21.06.1967

De veras me hace falta… de veras me hace falta acabar hoy (tourner court: zanjar, interrumpir, fracasar). Les anuncié, el último día, que este sería, este año escolar, mi última clase (cours): hará falta cerrar este tema (clore ce sujet) sin haber hecho nada más que abrirlo. Espero que algunos lo retomen, si [acaso] he podido de ese deseo animarlos.

Para acabar, tengo la intención de terminar con lo que se puede llamar una historia clínica (rappel clinique: recuerdo, memoria clínica). No [es] que – ciertamente [que no] (certes) – mientras hablo de lógica y en particular (nommément) de lógica del fantasma, dejo un solo (fût-ce) instante el campo de la clínica.

Cualquiera (chacun) sabe, cualquiera es testigo, entre quienes practican (sont practiciens), que es en el día a día de las declaraciones de sus pacientes (malades) que encuentran, muy comúnmente, mis términos principales. Del mismo modo, yo (moi-même) no me fui a buscarlos en otra parte. Lo que yo propongo (place: sitúo, pongo) – porque llamo a esos términos marcos (repères) de mi enseñanza – lo que propongo, quiero decir aquello en cuyo lugar pongo orden (j’ordonne · j’or donne), es el discurso psicoanalítico mismo.

No más tarde que al comienzo de esta semana… este (là) es un testimonio inverso, de alguna manera, al que me es dado muy a menudo, a saber, que tal paciente pareció dar[le] a su analista, la tarde misma o la mañana del día siguiente a su seminario, algo que parece ser una repetición de ello, a punto que uno se preguntaría si [ese paciente] pudo tener eco de ello. Y si uno se maravilla tanto más en los casos en que eso es verdaderamente imposible, inversamente, yo podría decir que, no más tarde que al comienzo de esta semana, [me] encontraba en los puntos (propos) de tres sesiones que se me ofrecían (qui m’étaient aportées), de un psicoanálisis – poco importa que fuera didáctica o terapéutica – los términos mismos que yo sabía – puesto que era lunes – que yo había excogitado el día antes (la veille), en ese lugar de campo donde preparo para ustedes mi seminario. Entonces, ese discurso analítico, yo no hago nada [más] que dar de alguna manera las coordenadas donde él se sitúa.

Pero ¿qué quiere eso decir – puesto que puedo acercar, puesto que cada uno, tan a menudo (fréquemment), puede acercar ese “discurso”? …que no basta con decir que es “el discurso de un neurótico”, eso no lo especifica. Ese discurso es “el discurso de un neurótico” en las condiciones mismas, en el condicionamiento que le da el hecho de tener lugar (se tenir) en el consultorio (cabinet) del analista. Y – desde ahora – no es porque sí (pour rien) que avanzo esta condición de local. ¿Quiere eso decir que esos ecos, esos calques (“décalques”) incluso, significarían algo muy raro (quelque chose de bien étrange)?

Cualquiera sabe, cualquiera puede ver, cualquiera puede haber experimentado (éprouvé), que mi discurso – ¡por supuesto! – aquí, no es el de la libre asociación. ¿Quiere entonces eso decir que este discurso – para el que recomendamos el método, la vía, de la libre asociación – ese discurso de los pacientes (patients) hace, recubre, ese [otro discurso] que es en este caso (ici) el mío, que en el momento en que él falta (qu’au moment où il y manque) de alguna manera y en que (où) especula, en que mira hacia dentro (introspecte), en que elucubra, en que intelectualiza, como decimos tan amablemente? No, en absoluto (sans doute).

Debe (il doit bien) haber otra cosa que, aún, pueda decir que el paciente obedece a la recomendación de la asociación libre en la medida en que ella es la vía que le proponemos, puede de todos modos, de alguna manera legítimamente, decir las cosas. Y efectivamente, cualquiera sabe bien que si uno le pide pasar por la vía de las asociaciones libres, eso no quiere decir (ce n’est pas dire) que esto viabilice (commande) un discurso laxo o (ni) un discurso roto. Pero igualmente (tout de même) para que algo alcance – a veces hasta en las sutilezas (finesses) – tal distinción respecto de las incidencias de su nexo con su propia demanda, con su cuestión sobre su [propio] deseo, es de todos modos algo capaz (c’est tout de même bien là quelque chose se nature à) hacernos reflexionar un instante en lo que condiciona ese discurso más allá de nuestras indicaciones (consignes). Y en ese punto (là) nos hace falta evidentemente hacer intervenir el elemento que – hoy, me quedaré verdaderamente al nivel de las evidencias más comunes – que se llama: la interpretación.

Antes de preguntarse qué es, cómo, cuándo, hace falta hacerla, lo que no es sin provocar, cada vez más, en (chez) el analista, algún apuro (embarras) – a falta quizás de plantear la cuestión en un momento (au temps) previo a aquél en que yo la voy a plantear. Es éste: cómo el discurso, el discurso libre, el discurso libre que es recomendado al sujeto, ¿está condicionado por lo que está de alguna manera en vías (en passe) de ser interpretado? Y es eso (c’est là) lo que nos lleva a evocar simplemente algunas observaciones (repères) que los lógicos nos dan, y es justamente lo que me llevó (poussé), este año, a hablar de lógica. No es ciertamente que aquí haya podido hacer un curso de lógica, no era, con lo que yo tenía que tratar (recouvrir), compatible.

Yo intenté dar la armadura de una cierta lógica que nos interesa al nivel de estos dos registros: de la alienación, por un lado (d’une part), de la repetición, por el otro (de l’autre). Estos dos esquemas en cuadrángulo y profundamente superpuestos, de los que espero que al menos parte de ustedes se acordará:

1

2

Pero espero también haber incitado algunos a abrir, así, a entreabrir, a echarle un ojo (lorgner) a algunos manuales (bouquins) de lógica, aunque fuera solamente (en fût-ce que) para recordar las distinciones de valor que el lógico introduce en el discurso cuando él distingue, por ejemplo, las frases a las que se llama asertivas, frases imperativas o implorativas (imploratives). Simplemente, para señalar que pasa que puede pasar, puede plantearse (se poser) él se localiza (localise) al nivel de las primeras cuestiones que los demás (les autres) – que no son por supuesto en menor medida palabras llenas de accidentes (incidences), y que podrían también interesarles, a los lógicos, pero, curiosamente (chose curieuse), que ellos no abordan sino contornándolas y en cierto modo en biés (de biais), y que hace que, este campo, ellos lo hayan dejado hasta el día de hoy bastante intacto – esas frases que he llamado imperativas, implorativas en la medida en que al final – ¿qué? – ellas solicitan realmente (bien) alguna cosa que, si nos referimos a lo que definí como acto, no puede dejar de interesar a la lógica: si ellas solicitan intervenciones activas eso puede ser, a veces, a título de actos.

Sin embargo, solamente las primeras serían – en el decir (aux dires) de los lógicos – susceptibles de ser sometidas a lo que se puede llamar la crítica. Definamos a ésta como esa crítica que exige una referencia a las condiciones necesarias para que de un enunciado pueda deducirse otro enunciado. Pero que, a día de hoy (aujourd’hui), sería aquí lanzado (parachuté) por primera vez y que no tendría jamás, por supuesto, oído hablar (ouï parler) de estas cosas, le parecería (trouverait) que ahí hay algo más bien llano (de bien plat).

Pero en fin, supongo de todos modos (quand même) que, para todos, a sus oídos, resuena aquí la distinción entre enunciación y enunciado. Y esto que el enunciado – para hacerme entender (pour m’entendre), para hacerme entender respecto de (dans) lo que acabo de decir – está constituido por una cadena significante. Eso quiere (c’est) decir que lo que está en el discurso, objeto de la lógica, está así limitado a priori (au départ) por condiciones formales y es justamente lo que la hace designar por este nombre esa lógica: lógica formal.

Bueno… pues bien, al comienzo (au départ) – no ciertamente enunciado a priori por el que es aquí el gran iniciador, a saber Aristóteles, enunciado solamente por él de una forma ambigua, parcial, pero sin duda despejada (dégagée) en los progresos ulteriores – vemos – al nivel de lo que llamé las condiciones necesarias – puesta en valor la función de la negación en la medida en que ella excluye el tercero (le tiers). Esto quiere decir que algo no puede ser afirmado y negado a la vez bajo el mismo punto de vista. Es eso, por lo menos, lo que nos enuncia Aristóteles. Aquí, expresamente. Después de todo, podemos bien ahí, enseguida, poner al margen (mettre en marge) lo que Freud nos afirma: que no es sin embargo ahí que participa ese principio que llamamos (on appelle) de no contradicción, se limita a detener (arrêter)…. a detener ¿qué? Lo que se enuncia… en el inconsciente.

Ustedes lo saben, Freud desde la Ciencia de los Sueños (La Science des Rêves) lo subraya: la contradicción – es decir, que una misma cosa sea afirmada y negada, muy propiamente, al mismo tiempo, desde (sous) el mismo ángulo – ahí está lo que Freud nos designa como siendo el privilegio, la propiedad del inconsciente. Si fuera necesario (s’il était besoin) algo para confirmar a aquellos en quienes no les pudo entrar en el tarro (caboche) todavía que el inconsciente está estructurado como un lenguaje (Staferla: Lacan suelta un suspiro), yo diría: cómo entonces pueden ustedes, ustedes mismos justificar que Freud tenga el cuidado (prenne soin) de subrayar esa ausencia en el inconsciente del principio de contradicción? Pues el principio de no contradicción, ¡no tiene absolutamente nada que ver con lo real! No es que en lo real no haya contradicción: ¡[es que] en lo real no se da el caso de la contradicción! (il n’est pas question de contradiction dans le réel)

Si el inconsciente… – ¿no es así? Como quienes, teniendo que hablar del inconsciente – en fin, en lugares donde en principio se transmite (donne) una enseñanza – empiezan por decir: “que aquellos que están en esta sala y que creen que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, salgan”. Claro, ellos tienen razón ¡porque eso muestra (prouve) que ellos ya lo saben todo! Y que en todo caso, para aprender que sea otra cosa, ¡no les hace falta quedarse! (ils n’ont pas besoin de rester; Staferla: risas) Pero esa otra cosa, si son las tendencias – como se dice – la tendencia pura o la tensión, en todo caso, ¡eh!, no es cuestión de que sea otra cosa que lo que es! Ella puede componerse, dado el caso (à l’occasion), según el paralelogramo de las fuerzas, ella puede invertirse mientras nosotros supongamos en ella una dirección – ¿no es así? – pero es en un campo siempre sujeto (soumis), si puede decirse, ¡a composición! Pero en el principio de contradicción se trata de otra cosa.

Se trata de negación. La negación ¡no anda por ahí suelta (ça ne traîne pas) por los arroyos! Ustedes pueden ir a buscarla bajo la pata (pied) de un caballo, ¡no encontrarán jamás una negación! Luego, si se subraya, si Freud – que de todos modos debía saber un montón (un bout) de eso – tiene el cuidado de subrayar que el inconsciente no está sometido al principio de contradicción, pues bien, es precisamente porque puede ser – ¡puede que él, sea el caso de que le esté sometido! (c’est bien parce qu’il peut être – lui – question qu’il y soit soumis!) Y si se da el caso de que él le esté sometido, es evidentemente por causa de lo que estamos viendo (ce qu’on voit): ¡que está estructurado como un lenguaje!

En un lenguaje, el uso de un lenguaje, ese interdicho, después de todo, puede participar de una cierta convención: ese interdicho tiene un sentido, el principio de contradicción [sic] funciona o no funciona. Si uno se da cuenta que en algún lugar no funciona, ¡es porque se trata de un discurso! Invocarlo quiere decir que el inconsciente viola esa lógica y eso muestra, en el mismo gesto (prouve, du même coup), que él está instalado en el campo lógico y que articula unas afirmaciones (propositions). Entonces, recordar eso no es, evidentemente, más que incidentemente, para volver a las bases, a los principios – pero sobre todo para, con esa finalidad, recordarles que los lógicos nos enseñan que la ley de no contradicción – aunque la gente (on) haya podido equivocarse durante bastante tiempo – no es la misma cosa, hay que distinguirla (cest à distinguer) de lo que se llama la ley de bivalencia.

Otra cosa es interdecir en el uso lógico en la medida en que él se otorgó las metas acotadas (donné les buts limités) que les he comentado hace un momento – limitadas en su campo a las frases asertivas, limitadas a esto: despejar (dégager) las condiciones para que de un enunciado se deduzca una cadena correcta, es decir que permita hacer la misma aserción sobre otro enunciado, aserción que es afirmativa o negativa – otra cosa es fundar eso y decir: ley de bivalencia: cualquier afirmación (proposition) es verdadera o es falsa (est ou bien vraie ou bien fausse).

No me voy a extender sobre esto (ici) porque para empezar ya lo he hecho: desde mis primeras lecciones de este año, algunas…. he hecho algunas hints (Staferla: alusiones [en inglés]):

para hacerles que perciban (sentir) hasta qué punto es fácil demostrar que no es solamente por lo que no se sabe que una afirmación puede ser fácilmente construida,

que les haga entender (sentir) cuánto esta bivalencia, esta bivalencia en cuanto contrastada (tranchée), es problemática.

Todos los matices que hay y que se inscriben en el “¿es verdadero que sea falso?” o el “¿es falso que sea verdadero?” No es en absoluto algo lineal, unívoco y contrastado. Pero justamente es eso lo que da todo su valor a la presencia de esta dimensión, que es la nuestra, aquella en el interior de la cual se sitúa ese discurso, al cual pedimos no mirar más lejos – si puedo decirlo – que la punta de su nariz. Basta que ustedes tengan que plantearse la cuestión – digo a quienes conmigo (ceux qui chez moi) entran en análisis – de saber si ustedes deben decir o no: “ella está contrastada” (“elle est tranchée”: ella está cortada). Es la forma más clara de enunciar la regla analítica.

Pero de todos modos lo que no le digo – pero que es el pie por el que empieza, él (pour lequel lui, il part) – es que eso no es sino la verdad, en última instancia, que está ahí planteada como debiendo ser buscada en los fallos (failles) de los enunciados. Fallos que en resumen le doy todo el gusto (loisir), casi la recomendación (que je lui recommande presque), de multiplicar, pero que desde entonces, evidentemente, suponen – suponen del (au) principio de la regla misma que le doy – una coherencia que implica una refección eventual de dichos fallos (impliquant réfection éventuelle des dites failles). Refección que es tarea (qui est à faire · qui est affaire) según unas (quelles) normas, [que no son] sino aquellas que evoca, que sugiere, la presencia de la dimensión de la verdad. Esta dimensión es inevitable en la instauración del discurso analítico.

El discurso analítico es un discurso sometido a esa ley de solicitar esa verdad – de la que hablé, ya, en los términos que son aquí más apropiados: una verdad que habla – de solicitarle, en resumen, que enuncie (d’énoncer · dénoncé) un veredicto, un dicho verdadero (un verdict, un dict véritable).

Por supuesto, la regla toma un valor totalmente distinto (tout autre): esa verdad que habla y cuyo veredicto esperamos (et dont on attend le verdict), se la acaricia, se la domestica (apprivoise), se le pasa la mano por la espalda. Es eso, ¡el verdadero sentido de la regla (règle: norma, período menstrual)! Se la quiere pillar (faire la pige: pillar, capturar), y para pillarla uno finge (on fait semblant) – en resumen, ese es el sentido de la regla de la asociación libre – uno finge que no le trae en cuidado y que le importa un pito (on fait semblant de en pas s’en soucier et de s’en foutre), y que está pensando en otra cosa, así ella soltará quizás el bocado (lâchera… le morceau). Ahí tienen el principio. Cosas de las que casi me sonrojo, en fin, ¡por estar aquí insinuándolas! (d’en faire ici un morceau)

Pero no lo olviden, me las tengo que ver con psicoanalistas, es decir, con quienes – lo que digo es tangible y casi al alcance de cualquiera (tout le monde) – tienen más tendencia a olvidarlo y, evidentemente, tienen para ello razones de peso (de fortes raisons). Voy a decirlas enseguida. Entonces la cuestión está ahí, la señalo de paso, es que en resumen uno interroga la verdad de un discurso que – si es verdadero, siguiendo a Freud, lo que he dicho hace un momento – es la verdad de un discurso que puede decir sí y no a la vez, acerca de la misma cosa – puesto que es un discurso no sometido al principio de contradicción – y que, al ser dicho (se disant), al ser hecho, como discurso tonto (drôle de discours), introduce una verdad.

También eso es fundamental, a prueba (à preuve), tan fundamental – aunque por supuesto no siempre contrastado (dégagé) en el tipo de enseñanza que yo evocaba hace un momento – es tan fundamental que es de ahí que deriva (relève) el sobresalto con el que se sabe, se siente, se tiene el testimonio, que Freud tuvo que ver (a eu affaire), cuando tuvo – fue seguramente ahí donde sucedió eso (s’est passé) – que explicar a su pandilla (à sa bande) – ustedes saben, los compañeros vieneses del Miércoles (Staferla: risas) que una paciente había tenido unos sueños expresamente (faits exprès) ¡para meterlo (le foutre) dentro a él, a Freud!

Sobresalto en la asamblea, ¡e incluso probablemente clamores!

Puesto que del mismo modo se ve que Freud se pone, en fin, le costó un tanto (s’est donné un peu de mal) resolver la cuestión. Él explica eso por supuesto, como puede, es decir (c’est à savoir): que los sueños no son el inconsciente, ¡que los sueños pueden ser mentirosos! Eso no quita (il n’en reste pas moins) que lo menos que se pueda (puisse) decir es que, ese inconsciente, ¡no hay que forzarlo! quiero decir que si esa dimensión debe ser preservada lo que hace Freud es en nombre de esto: que el inconsciente, ese, preserva una verdad que no confiesa, y que si uno lo fuerza, entonces ahí por supuesto (alors là bien sûr) él puede ponerse a decir mentiras por un tubo (mentir à pleins tuyaux) con los medios que tiene. Pero ¿qué quiere decir todo esto? Claro, el inconsciente, no tiene sentido – excepto para los imbéciles que piensan que es el mal; eso no tiene sentido, desde luego (dès lors: desde entonces) – sino si uno ve que no es lo que llamaremos, así, si ustedes quieren, un “sujeto a parte entera” (“sujet à part entière” · sujet à parents tiers: sujeto con padres terceros). O más exactamente que él es de antes (il est d’avant), de antes del sujeto a parte entera: hay un lenguaje antes de (d’avant) que el sujeto sea (en soit) supuesto saber lo que sea (quoique ce soit).

Hay pues una anterioridad lógica del estatuto de la verdad sobre sea lo que sea calificable como (de) sujeto, que pueda alojarse ahí. ¿No es así? Sé bien que cuando digo estas cosas, cuando las escribí por primera vez en La Cosa freudiana, eso tenía… en fin, eso tiene su pequeña resonancia romántica – qué quieren ustedes, no puedo [hacer] nada al respecto – la verdad: un personaje al que se ha dado desde hace mucho una piel, cabellos e incluso un pozo (puits) para alojarse y para ser ahí el títere (ludion).

3

Se trata, para eso, de encontrar la razón.

Lo que quiero simplemente decirles es que es – se lo he dicho hace un momento – imposible de excluir por la razón que ustedes van a ver. Es que si la interpretación no es ese nexo con (rapport à) lo que no hay medio alguna de llamar de otra manera (aucun moyen d’appeler autrement) que [no sea] “la verdad”, si ella no es sino eso detrás de qué, finalmente – uno le da cobijo en la manipulación, así, a diario (de tous les jours), ¡eh! no vamos a fastidiar, así como así, a los peques que controlamos, a darles en el trasero con el rigor de la verdad… (on ne va pas tracasser, comme ça, les petits mignons qu’on contrôle, à leur foutre sur le râble la charge de la vérité…) entonces les decimos (on leur dit) que la interpretación ha sido, o no, “lograda” (a, ou non, “réussi”), como se dice, o no, porque ella – ¿qué? – es [ese] el criterio, ¡eh! – tuvo su efecto de discurso – lo que no puede ser ninguna otra cosa (rien être d’autre)… ¡que [no sea] un discurso! Es decir que hubo material, eso ha rebotado (rebondi), el tipo continuó a despotricar (à déblatérer).

¡Bien! Pero si es eso entonces, si no es [más] que mero (pur) efecto del discurso, eso tiene un nombre que el psicoanálisis conoce perfectamente y que es además para ella un problema – lo que es curioso (drôle) – eso es, muy precisamente, y no otra cosa, ¡a qué se llama la sugestión! Y si la interpretación no fuera sino lo que produce material (rend du matériel), quiero decir: si uno elimina radicalmente la dimensión de la verdad, toda interpretación no es más que sugestión. Es lo que pone en su lugar esas especulaciones harto interesantes – porque se ve bien cuáles no están hechas para evitar la palabra “verdad” (ce mot de “vérité”: esa palabra [acerca] de [una] verdad) – cuando el señor Glover habla de interpretación exacta o inexacta, él no puede hacerlo sino para evitar esa dimensión de la verdad y él lo hace, el buen hombre (le cher homme [cf. le pauvre]) – él que es un hombre que sabe muy bien lo que dice – no solamente para evitar la dimensión, pues ustedes van a ver que él no la evita. Solamente esto: es que se puede hablar de “dimensión de la verdad” pero es muy difícil hablar de “interpretación falsa”. La bivalencia es polar pero ella le crea estorbo al tercer excluido (elle laisse embarrassé quant au tiers exclu). Y es por eso que él admite la fecundidad eventual – hablo de (je dis:) Glover – de la “interpretación inexacta”. Remítanse a su texto.

Inexacta no quiere decir que sea falsa, quiere decir que ella no tiene nada que ver con aquello de qué se trata en aquél momento como verdad pero a veces ella no cae sin embargo necesariamente al lado porque… porque no hay manera (moyen), ahí, de no verla sobresalir (ressortir) porque: ¡la verdad se rebela! Por más inexacta que sea, se la ha toqueteado de todos modos en alguna parte (que toute inexacte qu’elle soit, on l’a tout de même chatouillé quelque part).

Entonces en ese discurso analítico destinado a capturar (captiver) la verdad, es la respuesta interpretación, interpretativa, [la] que representa la verdad, la interpretación como siendo ahí posible, incluso si ella no tiene lugar, que oriente todo ese discurso. Y el discurso que hemos dirigido (commandé) como discurso tiene por función cederle el lugar (lui faire place), él tiende a nada menos (rien d’autre) que instituir un lugar de reserva para que ella se inscriba ahí, esa interpretación, como lugar reservado a la verdad.

Ese lugar es el que el analista ocupa (ce lieu est celui qu’occupe l’analyste). Yo les hago notar que él lo ocupa, ¡pero no es ahí donde el paciente lo pone (le met)!

Ahí está el interés de la definición que doy de la transferencia. Después de todo, ¿por qué no recordar que ella es específica? Él (el analista) está situado en posición de sujeto supuesto saber, y él sabe muy bien que eso no funciona sino con la condición de que él sostenga (qu’à ce qu’il tienne) esa posición, puesto que es ahí que se producen los efectos mismos de la transferencia, aquellos evidentemente en base a (sur) los cuales él tiene dónde (il a à) intervenir para rectificarlos (les rectifier) en el sentido de la verdad. Es decir que él se encuentra (est) entre dos sillas, entre: la posición falsa, de ser sujeto supuesto saber, cosa (ce) que él sabe que no es, y la de tener que rectificar los efectos de esa suposición por parte (de la part) del sujeto, y ésto en nombre de la verdad.

Es en esto precisamente que (c’est bien en quoi) la transferencia es fuente de lo que se llama: resistencia. Es que si es verdadero, como digo, que la verdad en el discurso analítico está colocada fuera, en el lugar de quién escucha (à la place là de qui entend), de hecho quién escucha no puede funcionar sino como repetidor (relais: relevo, albergue) respecto de ese lugar, es decir que lo único que sabe (sache: sepa) es que está él mismo, como sujeto, en el mismo nexo – que el de quién le habla – con la verdad.

Es lo que se llama comúnmente esto: que él está obligatoriamente, como todo el mundo, en dificultad con su inconsciente. Y que ahí está lo que hace la función, la característica coja, de la relación analítica. Es que justamente, solo esta dificultad – la suya propia – puede responder, puede responder dignamente ahí donde se espera – donde se espera ¡y donde a veces se puede esperar mucho! – ¡ahí donde se espera la interpretación! Solamente, ustedes ven, una dificultad – ya sea de ser o de nexo (qu’elle soit d’être ou qu’elle soit de rapport) con la verdad – es probablemente la misma cosa – una dificultad no constituye un estatuto. Es justamente por eso que (pourquoi) es en este punto que se hace [de] todo para desembocar en eso (pour donner à ceci), que es la condición del analista: la de no poder responder sino con su propia dificultad de ser… analista. ¿Por qué no?

Se hace [de] todo para camuflarlo, explicando trucos (en racontant des trucs), por ejemplo que, por supuesto, en fin… con su inconsciente es un asunto con sus normas (une affaire réglée), ¡eh! Hubo psicoanálisis y aún didáctica, y por supuesto todo eso le permitió sin embargo (tout de même), al menos respecto a eso (enfin là-dessus), ¡estar un poco más cómodo (à l’aise)! Mientras que nosotros no nos encontramos (sommes) en el dominio del más o del menos. Nos encontramos en el fundamento mismo de lo que constituye el discurso analítico. Esto no va [muy] rápido, ¿a qué no? (hein? Staferla: risas) Pues bien, sin embargo es exactamente (bien) así cómo hace falta avanzar.

Esta verdad, si ella se relaciona con (rapporte au) el deseo, va quizás a darnos cuenta de las dificultades que tenemos en manejar aquí esta verdad, de la misma manera que los lógicos pueden hacerlo. Que me baste evocar que el deseo no es algo “así” (“comme ça”), de hecho (en effet), cuya verdad sea tan simple de definir. Porque la verdad del deseo, ¡eso es tangible! Siempre tenemos que vérnoslas con eso (nous avons toujours à y faire) porque es por eso que la gente viene a consultarnos (les gens viennent nous trouver: las personas vienen a por nosotros, a encontrarnos) sobre el tema de lo que les sucede (sujet de ce qui se passe), a ellos, cuando el deseo llega a lo que se llama “la hora de la verdad”.

Eso quiere decir: he deseado mucho alguna cosa, lo que sea, estoy delante [de ello] (j’y suis devant), puedo tenerlo. ¡Entonces hay un accidente! (c’est là qui arrive un accident!) Sí, el deseo – ya he intentado explicarlo – es falta, no he sido yo quién lo ha inventado, la gente (on) lo sabe desde hace mucho tiempo, se han hecho otras deducciones a partir de ahí, pero es de ahí de dónde se ha partido, porque no se puede partir sino de ahí.

Para Sócrates, el deseo es falta en su esencia misma (est manque dans son essence même: es esencialmente falta). Y esto tiene un sentido: es que no hay objeto cuyo deseo se satisfaga, incluso si hay objetos que son causa del deseo. ¿En qué se vuelve (que devient) el deseo a la hora de la verdad? Es a partir de esos accidentes bien conocidos que la sabiduría saca ventaja y presume (targue) de considerarla como locura, y luego de instaurar todo tipo de medidas dietéticas para guardarse de ello (pour en être préservée) – del deseo, quiero decir (je dis). ¡Ahí lo tienen!

Lo único es que (seulement) el problema, el problema es que hay un momento en que el deseo es deseable: es cuando se trata de lo que sucede, no sin razón, para la ejecución (exécution) del acto sexual. Y entonces ahí error, el error considerable, es creer que el deseo tiene una función que se inserta en lo fisiológico. Se cree que el inconsciente no hace más que traer problemas (apporter le trouble: aportar el trastorno). ¡Es un error! Es un error que hoy día – dios mío – “así” – yo pongo de manifiesto, porque les hago esto (je monte en épingle puisque je vous fais comme ça; Staferla: Lacan hace señal de despedirse con la mano) por algunos meses, mi despedida (mes adieux).

Pero uno se da cuenta casi enseguida (fort bien: muy fácilmente) que es, a pesar de todo, un error que permanece inscrito en el fondo mismo de los espíritus más avisados (avertis: advertidos, ilustrados), quiero decir de los psicoanalistas. Es muy extraño que uno no comprenda que lo que aparece, en fin como la medida (mesure), el test del deseo, dicho de otra manera – por dios (mon dieu) – la erección, pues bien – por dios – eso no tiene nada qué ver (faire) con el deseo. El deseo puede perfectamente funcionar, jugar, tener todos sus incidentes (incidences), sin estar en absoluto acompañado de ella (en [la erección]). La erección es un fenómeno que – para situarlo – está en (est sur: se halla sobre) el camino del goce. Quiero decir que ella misma, esa erección, es goce, y que precisamente se requiere (il est demandé) – para que se opere el acto sexual – que uno no se detenga ahí en ese goce autoerótico.

No se ve por qué, si fuera de otra manera, ese goce estaría marcado por esa especie de velo. Normalmente, quiero decir cuando el acto sexual – al menos cabe (il faut) suponerlo – tiene todo su valor, pues bien, ¡los emblemas priápicos se elevan en todas las plazas! (carrefours) No es un objeto que se sustraiga (à soustraire) a la contemplación común sino en la medida, precisamente, en que esa erección es cuestionable, es cuestionable respecto del acto sexual como acto. Este deseo de qué se trata – el deseo inconsciente, aquél de qué se habla en el psicoanálisis y en la medida en que tiene nexo (a rapport) con el acto sexual – hace falta en primer lugar, conviene definirlo bien y ver de dónde surge este término antes de que funcione.

Es muy importante recordar esto, que es sin embargo, desde siempre, mi enseñanza. Para esto, que es que si uno no se acuerda, si uno no pone en estos términos la operación indispensable al acto sexual, si no es en el (au) registro del goce – y no del deseo – que se coloca (pose) la operación de la cópula, su posibilidad de realización, se está absolutamente condenado a no comprender nada de todo lo que decimos del deseo femenino, del que explicamos que está, como el deseo masculino, en una cierta relación (relation) con una falta, una falta simbolizada, que es la falta fálica. Cómo comprender, cómo situar con justeza (justesse) el sentido, el lugar de lo que decimos al respecto (là) concerniendo al deseo femenino, si no se parte de eso – que en el plano del goce diferencia fundamentalmente las dos partes (les deux partenaires), crea (fait) entre los dos el abismo – que designaré, pienso, suficientemente, tomando dos puntos de apoyo (deux repères): el [relativo] al hombre que he definido hace un momento (à l’instant) como la erección, en el plano del goce, y el [relativo] (pour) a la mujer, para el cual no encontraré mejor que esto, para qué afortunadamente no esperé a ser psicoanalista para tener la confianza y que cada uno de ustedes pueda tenerla ((et que vous pouvez avoir chacun): es la manera cómo las chicas (jeunes filles) designan entre ellas lo que les parece más cercano a lo que designo a este nivel, a saber, que ellas llaman “el golpe del ascensor” (“le coup de l’ascenseur”) cuando eso les hace algo así (quelque chose comme ça; Staferla: Lacan hace mímica de la cosa), como lo que sucede cuando baja de forma un poco brusca (un peu brusquement). Ellas saben que – ellas saben muy bien – que ahí hay algo que es del orden, del registro, de aquello de qué se trata en el acto sexual.

Es de ahí que hace falta partir para saber a qué distancia colocar (placer) el deseo – es decir, aquello de qué se trata en el inconsciente – el deseo en su nexo con (rapport à) el acto sexual. No es un nexo de derecho a revés (d’endroit à l’envers · d’endroit à Anvers: de lugar en Amberes). No es un nexo de epifenómenos. No es un nexo de cosas que dan el pego (qui collent). Es por eso que es muy necesario ejercerse durante algunos años a a saber que el deseo no tiene nada qué ver (faire) con la demanda, que es lo que se produce como sujeto en el acto de la demanda. Y el deseo no está interesado en el acto sexual sino en la medida en que una demanda puede estar interesada en el acto sexual. Lo que, después de todo no es obligatorio (pas forcé)…. en fin, lo que es habitual (courant). Lo que es habitual en la medida en que el acto sexual – que es lo que les he definido: a saber, lo que no desemboca jamás, lo que no desemboca jamás en hacer un hombre ni una mujer… en fin, digamos esto para provocarles – es que el acto sexual está insertado (inséré) en algo que se llama el mercado – o el comercio – sexual. Y ahí hay que hacer demandas (alors là, on a à faire des demandes · ….affaire…: uno tiene que vérselas con las demandas). Es de la demanda – y profundamente (foncièrement) de la demanda – que surge el deseo.

Es precisamente por eso que el deseo en el inconsciente está estructurado como un lenguaje, ¡porque viene de ahí (en sort: surge de él)!

Es una desgracia que yo tenga que repetir estas cosas como un loro (il est malheureux qu’il faille que je gueule ces choses), que están absolutamente al alcance de cualquiera (n’importe qui), y que son regularmente omitidas y olvidadas en todo lo que se elucubra [respecto] de las teorías más simples concerniendo al psicoanálisis. ¡Lo he dicho! (Voilà!)

Esto quiere decir, al mismo tiempo, que ese deseo, que no es más que un derivado (sous-produit) de la demanda – de esto no tengo yo que darles (en faire) la teoría –, es justamente así (là: ahí) que se entiende (saisit) por qué es de su naturaleza no estar satisfecho. Porque si el deseo surge de la dimensión de la demanda, incluso si la demanda es satisfecha en el plano de la necesidad (besoin) que la ha suscitado, es propio (de la nature) de la demanda – porque ella fue lingüística (langagière) – engendrar ese fallo del deseo que viene [del hecho] de que él es demanda articulada y que hace que hay alguna cosa como desubicada (quelque chose de déplacé) que vuelve (rend) el objeto de la demanda impropio para (à) satisfacer el deseo.

Así como el pecho (tel le sein) que es todo… que es lo que desubica todo lo que pasa por la boca por una necesidad digestiva, que substituye ahí esa cosa (ce quelque chose) que es propiamente lo que se pierde (ce qui est perdu: lo que es perdido), lo que no puede más ser dado (ce qui en peut plus être donné).

No hay probabilidad (chances) de que el deseo sea satisfecho (soit satisfait): uno no puede satisfacer sino la demanda. Y es por eso que es cierto (juste) decir que el deseo es el deseo del otrA: su fallo se produce en el lugar del otrA (au lieu de l’Autre), en la medida en que es al lugar (au lieu) del otrA que se dirige la demanda. Es ahí que él se encuentra con tener que (il se trouve devoir) cohabitar con aquello de qué el otrA es también el lugar (lieu), a título de verdad (au titre de la vérité), en el sentido (en ce sens · en cessant: acabando) en que no hay refugio (abri) para la verdad en ningún lugar (nulle part) más que dónde tiene sitio (place) el lenguaje, y que el lenguaje, es en el lugar del otrA (au lieu de l’Autre: en el lugar del Otro) que encuentra su sitio (trouve sa place).

¿Entonces…? (alors? · à l’or) Entonces (alors) sobre ese tema haría falta comprender un poquito de qué se trata respecto de ese deseo en su nexo con (rapport) el deseo del otrA. Intenté, en ese sentido (pour ça), construir para ustedes un pequeño apólogo que he tomado prestado, no ciertamente por casualidad sino por razones que son muy esenciales para lo que se llama el arte del vendedor. Es decir, el arte de ofrecer, en su designio de crear la demanda (créer la demande: crear una creencia de una necesidad [en este contexto]: hace falta hacerle desear a alguien un objeto del que no tiene ninguna necesidad para orientarle hacia la demanda [de eso mismo] (pour le pousser à le demander).

Entonces (alors), no necesito describir para ustedes todos los trucos que emplean para hacerlo (qu’on emploie pour ça). Se le dice que le hará falta (qu’il va lui manquer: que lo necesitará, lo echará de menos), por ejemplo que otro se lo pida, que por ese hecho tendrá barra sobre él (par exemple de ce qu’un autre le prenne, qui de ce fait aura barre sur lui).

Yo utilizo palabras donde reverberan (j’emploie des mots qui vont en écho à) mis símbolos habituales. Pero es así literalmente que eso funciona en el espíritu de lo que se llama un buen vendedor. O entonces vamos aún a mostrarle que será ese verdaderamente un signo exterior, [un signo] mayor efectivamente (tout à fait majeur) para el decorado que él pretende (entend) dar a su vida. Nosotros creemos en ello… en resumen, es por el deseo del otrA que cualquier (tout) objeto está presente cuando se trata… de tenerlo (l’acheter: comprarlo).

De tenerlo, de tenerlo… detenerlo (l’acheter, l’acheter… lâcheté: comprarlo, comprarlo… lasitud; Staferla: risas).

¡Decida, decida! (Tiens! Tiens!; Staferla: Lacan hace una vocecita) Es bastante curioso, es una palabra… decida (un mot… lâcheté)… “lâcheté”, “Feigheit”… Señor, ¡tiene usted desidia! (Monsieur, vous êtes un lâche!) “Tua tes agitur” – se trata justo, efectivamente, de desidia (de lâcheté · de l’acheter: de comprarlo), pero es de ti mismo (toi-même) que se trata. Sí, es justamente de eso que se trata… Lo que se ve, por esto (e qui se voit à ceci), que el resultado principal – tú lo sabes muy bien – que surge de esa serie de malversaciones – que son las que la vida resume bajo el signo del deseo – ese resultado principal será el que se llevará (poussera) siempre más lejos en la dirección (dans le sens: en el sentido) de rescatarte (de te racheter: de recomprarte). De rescatarte de detenerte (de te racheter de la lâcheté: de rescatarte de la desidia, de decidirte [por inercia], de comprarlo; Staferla: risas).

Yo tuve el cuidado, sin embargo, antes de traer esta dimensión siempre evidentemente enmascarada por (dans) la intervención analítica, pero que los demás, que quienes cogen la sartén por el mango (ceux qui sont dans le coup) – quiero decir aquél que sujeta (tient) el discurso analítico – no enmascaran. Está muy bien que la dimensión de la desidia (lâcheté) haya interesado, pero no sé… tuve el cuidado de reabrir para ustedes, en fin… “así” (“comme ça”) – no importa cuál de las grandes observaciones (observations) de Freud. Fui a parar (tombé) enseguida en el [caso d]el hombre de las ratas (l’homme aux rats · l’homo, Marat) en el hecho de que el paciente trae (amène · amen) enseguida esa dimensión de la desidia! Solamente lo que no está claro es dónde está ella, la desidia. Es como en el caso de la (pour la) dimensión de hace un momento, la de la verdad. La audacia (le courage) del sujeto es quizás justamente la de jugar el juego del deseo, y del deseo del otrA. Es darle primacía (donner la prime) a algo que es igualmente, quizás, la desidia del otrA que lo compra y de encontrarse ahí al final. Reencontrarse, pues a fin de cuentas el problema está precisamente ahí (est bien là) cuando se trata de la neurosis. Pero para eso, es importante entender (saisir) bien, o más exactamente recordar, hacer regresar (ramener) al primer plano lo que dije yo del deseo, lo que dije en su día (dans son temps) del deseo, cuando dije: el deseo es su interpretación. ¿Eh?

De todos modos, uno podría objetar. Porque después de todo, ese deseo, ese deseo inconsciente del que nadie quiere muy bien saber qué quiere eso decir, ¡un deseo inconsciente! ¿Qué es lo que debe, en principio, ser más consciente que el deseo? Si uno habla de deseo inconsciente, ¡es efectivamente porque es el deseo del otrA que es posible! Si hay justamente lo que acabo de evocar, por una recurso a (rappel de) a la metáfora de la compra (de l’achat), de la que no se sabe en quién se apoya (dont on ne sait pas sur qui il a prise · apprise · apprivoise), de esta arte-captación (art-captivation) en el deseo del otrA… es que hay un paso a dar (à franchir).

El deseo inconsciente, si es inconsciente, se nos dice, es porque (c’est que) en el discurso que lo soporta uno se ha saltado un eslabón (on a fait sauter un chaînon) para que el deseo del otrA sea – ¿qué? – ¡desconocible! (méconnaissable)

Es el mejor truco que se ha descubierto para detener (stopper) esa mecánica: hay pues un “no” (un “pas”, eh bien), creemos (nous créons), más acá de ese “no” (pas: “paso”), no el “no deseo” (“non désir”) sino el “deseo, paso” (“désir pas”: “deseo no”; · [ne] désire pas: no desees, no desee).*

[*En castellano, intento compensar la inexistencia de las sutilezas de la negación a las que Lacan se refiere enseguida como siendo particulares del francés con otras que son particulares en el castellano: “pas”, que se puede traducir por “no” o por “paso” (substantivo), si se opta por la segunda se vuelve, de nuevo, significante de negación, ya que con la cadena significante “paso” se da soporte tanto al substantivo como a la primera persona del presente indicativo del verbo pasar que, con la preposición “de”, significa prescindir de algo y por lo tanto rehusarlo y negarlo, p.ej.: “paso de pagar”, “paso de ti”, “paso de matarlo”.]

La definición del deseo inconsciente: es eso… que las sutilezas de la negación, en francés, nos permiten expresar [pas: paso, no], a saber, ese punto de caída que el “pas”, el “point” [otro negante francés: “ne... point”] designa para nosotros (que nous désigne), que ya utilicé respecto del tema del “so sentido” (sur le sujet du “pas de sens”).

Ese “deseo, paso” (“désir pas”), yo incluso (j’irai même…) – si ustedes me aflojan un poquito la cuerda al cuello (la bride sur le cou) – haría (…jusqu’à en faire) un nombre escrito de un solo acabado (d’une seule tenue) y este “des” que lo comanda, darle la misma énfasis (accent) que des-esperanza, o que des-encia (dés-être), y decir que el deseo inconsciente del “des eopaso” es algo que se derrumba (déchoit) en relación a no sé qué “eopaso” (irpas).

Eopaso que designa muy precisamente el deseo del otrA respecto al cual interpretarlo se verbalizaría bastante bien con un “eopasado” (irpassé). Es eso a través de qué es posible (se peut) hacer la inversión (inversion). [El caso] es que la interpretación, efectivamente, es ella que le quita el sitio (prend la place: ocupa, toma el lugar) del deseo, en el sentido en que, hace un momento, ustedes me objetaban que él está ahí – por inconsciente que sea – antes (d’abord). Pero él está ahí también, mientras uno vuelve ahí (tel qu’on y repasse), porque él está ahí ya articulado y la interpretación, cuando ella tomó su sitio (a pris sa place: el lugar del deseo o el suyo propio, de la interpretación), afortunadamente eso no cambia (arrange) nada, pues no es seguro para nada que el deseo que hemos interpretado se salga con la suya (ait son issue: tenga su salida, se realice de algún modo), nosotros contamos incluso con que no lo hará, y que permanecerá siempre y más aún (et d’autant mieux) un “deseo paso”. Eso nos da incluso, para la interpretación del deseo, para ponernos las botas (des coudées assez larges).

Pero entonces, convendría de todos modos saber aquí qué quiere decir lo que es su soporte bajo el nombre de “fantasma”, y a qué juego estamos jugando (quel jeu nous jouons) al interpretar esos deseos inconscientes, señaladamente los del hablante de neurosis (névrosé). Es ahí que se trata de hacer la pregunta sobre (poser la question concernant) el fantasma. La hemos hecho veces sin detenernos (sans arrêt), hagámosla de nuevo ahora (reposons-la ici), en el término, una última vez.

Cuando los lógicos – de dónde ha partido hoy todo este discurso – se limitan a las funciones formales de la verdad, yo les he dicho: ellos encuentran un “gap”, ellos encuentran un esacio singular, entre ese principio de no contradicción y el de bivalencia, y ustedes lo encuentran desde Aristóteles, precisamente en el libro que se llama De la interpretación, y que – por comodidad (pour être commode) se lo señalo – está en el párrafo 19-a en la notación que designa los manuscritos clásicos de Aristóteles y que ustedes encuentra en la página 100 – es fácil de recordar (retenir) – en la pésima traducción que les recomiendo, la de Tricot, que es fácil de encontrar (qui est courante).

Aristóteles pone en causa la función que conlleva (comporte) la bivalencia de lo verdadero y de lo falso en sus consecuencias. Quiero decir: en lo que ella conlleva cuando se trata de lo contingente, en lo que va a venir (va arriver). Lo que va a venir, si sí o no, si planteamos que es verdadero o falso. Es así verdadero o falso enseguida (tout de suite). Naturalmente, es no puede funcionar (ça en peut pas marcher). La solución que él da para eso, la que consiste en (est de) poner en duda la bivalencia, no es lo que está aquí en causa. Yo no alimentaré (pousserai) aquí la discusión.

Pero por otra parte (par contre), lo que haré notar es que la solución lógica – banal, corriente, la que es dada por ejemplo en el volumen de los Kneale – estoy convencido (je crois bien) de que pronuncio correctamente su apellido (son nom) – Desarrollos de la lógica (Développements de la logique) – la que consiste en decir que lo que es verdadero no podría ser la articulación significante sino lo que ella quiere decir: esta solución es falsa.

Esta solución es falsa, como todo el desarrollo de la lógica lo demuestra, quiero decir que lo que se deduce de cualquier instauración formal no podría en ningún caso fundarse en (sur) la significación, por la simple razón que no hay la posibilidad de fijar ninguna significación que sea unívocam y que sean cuales sean los significantes que ustedes adelanten (avancez: avancen, propongan) para rotularlo (épingler) [como] verdadero o falso, siempre es posible implicarlo en una circunstancia donde la verdad, la más claramente enunciada a título del contenido significado, será falsa, incluso más que falsa; un engaño característico.

No es posible instaurar un orden sino atribuyendo – hablo de lógica – sino atribuyendo la función de la verdad a un conjunto (groupement: agrupación) significante. Es por eso que ese uso – lógico – de la verdad no se encuentra sino en la matemática donde – como lo dice Bertrand Russell – no se sabe en ningún caso de qué se está hablando (on en sait en aucun cas de quoi l’on parle). Y si se cree saberlo, pronto se es desengañado (détrompé): habrá que arreglarlo enseguida (il faudra rapidement faire le ménage) y sacar de la intuición (et faire sortir l’intuition). Recuerdo esto para interrogar lo que tiene que ver con (ce qu’il en est de) la función del fantasma. Yo digo – modelo: Un niño es pegado (Un enfant est battu · ébats: retozos) – que el fantasma no es sino un arreglo (arrangement) significante cuya fórmula di hace mucho emparejando (couplant) ahí el (a)menudo al S barrado: S ◊ a.

Lo que quiere decir que hay dos características: la presencia de un objeto (a)menudo; y por otro lado ninguna otra cosa (rien d’autre) que engendre al sujeto como S barrado, a saber: una frase (une phrase ·· fera). Es por eso que “Un niño es pegado” es típico: “Un niño es pegado” no es otra cosa que la articulación significante: un niño es pegado, casi a razón (à ceci près) – lean el texto, remítanse a él – de que ahí yerra, ahí vuela nada menos (rien d’autre) que esto – pero imposible de eliminar – que se llama: el fijarse (le regard)*.

[*le regard: literalmente: la mirada; pero se trata de la mirada como esa posibilidad de fijarse en algo, en el doble sentido de verlo, toparse con ello, y quedarse ahí, permanecer ahí o quedarse con ello más allá de la desaparición de ese lugar y de ese instante irreparable pero casi infinitamente repetible.]

Antes de convocar (faire jouer: hacer jugar, poner en juego) los tres tiempos de la génesis de ese producto que se llama el fantasma, ¡importa sin embargo designar qué es él! No es porque Freud tenía que vérselas con iletrados que dejar de ser (ne reste pas) interesante sentar los pilares (arêtes) firmes del estatuto del fantasma y decir: no es estrictamente otra cosa – conforme lo que les aporté al comienzo de este año, concerniendo al emparejamiento (couplage) de una parte del “yo no pienso con la estructura gramatical – de decirles que es en el lugar (place) mismo de esa estructura gramatical que en cuarto vértice (sommet) del cuadránduglo surge el objeto (a)menudo, y añadir – puesto que acabamos (venons) de designar dos de ellos, los dos a la izquierda – que el ángulo abajo a la derecha (en bas et à droite), el del “yo no soy” cede (laisse) el lugar – que él merma (écorne) al nivel del inconsciente – a esto que es el complemento de la estructura puramente gramatical significante del fantasma, a saber de dónde (ce dont) he partido hoy y que se llama: una significación de verdad.

Lo que hay que retener, a poner a la vista (à monter en épingle), en todo lo que enuncia Freud concerniendo al fantasma, es simplemente ese pequeño rasgo clínico – ese que él aquí adelanta para, seguramente, demostrarnos tantas cosas [respecto] de su uso, manipulándolo – pero lo que hace falta retener es un rasgo así (comme celui-ci): que este fantasma, el mismo, se encuentra en estructuras neuróticas muy distintas (différentes), pero igualmente – ustedes lo saben – que ese fantasma queda a una distancia regular de todo lo que debate (débat: ébats), de todo lo que se disputa en los análisis, en la medida en que se trata en ellos de traducir la verdad de los síntomas (la vérité des symptômes: la verdad que los síntomas significan y representan; la verdad específica de los síntomas, esa verdad hecha, configurada por esas formaciones del inconsciente).

Parece que haya ahí como una especie de muleta o de cuerpo extraño, algo al uso, al fin y al cabo (après tout) ustedes lo saben, que tiene una función muy (bien) determinada: es de subvenir a que después de todo (après tout) uno bien puede llamar por su nombre: una cierta carencia del deseo. En la medida en que él está en juego, interesado – hace mucha falta (il faut bien) que lo esté, por lo menos (en serait-ce que) para dar los pasos de entrada (faire les pas de l’entrée), poner orden en la habitación (dans la pièce) – en la entrada del acto sexual. Esta distancia del fantasma, relativamente a la zona donde se juega lo que he puesto en evidencia (mis en valeur) hace un momento como primordial, [respecto] de la función del deseo y de su lazo con (lien à) la demanda y de esto – tan evidente que es de ahí (cela) que resulta toda (toute entière) la inflexión del análisis en torno a los registros llamados de la frustración y de los términos análogos – es esto lo que nos permite hacer el punto de la diferencia que va (il y a) de la estructura perversa a la estructura neurótica. ¿Qué quiero decir cuando digo que el fantasma tiene ahí el tol de significación de verdad? ¡Pues bien, se lo voy a decir! Digo lo mismo que dicen los lógicos, a saber: ustedes pierden la partida (loupez la commande) al querer a cualquier precio (tout prix: todo el premio), ese fantasma, insertarlo en ese discurso del inconsciente, cuando de todos modos él [se] les resiste bastante bien, a esa reducción.

Y cuando ustedes deben decir que en el tiempo mediano, el segundo tiempo (temps II) de Un niño es pegado, aquél en que es el sujeto quién está en el lugar del aunoablante (enfant), aquél, ustedes no lo obtienen sino en casos excepcionales. Es que en realidad (à la vérité) la función del fantasma – quiero decir: en su interpretación y más especialmente aún en la interpretación general que ustedes darán de la estructura de tal o cual (telle ou telle) neurosis, que deberá siempre, en último término, inscribirse en los registros que son los que di, a saber: en la fobia (pour la phobie), el deseo prohibido (prévenu); en la histeria, el deseo insatisfecho; en la obsesión, el deseo imposible.

¿Cuál es el rol del fantasma en ese orden de deseo neurótico? Pues bien, significación de verdad, he dicho: eso quiere decir lo mismo que cuando ustedes le infligen una V mayúscula (vous affectez d’un grand V) – pura convención en la teoría que se da por ejemplo en determinado conjunto (donnée pour exemple de tel sensemble: dada por ejemplo en tal conjunto; dada como ejemplo de cierto conjunto) – cuando ustedes le infligen la connotación de verdad algo que ustedes llamarán un axioma: en su interpretación el fantasma no tiene ningún otro rol, ustedes tienen que ir a por él (vous avez à le prendre) tan literalmente cuanto [sea] posible y lo que ustedes tienen qué hacer es hallar en cada estructura, definir las leyes de transformación que garantizarán a ese fantasma, en la deducción de los enunciados del discurso inconsciente, el lugar de un axioma.

Tal es la única función posible que se pueda dar al rol del fantasma en la economía neurótica. Que eso advenga, que su acuerdo (arrangement) sea tomado en préstamo del campo de determinación del goce perverso, es eso – ustedes lo vieron – que demostré – y cuya fórmula creo, en nuestros encuentros (entretiens) precedentes, haber fijado suficientemente – relativamente a (au regard de) la disyunción – en el campo del otrA – del cuerpo y del goce y de esa parte preservada (préservée) del cuerpo donde el goce puede refugiarse. Que el neurótico encuentre en ese acuerdo el soporte hecho para hacer frente (parer) a la carencia de su deseo en el campo del acto sexual, eso es – desde luego (c’est là – dès lors) – lo que menos tendría (ce qui est moins fait) que sorprendernos.

Y si ustedes quieren que yo les dé alguna cosa que les sirva a la vez de lectura – no puedo decir que eso deba ser para ustedes una lectura agradable: es más pesado que una vaca en brazos (c’est emmerdant comme la fumée) – pero de todos modos, como ejemplo de una verdadera cagada (saloperie) en materia científica, les recomiendo la lectura, en Havelock Ellis, del caso célebre de Florie. No se puede ver mejor [que ahí] hasta qué punto un cierto modo de abordaje de un campo del que uno presume (targue) – en nombre de no sé qué objetividad – de forzar las puertas, mientras uno le está integralmente sometido (alors qu’on en est intégralement serf), y sometido de una manera verdaderamente muy singular – no hay una sola línea (pas une des lignes) de esa observación célebre que no contenga (porte) de alguna manera las marcas de la dejadez (lâcheté) del profesor.

Es un texto sensacional, este caso de Florie. Sin duda, él les aparecerá con todas sus (les) características, después de los puntos que les he señalado (après les repères que je vous ai données), de ser una neurosis. De ninguna manera el momento en que Florie atraviesa (franchit) – en el sentido de eso que puede de alguna manera llegar al neurótico sin que jamás haya nada para él de equivalente al goce perverso, sino “atraviesa” en el sentido ambiguo que hace de ello a la vez un paso al acto (passage à l’acte) y, para nosotros que leemos, un ex-acto (acting out) – algo que hace que Florie, achacada (affectée) por sus fantasmas de flagelación, llega, una vez, a atravesar en ellos (en franchir: franquear ahí) lo prohibido (interdit: interdicho) que ellos representan para ella.

Esto vale la pena ser confrontado con las carencias absolutamente manifiestas de esta observación, y hasta el punto en que – Florie habiéndole confesado que no es sino excepcionalmente que ella hace entrar en sus fantasmas una persona real, alguien que ella admira y que ella venera – es realmente (vraiment) increíble ver la pluma de Havelock Ellos inscribir: “de quién se trata, no le pregunté”. Entonces está claro… (Staferla: risas) – como en el caso del Ubú Rey (Père Ubu), cuando ustedes le ven todavía la cola del puerco (queue du cochon) entre los dientes – que por supuesto es Havelock Ellis – que está ahí metido en la salsa (roulé dans la farine) hasta el cuello (de bout en bout · debout en boue: de pie en el lodo) con (par) esta paciente – ¡naturalmente, que se trata!

Y después de esto, más vale dárselas de protagonista (il vaut mieux avoir à faire le grand personnage) para retomar los miembros de la comunidad analítica, que se permitieron opinar sobre este mismo caso con un respeto además completamente injustificado por el aprovechamiento (recueil) de esta observación por Havelock Ellis. Esto sin embargo es justamente de naturaleza a mostrarles a la vez, en su conjunto, todas las dificultades que he querido poner de relieve hoy concerniendo a aquello en que consiste (ce qu’il en est) la apreciación del fantasma. Si se puede decir, diré que del fantasma – tal como [nos] lo imaginamos nosotros, pobres neuróticos – del fantasma en su función al nivel llamado perverso (dit pervers), al de su función en el registro neurótico, ¡hay exactamente la distancia – acabo con esto para dármelas de clínico (pour faire clinique: para hacer clínica, para hacer el clínico) del dormitorio! (de la chambre à choucher · la chambre acouchée: la cámara que ha sido alumbrada, dada a luz).

¿Acaso hay dormitorios (chambres à coucher · chambres acouchées)? No hay acto sexual… Eso deja, sobre el dormitorio, eh – aparte la de Ulises, donde el lecho (lit) es un tronco enraizado en el suelo (sol) – eso le deja al sujeto unos dormitorios (ça laisse sur le sujet des chambres à coucher) – y luego sobre todo en nuestra época, eh, en que todas las cosas se balancean en el muro (se balancent dans le mur) – eso deja serias dudas (un sérieux doute), pero en fin, es un lugar que, al menos teóricamente, existe.

Hay sin embargo una distancia entre el dormitorio y el servicio (cabinet de toilette: cuarto de baño, aseo). Fíjense bien (faites bien attention) que todo lo que sucede (se passe) de neurótico sucede esencialmente en el servicio – es muy importante, estas cuestiones de ordenamiento lógico (arrangement de logique) – en el servicio o en la antecámara (antichambre · anti-chambre: anti-habitación), da lo mismo (c’est la même chose).

El hombre del placer (du plaisir) en el siglo XVIII, también él… todo sucedía en el tocador (boudoir · boue d’or: lodo de oro). ¡Cada cual tiene su lugar! Si ustedes quieren precisiones, ¿eh?

La fobia puede suceder en el armario de la ropa (l’armoire à vêtements)… o en el pasillo (couloir), en la cocina.

La histeria sucede en el locutorio (parloir), el locutorio de los conventos de monjas (nonnes · non), por supuesto (bien entendu).

¿Qué? ¿La obsesión? ¡En el cagadero! (dans les chiottes!)*

[* en el váter; el registro de “chiottes” es entre familiar y vulgar, y “chier” es el argot para cagar o fastidiar; se faire chier: aburrirse muchísimo).

Fíjense bien en esas cosas, es realmente (tout à fait) importante. Sí, todo eso nos deja a las puertas (nous amène à la porte) de lo que les invitaré a atravesar (franchir) el año que viene (prochaine), a saber: un dormitorio donde no sucede nada, dado el caso de que (si ce n’est que) el acto sexual se presenta ahí como forclusión propriamente dicha: Verwerfung. Es lo que se llama comúnmente la consulta del analista (le cabinet d’analyste).

El título que daré a mis lecciones del año que viene se llamará: el acto psicoanalítico.

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