprime), es el lenguaje al uso (dont on use) en todo caso en este diálogo – no hace nada, cuando es enseñada, sino rememorarse (se ressouvenir), esto conlleva – pero en este texto como en el nuestro – la idea de una extensión sin fin o más bien de una duración sin límites en cuanto a lo que tiene que ver con esa alma.
Es un poco lo que también nosotros sacamos (sortons) cuando nos encontramos faltos (à bout) de argumentos a los que hacer referencia – pues no vemos demasiado bien (on ne voit très bien) cómo eso puede ocurrir en la ontogénesis para que unas cosas, siempre las mismas y tan típicas, se reproduzcan – a recurrir (faire appel) a la filogénesis: no se ve mucha diferencia.
¿Y qué más todavía? ¿Dónde vamos a buscar esta alma? Para demostrar que no es sino rememoración en cuanto a todo lo que ella puede aprender, se hace (on fait) el gesto, significativo en su época, que es el de Sócrates:
“Ve (vois), Menón, te voy a mostrar, tu ves, tienes ahí tu esclavo,
él no ha aprendido nada jamás, por supuesto (bien entendu), en tu casa: un esclavo completamente cretino (crétin)…”
Se le interroga, y con ciertas formas, efectivamente, de interrogarle se llega a hacerle sacar alguna cosa (sortir des choses), dios mío, bastante sensatas, que no van muy lejos en el dominio de la matemática.
Se trata de lo que sucede (arrive) o de lo que hace falta hacer para hacer una superficie doble de aquella de la que se ha partido, se trata de un cuadrado. El esclavo responderá así, de sopetón (tout à trac: ni corto ni perezoso), que basta que el lado sea dos veces más largo.
Pronto es menester hacerle entender (il est vite aisé de lui faire sentir) que con un lado dos veces más largo la superficie será cuatro veces superior (plus grande). Con lo que, procediendo del mismo modo por interrogación, encontraremos rápidamente la manera correcta (bonne façon) de operar que es operar por la diagonal, tomar un cuadrado cuyo lado es la diagonal del precedente.
Todo lo que sabemos de todas estas anécdotas (amusettes) – recreaciones de las más primitivas que no llegan siquiera tan lejos como ya en esa época se había podido llegar en cuanto al carácter racional de la √2 [raíz cuadrada de dos] – es que hemos tomado un sujeto “desclasificado” (hors-classe: fuera de clase), un esclavo, un sujeto que no cuenta.
Hay algo de más ingenioso y de mejor que viene enseguida en cuanto a lo que se trata de evidenciar (soulever), es saber si la virtud es una ciencia. Cuentas hechas (tout bien pris), es ciertamente la mejor parte, la mejor parte del diálogo.
No hay ciencia de la virtud, lo que se demuestra fácilmente por la experiencia, demostrándose que aquellos que se dedican a (font profession de: hacen profesión de) enseñarlo son maestros (des maîtres: amos) bastante criticables – son unos sofistas (il s’agit des sophistes) – y que, en cuanto a aquellos que podrían enseñarlo, es decir aquellos que son ellos mismos virtuosos – quiero decir (j’entends: entiendo) virtuosos en el sentido en que la palabra virtud es empleada en ese texto, a saber: la virtud del ciudadano y del buen político – es muy manifiesto que – esto es desarrollado en más de un ejemplo – no saben siquiera ttransmitirla a los suyos que aún no hablan (à leurs enfants), ellos les hacen aprender otra cosa. De forma que llegamos al final a esto, que la virtud está mucho más cerca de la opinión verdadera, como ice la gente (comme on s’exprime), que de la ciencia.
Ahora bien, la opinión verdadera ¿cómo nos llega (vient-elle · vient telle)? ¡Del cielo!
Ahí está la tercera característica de algo que tiene esto en común, es que así aquello a que nos referimos, concretamente lo que puede aprender – ustedes entienden (sentez) cuánto se acerca – soy prudente – de la notación que hago bajo el término del sujeto – lo que puede aprender, es un sujeto que ya tiene [en un principio] ese primer carácter de ser universal.
Todos los sujetos, en cuanto eso (là-desuus), están en el mismo punto de partida, su extensión es de una naturaleza tal que eso les supone un pasado infinito y así probablemente un porvenir (avenir: futuro) que no lo es menos, aunque la cuestión no sea zanjada en ese diálogo sore lo que es la supervivencia (la survie).
No tenemos por qué (nous ne sommes pas à) compartir el mito de Er el Armenio pero sin duda que el alma haya desde siempre y de una forma propiamente hablando inmemorial, almacenada que la formó, a punto de volverla capaz de saber, pero se halla en el principio de la idea de la reminiscencia.
que ese sujeto sea “desclasificado”, ahí está otra palabrita (terme),
que sea absoluto, en el sentido en que él no es – está dicho explícitamente (exprimé) en el texto – como la ciencia, marcado – con lo que uno llama con un término que resuena (fait écho) verdaderamente de todo lo que aquí podemos decir – que no está marcado ahí como (de) concatenación, como articulación lógica del mismo estilo que nuestra ciencia
que esa opinión verdadera tenga cualquier cosa que haga que ella sea más bien del orden de la poesía ποίησις [poiesis[, ahí está a dónde (à quoi) somos llevados por la interrogación socrática.
Si he puesto tantas atenciones en recordar esto (autant de soin à ce rappel) es para que ustedes noten qué puede significar – en este punto arcaico, pero que quedó presente (mais resté présent), de la interrogación sobre el saber – lo que puede significar esto, que no ha sido aislado antes de que lo hiciera yo, concretamente (proprement) a propósito de la transferencia: la función que tiene, ni siquiera en la articulación en los supuestos de toda cuestión sobre el saber, lo que llamo el sujeto supuesto saber.
Las cuestiones son planteadas a partir de aquí (ceci: esto): que hay en algún lugar esa función – llámenla como quieran, aquí ella aparece bajo todos sus rostros evidentes, como siendo (d’être) mítica – que hay en algún lugar algo que hace la función (joue fonction) de sujeto supuesto saber.
Ya he adelantado esto como un punto de interrogación a propósito de tal o cual avanzo, penetración, arrebato (avancée, percée, poussée), de un cierto sector de nuestra ciencia.
¿Acaso la cuestión no se coloca, de dónde estaba, de cómo podemos concebir antes que tal o tal otra (telle ou telle), por ejemplo, dimensión nueva en la concepción matemática del infinito: ¿acaso antes de ser forjadas esas dimensiones, nosotros podemos concebirlas como habiendo sido, en algún lugar (part), sabidas? ¿Acaso podemos ya referirnos a ellas como [existiendo] desde siempre? Esa es la cuestión.
No se trata de saber si el alma existía antes de encarnarse, sino simplemente de saber si esa dimensión del sujeto, en cuanto soporte del saber, es algo que debe ser de alguna manera establecido con anterioridad (pré-établi) a las cuestiones del saber.
Fíjense, cuando Sócrates interroga el esclavo, ¿qué es lo que hace? Él aporta – incluso si no lo hace en la pizarra, como es un dibujo muy simple…
…se puede decir que aporta el dibujo de este cuadrado de otro sitio (d’ailleurs), de la manera como él razona, concretamente (à savoir) sobre los modos primeros de una geometría métrica, concretamente por decomposición en triángulos y recuento (comptage) de triángulos de superficies iguales.
Con lo que es fácil manifestar que el cuadrado construido a partir de (sur) la diagonal comprenderá justo el número de triangulitos que hace falta respecto del primer número y que, so el primer número era de cuatro triángulos [Staferla: Menón, 85a], habrá ocho procediendo de esta manera. De todos modos, se trata (il s’agit bien) de un dibujo.
E interrogando el esclavo, la cuestión – no somos nosotros quienes la inventamos, fue [algo] notado desde hace mucho tiempo que este procedimiento no tiene nada de demonstrativo en la medida en que, muy lejos de que Sócrates pueda argumentar (tirer argument) por el hecho de que el esclavo nunca hizo geometría y que nunca se le dio clases (leçons), nada más que la forma de organizar el dibujo…. por parte de Sócrates, eso es ya darle al esclavo, como él es muy sensible, una lección de geometría – pero la cuestón no es esa, para nosotros, sino (elle est), si puedo decir[lo], [que tiene que] ser considerada en estos términos: Sócrates aporta un dibujo (dessin · dessein: designio, intención).
Si decimos que en el espíritu de su compañero (partenaire) ya se encuentra todo lo que responde a lo que Sócrates aporta, eso puede querer decir dos cosas que voy a expresar así: o es un dibujo, yo no diría doblete (doublure), es un dibujo o, para emplear un término moderno, lo que responde a lo que se llama una función: a saber, la posibilidad de la aplicación del dibujo de Sócrates al suyo, o inversamente.
No es, por supuesto, del todo necesario que se trate de cuadrados concretos ni en un caso ni en el otro. Digamos que en un caso sea un cuadrado según una proyección de Mercator*, es decir un cuadrado cuadrado, y en el otro caso algo torcido de otra manera (quelque chose de diversement tordu).
[*Staferla enlaza aquí al artículo de Wikipedia en francés sobre la proyección de Mercator]eso no quitará que la correspondencia punto por punt, ahí está lo que da a la relación de lo que aporta Sócrates, a aquello por qué le responde su interlocutor, un valor muy particular que es el de la decriptación. Esto nos interesa, a los analistas (nous autres analystes), puesto que en cierta manera es eso lo que quiere decir nuestro análisis de la transferencia.
En la dimensión interpretativa, es en la medida en que nuestra interpretación lee de otra manera una cadena – que es sin embargo una cadena y ya una cadena de articulación significante – que ella funciona.
Luego hay la otra imaginación posible: en lugar de darnos cuenta de que hay allí dos dibujos que no son, de entrado (au premier abord), el calque uno del otro, podemos suponer otra metáfora, concretamente que no hay nada que se vea, del lado del esclavo me refiero (j’entends), sino de aquella manera de la que podría decirse en algunos casos: “Aquí, es un dibujo, usted no ve nada, pero hace falta exponerle al fuego – ustedes saben que hay tintas (encres) a las que se llama simpáticas – el dibujo aparece.”
Hay entonces función – como se dice cuando se trata de una placa sensible – de revelación* (révélation).
[*Staferla: En fotografía, el revelador es el producto químico que hace aparecer la imagen revelada (argentique: con sales de plata) – hasta entonces latente – sobre la superficie sensible que fue expuesta.]¿Será (est-ce que c’est) entre esos dos términos que se hace la suspensión (fait le suspens) de aquello de que se trata para nosotros en el análisis, de una retraducción – digo “re…” porque ya en este caso la primera inscripción significante es, ya, la traducción de alguna cosa – ¿será que la organización significante del inconsciente estructurado como un lenguaje, es sobre eso que nuestra interpretación viene a aplicarse?
¿O, al revés, nuestra interpretación, de alguna manera, es una operación de un orden totalmente distinto: el que revela un dibujo (dessin) hasta entonces oculto (caché: escondido, tapado)?
No es eso evidentemente, ni una cosa ni la otra – pese a lo que, quizás, esa oposición pudo sugerir como (de) primera respuesta a algunos – que yo enseño.
Se trata de lo que nos pone la tarea (rend la tâche pour nous) mucho más difícil: es decir (c’est à savoir) que, efectivamente las cosas tienen que ver con la operación del significante, lo que vuelve eminentemente posible la primera referencia, el primer modelo a dar de lo que es una decriptación.
Solamente, veamos, el sujeto, el analizante digamos, no es ese algo aplanado (quelque chose à plat) sugerida que la imagen del deseño, y aquél mismo en el interior: el sujeto en cuanto tal está ya determinado e inscrito en el mundo como causado por un cierto efecto de significantes,
Lo que resulta de ahí es esto: es que no le hace falta mucho para que sea reudctible a una de las situaciones precedentes, no le hace falta (il ne s’en faut · il ne s’en fout) más que esto: que el saber en algunos puntos – que pueden evidentemente ser siempre desconocidos – falla (fait faille). Y son precisamente esos puntos que para nosotros se vuelven problemáticos (font question: son susceptibles de investigación) con el nombre de verdad.
El sujeto es determinado, en esa referencia, por una (d’une) forma que lo vuelve inapto – algo que nuestra experiencia demuestra – para restaurar lo que se inscribió, por el efecto significante, [respecto] de su relación con el (au) mundo, para restaurar volverlo en ciertos aspectos (points) inadecuado para cerrarse, para completarse de una manera que sea, en cuanto a su estatuto de sujeto, satisfactoria, y son los puntos que le conciernen en la medidia en que él tiene que positivizarse (qu’il a à se poser) como sujeto sexuado.
Ante esta situación, ¿no ven ustedes cuál es el resultado (résulte) de lo que se va a establecer, si la transferencia se instala como se instala, de hecho (en effet)?
Porque ese es un movimiento de siempre, verdaderamente movimiento instituido de la inherencia tradicional, la transferencia se instala como (en) función del sujeto supuesto saber, exactamente de la misma manera que siempre fue inherente a toda interrogación sobre el ssber.
Yo diría incluso más, que por el hecho de que entre en análisis, él hace referencia a un sujeto supuesto saber mejor que que lo [hacen] los demás.
Eso no quiere decir, además, contrariamente a lo que la gente cree, que él identifica con su analista, pero está ahí justamente el núcleo (nerf) de lo que quiero hoy designar (désigner) ante ustedes, es inmanente: al comienzo mismo del movimiento de la investigación analítica, hay ese sujeto supuesto saber, y como yo decía hace un instante, supuesto saber mejor aún (mieux encore).
De modo que el analista se somete a la regla del juego y que puedo plantear la cuestión de saber, cuando él contesta (répond) [de] la manera cómo debería contestar si se tratara del esclavo de Sócrates y que uo le diga al esclavo de moufter à son gré, algo que no se hace por supuesto al nivel de la experiencia menoniana.
La cuestión de la intervención del analista se coloca de hecho en la suspensión de lo que he dicho hace un momento: las dos cartas (cartes) que se corresponden punto por punto o, al contrario, una carta que – gracias a tal o cual manipulación – se revela en su naturaleza de carta.
Es así cómo todo es concebido, a través – de algún modo – de los datos presentados (données mises) en el origen del juego (l’origine du jeu · l’origine du je).
La anamnesis se hace (est faite) en la medida en que aquello de que uno se acuerda no es tanto de cosas sino de la constitución de la amnesia, o el retorno de lo reprimido, lo que es exactamente lo mismo, es decir la manera como las fichas (jetons) se distribuyen a cada instante por (sur) las casillas del juego, quiero decir por las casas dónde hay qué apostar (où il y a à parier).
Del mismo modo, los efectos de la interpretación son recibidos ¿a nivel de qué? De la estimulación que ella aporta a la inventividad del sujeto, quiero decir de esa poesía de la que he hablado hace un momento.
Ahora bien, ¿qué quiere decir el análisis de la transferencia? Si quiere decir algo, no puede ser sino esto: la eliminación de ese sujeto supuesto saber.
No hay para el análisis, no hay, mucho menos aún para el analista – en ninguna parte, y ahí está la novedad – [algo como un] sujeto supuesto saber. No hay sino lo que resiste a la operación del saber haciendo al sujeto, concretamente ese residuo [a] que uno puede llamar la verdad.
Pero justamente, es ahí donde (que) puede surgir la cuestión de Poncio Pilatos: “¿qué es la verdad?”
[Staferla: Es durante el proceso de Jesús que Poncio Pilatos, desconcertado por las respuestas de su prisionero, (se) plantea esta cuestión. Cf. Juan 18, 37 :– Pilatos le dice entonces: “¿Así que tú eres rey?”
– Jesús le respondió: “Eres tú quien dice que soy rey. Yo nací y vine al mundo para dar testimonio a (à) la verdad. Quien es de la verdad escucha mi voz.”
– Pilatos le dice: “¿Qué es la verdad?”]
“¿Qué es la verdad?” es propiamente la cuestión que planteo. Y para introducir lo que es el acto propiamente psicoanalítico, lo que constituye el acto psicoanalítico como tal, es muy singularmente: ese fingimiento (feinte) por el que el analista olvida que en su experiencia de psicoanalizante él pudo ver reducirse a lo que ella es, esa función del sujeto supuesto saber, del que a cada instante todas las ambigüedades que transfieren [hacia] fuera – por ejemplo hacia la función de la adaptación a la realidad – la cuestión de lo que es la verdad.
Y fingir (feindre) también que la posición del sujeto supuesto saber sea sostenible (tenable) porque está ahí el único acceso a una verdad de la que el sujeto va a ser relanzado (rejeté) para ser reducido a su función de causa de un proceso en impase (impasse).
El acto psicoanalítico esencial del psicoanalista conlleva ese algo que no nombro, que he esbozado con (sous) el título de fingimiento (feinte) y que se vuelve grave si esto se vuelve olvido: fingir olvidar que su acto es ser causa de ese proceso.
Que se trata (agisse: trate) de un acto, esto se acentúa por una distinción que es aquí exencial hacer. El analista, por supuesto no es sin necesidad, yo diría incluso de justificarse a él mismo en cuanto lo que se hace en el análisis. Él hace algo para él (il se fait quelque chose) y es justamente (bien) de esa diferencia entre el hacer y un acto que se trata.
Eso en cuyo banco se hace sentar, se pone el psicoanalizante, es en un banco de oficio (Ce au banc de quoi l’on attelle, l’on met le psychanalysant, c’est au banc d’un faire.)
Él (por su parte) hace algo – llámenle cómo quieran, poesía o tejemaneje (manège: tiovivo, doma) – él hace, y está claro que [lo hace] justamente, una parte de la indicación de la técnica analítica consiste en un cierto dejadacer (laisser-faire: dejar hacer · dejadez).
Pero, ¿es eso suficiente para caracterizar la posición del analista cuando ese dejadacer conlleva hasta cierto punto el mantenimiento intacto (la maintenue intacte · la main tenue intacte, en tacte: la mano mantenida intacta, tenida en tacto) en él de ese sujeto supuesto saber, en la medida en que, [respecto] de ese sujeto, él conoce por la experiencia el fracaso (déchéance · séance: sesión, [fra]caso) y la exclusión y lo que resulta de ahí por parte (du côté) del psicoanalista?
Lo que resulta de ahí, ya no lo avanzo hoy (pas aussitôt aujourd’hui: tan pronto como hoy), ya que será precisamente lo que debemos a continuación articular más adelante, pero voy a terminar indicando la analogía que se encuentra por el hecho que, para avanzar (avancer: sacar a relucir) ese nuevo eje de planteamiento (biais d’interrogation) sobre el acto, debo dirigirme a los terceros que son ustedes (ces tiers que vous constituez), por ese registro que introduje ya bajo la función de lo numeroso (nombre): lo numeroso no es la multitud, pues no hace falta mucho para introducir la dimensión de lo numeroso.
Si es por semejante (dans une telle) referencia que introduzco la cuestión de saber qué puede pasar con (ce qu’il peut en être · en naître) el estatuto del psicoanalista en la medida en que su acto lo pone en una puerta falsa (porte à faux) radical respecto de esos [supuestos] previos (ces préalables), es para recordarles que es una dimensión común del acto: [la] de no conllevar en su instante [de ocurrencia] la presencia del sujeto.
El paso del acto (le passage de l’acte) es ese más allá del cual el sujeto reencontrará su presencia como (en tant que · entends que) renovada, pero nada más (rien d’autre).
Les daré la proxima vez, puesto que esta vez el tiempo me ha faltado, aquello que lo ilustra (ce qui en est l’illustration), el “Winnicott” por el que he introducido, a propósito de ese término de “self”, el ejemplo de una especie de retoque justo (touche juste), respecto de un cierto efecto del significante, ese “Winnicott” nos dará la ilustración de qué acontece con (ce qu’il en advient) el analista justamente a medida (à mesure même) del interés que él coge por (prend à) su objeto.
Justamente en la medida en que es alguien – en la técnica – que se distingue como eminente por (pour) haber escogido (choisi) un objeto, para él privilegiado, él nos hará palpar (toucher) que aquello que él califica casi con esa psicosis latente que existe en algunos casos, es toda la técnica analítica en ella misma que él dará por sí (qu’il va se trouver) muy singularmente renegando (désavouer).
Ahora bien, esto no es un caso particular sino un caso ejemplar.
Si la posición del analista no se determina [a partir] de otra cosa que un acto (rien que d’un acte), ella no puede para él registrarse como efecto (s’enregistrer d’effet · des faits) sino como (de) fruto de acto, y para emplear esta palabra fruto, recordé el último día su eco en (de) fruición. Aquello que el analista registra de mayor como experiencia no podría superar esa curva (dépasser ce tournant) que acabo de indicar, de su propia presencia. ¿Cuáles serían los medios para pueda ser recogido lo que, por el proceso desencadenado del acto analítico, es registrable como (de) saber?
Ahí está lo que plantea la cuestión de lo que es la enseñanza analiítica. En toda la medida (dans toute la mesure) en que el acto psicoanalítico es mal conocido (méconnu: desconocido), en esa misma medida se registran los efectos negativos en cuanto a los progresos de lo que como (de) saber – que hemos constatado, que podemos tocar con el dedo, que se manifiestan y se expresan en muchos otros pasajes y en toda la amplitud (ampleur · en pleurs) de la producción de la literatura analítica – déficits en cuanto a lo que puede ser totalizado, con lo que ella podrá almacenar de saber.
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