El análisis puede ser interminable pero no un curso. Hace falta que haya un fin. Entonces el último de este año tendrá lugar el próximo miércoles. Así que hoy es el penúltimo. Este año, decidí (choisi) que no haya seminario cerrado. Di lugar sin embargo al menos – me disculpo si olvido [a alguna] – al menos a dos personas que me aportaron aquí su contribución. Quizás, al inicio de este penúltimo curso habrá alguno entre ustedes – uno o muchos – alguno que tuviera ganas de decirme quizás sobre qué le gustaría verme – quién sabe – poner un poco más en relieve (accent), o dar una respuesta, dar inicio a una reanudación (amorcer une reprise) para el futuro, [ya] sea en esta penúltima sesión, ya sea en la última. En fin, veré si puedo contestar hoy. Me esforzaré al menos por indicar en qué sentido puedo contestar, o igual (ou bien) – no lo sé – no contestar, el próximo día. Resumiendo, si algunos de ustedes quisieran (voulaient bien) aquí, enseguida, rápidamente, darme al respecto si puedo decirlo algunas indicaciones [acerca] de sus votos (vœux), de lo que yo puedo haber dejado qué desear relativamente al campo que articulé este año sobre la lógica del fantasma, pues bien, les estaré muy agradecido.
Pues eso, la palabra, ¿para quién? (à qui)
No hace falta hacerse de rogar (traîner: arrastrar), por otra parte.
¿Quién la pide? Bueno… ¡Qué calor hace!
Bueno, muy bien, no hablemos más de eso, al menos por ahora. Los que tengan el ingenio de la escalera (l’esprit de l’escalier) podrán quizás enviarme una palabrita (un petit mot)… Mi dirección está en el anuario, es calle Lille. No creo además que ustedes tengan [ninguna] hesitación: que yo sepa, soy el único – al menos en este lugar – a ser conocido (repéré) como doctor Lacan.
Bueno… volvamos a empezar entonces. Quiero proseguir pues, desde el punto en que lo dejamos y como ya no tenemos mucho más tiempo para cerrar lo que puede pasar por formar un cierto campo, cernido por lo que dije ya este año, voy – dios mío – a esforzarme por indicarles los últimos puntos de referencia (points de repères) de una forma tan simple como pueda (que je le pourrai).
Voy a intentar simplificar, por supuesto, lo que supone que yo les advierta sobre lo que esta simplicidad puede querer decir. Ustedes ven bien que en el término (au terme) de esta lógica del fantasma, término suficientemente justificado por el hecho – que voy una vez más volver a acentuar hoy – que el fantasma está – de una forma mucho más estrecha todavía que todo lo demás (tout le reste) del inconsciente – estructurado como un lenguaje pues, al fin y al cabo (en fin de compte), el fantasma es una frase con una estructura gramatical.
Parece indicado, entonces, articular la lógica del fantasma, lo cual quiere decir, por ejemplo, plantear un cierto número de cuestiones lógicas que, por simples que sean, [no] han – algunas – sido articuladas tan a menudo – no digo “por primera vez por mí” sino “quizás por primera vez por mí” en el campo analítico – el nexo del sujeto del enunciado, por ejemplo, con el sujeto de la enunciación. Eso no excluye que en el término de este primer desenredo, esta indicación, esta dirección dada del sentido podría desarrollarse en el futuro de una forma más plena, más articulada, más sistemática. Esta lógica del fantasma, yo no pretendo más que haber abierto este año su surco.
No solamente eso no excluye sino que indica evidentemente que en algún lugar esa lógica del fantasma se engancha [a], se insiere [en] (s’insère · sincère), se suspende [de] la economía del fantasma. Es justamente por eso que en el término (au terme) de este discurso he aportado este término (ce terme) del goce. Lo he aportado subrayando, acentuando que ese es un nuevo término (terme nouveau), al menos en la función que le doy, y que no es un término que Freud haya puesto en el primer plano de la articulación teórica. Y que si mi enseñanza, en resumen, pudiera (pourrait) hallar su eje, de la fórmula “de hacer valer la doctrina de Freud”, ahí tenemos realmente (c’est bien là) algo que implica, justamente, que yo anuncie, que yo reúna (que j’y amorce), dicha función, dicha contextualización (tel repère), que está ahí de algún modo cernido, dibujado, exigido, implicado…
Hacer valer Freud es hacer lo que yo hago siempre. En primer lugar, como se dice: “darle (rendre) a Freud lo que es de Freud”. Lo que no excluye alguna otra alegación, por ejemplo la de hacerle valer respecto de lo que él indica, de lo que él comporta, de la relación con (à) la verdad. Diré incluso que, si algo así (quelque chose comme cela) es posible, es precisamente en la medida en que no dejo jamás de darle a Freud lo que es de Freud, que yo no me apropio de ello. Ese es un punto que, debo decirlo, tiene su importancia, y quizás tendré el tiempo de volver a él al final [del seminario].
Es bastante curioso ver que, para algunos, es algo de qué apropiarse (c’est à s’approprier) – quiero decir, no algo qué darme (je veux dire à en pas me rendre) – lo que ellos me deben de la manera más manifiesta – cada uno (tout en chacun) puede darse cuenta de ello – en sus formulaciones no es eso que es lo importante, es ese algo que esa “falta a dármelo” que les impide dar (faire) – lo que sería sin embargo muy fácil en cantidad de ámbitos (en maint champ) – el paso siguiente enseguida, en lugar – lástima – de dejar que sea siempre yo quién lo haga (de me laisser toujours à faire · affaire: de dejarme siempre tarea, quehacer), para luego, acto seguido (quitte à – après coup) desesperarse porque yo les haya, como parece [ser], segado la hierba bajo los pies (coupé l’herbe sous le pied).
Entonces esta función del fantasma, acerquémosla (approchons la: acerquémonos a ella). Acerquémosla y para empezar (d’abord) para darnos cuenta, decir simplemente – como el comienzo mismo de nuestra cuestión – una cosa que salta a la vista (aux yeux): es algo en cierne (il est quelque chose de clos). Se nos presenta – en nuestra experiencia – como una significación cerrada, para los sujetos que, habitualmente, lo más comúnmente, lo más acostumbradamente para nosotros la soportan, a saber: los neuróticos.
Fijarse (qu’on note), como hace Freud con vehemencia (force) en el examen ejemplar que hizo de uno de esos fantasmas, “Un niño es pegado”, que yo hice ya, si ustedes lo recuerdan, cuando introduje los primeros esquemas de este año – que evidentemente, se lo aconsejo, cuando ustedes hayan reunido lo que han podido tomar de más o menos completo (étendu) en cuanto a (comme) notas, a las cuales, pienso, ustedes podrán recurrir de nuevo para tomar el camino que habrá sido recurrido aquí – que algo en cierne entonces, está por situar (est à situer) – y doblemente – en estos dos términos que he acentuado, uno como este correlativo de la elección (choix) constituida por este “yo no pienso” en el cual el “yo” se constituye por el hecho de que el “Yo” justamente viene de reserva (en réserve), si puedo decirlo, como descuerne (écornage) en negativo en la estructura “Ein Kind ist geschlagen.”
Este fantasma – no “pegan a un niño” (“on bat un enfant”), por ejemplo, sino, para ser estricto: “un niño es pegado”, como está escrito (est écrit) en alemán – este fantasma – es justamente esta estructura que al nivel del único término posible de la elección tal como queda (est laissé) por la estructura de la alienación – la elección del “yo no pienso” – este fantasma aparece como esta frase gramaticalmente estructurada: “Ein Kind ist geschlagen.” Pero como les he dicho, esta estructura – la única que se nos ofrece (qui nous soit offerte), la elección forzada, al nivel del “o yo no pienso o yo no soy” – si ella está ahí es en la medida en que puede ser llamada a desvelar la otra, rechazarla, y que al nivel del otro, la del “yo no soy”, es la Bedeutung inconsciente que viene correlativamente a pillar (mordre sur) ese “yo” que es no siendo (qui est en tant que n’étant pas).
Y el nexo con (rapport à) esta Bedeutung es precisamente esta significación en la medida en que escapa, esta significación cerrada, esta significación [que] sin embargo [es] tan importante subrayar en la medida en que, si se puede decir, es ella que da la medida de la comprensión, la medida aceptada, la medida recibida, la intuición, la experiencia, que uno interpela cuando se queda con (quand à tenir) esos discursos de falsemblante (du faux-semblant) que convocan (font appel à) la comprensión en cuanto opuesta a la explicación: santidad y vanidad filosófica. El señor (M.) Jaspers en primera línea.
El punto de la tripa (des tripes) donde él les visa para hacerles creer que ustedes comprenden cosas de vez en cuando es eso, es esa cosita secreta, aislada, que ustedes tienen – dentro de ustedes bajo la especie (sous la forme) del fantasma, y que ustedes creen que comprenden porque él despierta en ustedes la dimensión del deseo.
Es eso muy sencillamente de qué se trata relativamente a lo que se llama comprensión. Y recordarlo tiene aquí su importancia. Porque eso no es [así] porque en media, todos ustedes en cuanto son (tous tant que vous êtes), digo para la mayoría, un poco neuróticos al margen (névrosés sur les bords), el fantasma les da la medida de la comprensión, precisamente a este nivel en que el fantasma despierta en ustedes el deseo – lo que no es moco de pavo (ce qui n’est foutre pas rien) pues es lo que centra su mundo – no es por eso que hace falta que ustedes piensen (vous vous imaginiez) que comprenden lo que de por sí proporciona (ce qui seul livre · seul ivre) la lógica del fantasma, a saber: la perversión.
No se piensen (imaginez) que el perverso, para él el fantasma juega el mismo rol. Es en eso que intento explicarles el enraízamiento de lo que el perverso hace, que no podría (saurait) definirse sino proporcionalmente (par rapport) al término que introduje – igualmente nuevo así puesto de relieve (neuf de l’avoir accentué · neuf de la voir à sang tuée)… que se llama: el acto sexual.
Entonces, ustedes lo ven, hay ahí conexiones (connexions) que hace falta distinguir. Articular lo que es el goce interesado (intéressée: implicado) en la perversión respecto (par rapport) de la dificultad o del impase del acto sexual es dar algo que tiene, proporcionalmente (par rapport) al fantasma – al fantasma tal como nos es dado en el estado cerrado, y es por eso que he recordado hace un momento ese ejemplo de “pegan a un niño” en el texto freudiano – la función de ese fantasma, que no puede como tal presentar, ser (n’être) otra cosa que estrictamente esta fórmula: “Ein Kind ist geschlagen”.
¡No es porque ella puede interesar – en el sentido en que tiene una configuración que ustedes pueden señalar (pointer), [a la que pueden] remitir (reporter) a la economía del goce perverso haciendo corresponder tal término (tel des termes) de uno a tal término del otro – que es de alguna (aucune) manera de la misma naturaleza! En otros términos – para enseguida recordar ese punto [al] vivo que no es de todos modos difícil recoger de paso (ramasser au passage) en este texto tan claro de Freud, es por ejemplo esto – que él no tiene esa (une telle) especificidad en los casos de neurosis donde él la encontró. En la estructura de una neurosis, ese fantasma – para tomar a ese pues hace falta realmente partir de (prendre) alguna cosa para saber dónde fijar nuestra atención – ese fantasma no está ligado específicamente a tal o cual. ¡Ahí está una cosa que podría [al menos] un instante retener nuestra atención!
En fin, en lo que concierne a la estructura de los síntomas – quiero decir: a lo que significan los síntomas en la economía – …sobre eso (là) no podemos decir que se amañe (s’arrange) la misma cosa en una neurosis o en otra. Nunca lo repetiré demasiado, incluso si parezco sorprendido, junto de quienes me confían el venir a hacerse el control conmigo (ceux qui me font la confiance de venir se faire contrôler par moi), me levanto (élève: alumno) por ejemplo con vigor contra el uso de términos como este, por ejemplo: [el] de estructura histerofóbica. ¿Por qué eso? ¡No se parecen una estructura histérica y una estructura fóbica! No [están] más cerca una de otra que de la estructura obsesiva. El síntoma representa una estructura. Es ahí que se halla (est) el punto sorprendente, es que – como nos lo indica Freud en estructuras muy distintas (différentes) – ese fantasma puede estar ahí paseándose (peut être là qui se balade) con ese privilegio de ser aquí más inconfesable que cualquier otra cosa (quoique ce soit [sic]). Estoy leyendo a Freud, lo repito aquí, de momento.
“Inconfesable” conlleva muchas cosas. Podríamos detenernos ahí (on pourrait s’y arrêter). De todos modos, para quedarse al nivel de abordaje grosero que es el del año 1919, en que esto fue escrito, digamos que está ahí colgado (qu’y est appendu), como una cereza sobre un pedículo, el sentimiento de culpabilidad. Está ahí de todos modos aquello en que Freud se detiene para ponerse en relación con lo que él llama “una cicatriz”. La del complejo de Edipo, precisamente. Esto está hecho (est bien fait) para hacernos decir que, por la manera cómo surgió en nuestra experiencia, el fantasma participa del aspecto experimental del cuerpo extraño. Que hayamos sido llevados – esto a razón de un verdadero puente teórico de Freud – a presentir que esta significación firme tenía relación con otra cosa (quelque chose d’autre) mucho más desarrollable, mucho más pródiga en (riche de) virtualidades, que se llama propiamente hablando la perversión.
No es porque Freud dio este salto muy rápido (très vite) que nosotros, nosotros no debemos volver a poner (remettre) las distancias, la justa relación (le juste rapport), interrogarnos, incluso después de mucha experiencia adquirida sobre lo que es la perversión. La perversión, pues, he dicho, es algo que se articula, se presenta, como una vía de acceso propio a la dificultad que se genera, digamos: “del proyecto” – y ustedes ponen esta palabra entre comillas es decir que él no es aquí más que analógico, lo hago intervenir como una referencia a un discurso que no es el mío (un autre discours que le mien) – del cuestionamiento (mise en question), para ser más exacto, que se sitúa en el ángulo entre estos dos términos:
“no hay….”, “no hay sino…” (“il n’y a pas”, “il n’y a que”)
“[algo como un] acto sexual”, “[lo que es el] acto sexual” (“d’acte sexuel”, “l’acte sexuel”)
No hay acto sexual, he dicho, en la medida en que somos incapaces de articular las afirmaciones resultantes de ello. Lo que no quiere decir, está claro, que no haya algunos sujetos que hayan accedido a ello, que puedan decir legítimamente: “yo soy un hombre”, “yo soy una mujer”. Pero nosotros, analistas (Staferla: risa de Lacan), es precisamente eso lo que es sorprendente, es que nosotros no somos capaces de decirlo. Sin embargo, no hay sino ese acto, puesto en suspensión a este nivel, para dar cuenta de ese algo que, al fin y al cabo (après tout) – lo cosa no solamente quedó (a resté) sino que permanece (reste) todavía ambigua – podría ser separado de él [de ese acto: sexual], que se llama la perversión.
¿Por qué? Si fuera una perversión en el sentido absoluto, en el sentido en que Aristóteles la toma (la prend · l’apprend) por ejemplo cuando separa (écarte) – τέρας: ahí hay monstruos (ce sont là des monstres) – del campo de su Ética un cierto número de prácticas, que eran quizás, por qué no, más manifiestas, más visibles, más vivaces incluso, en su mundo que en el nuestro – donde además no hace falta creer que ellas [no] siempre estén allá (il ne faut pas croire qu’elles en soient pas là toujours) – a saber: cierto (tel) ejemplo que él nos da de amor bestial, por ejemplo (voire) – si recuerdo bien – la alusión al hecho de que a no sé qué tirano de Falera (Phalère), si recuerdo bien, le gustaba bastante… hacer pasar alguna víctimas – [ya] le fueran o no amistosas o enemigas (inamicales) – hacerlas pasar por no sé qué máquina donde ellas cocían como un estofado (à l’étuvée) [por] un cierto tiempo. Aristóteles descarta (écarte) esto del campo de la ética (de l’Éthique).
Eso no es, claro, para nosotros un modelo unívoco, puesto que en su Ética el acto sexual justamente – como en ninguna ética de la tradición filosófica griega – el acto sexual no tiene valor central, quiero decir declarado (avouée), patente. Nos toca a nosotros leerlo (Il nous reste à nous, à la lire).
No sucede lo mismo en nuestro caso (il n’en est pas de même pour nous), gracias al hecho de la inclusión de los mandamientos judaicos en nuestra moral. Pero sin duda, con Freud, la cosa es firme: el interés que nosotros ponemos en la perversión sexual – incluso si nos resulta (trouvons) más cómodo aflojar las cadenas, bajo la forma de referencia de no sé qué desarrollo endógeno, [de] no sé qué estadio que pretendemos, no se sabe por qué, biológico – resulta (il reste) que la perversión no adquiere (prend) su valor más que articulándose con el acto sexual. Quiero decir (je dis): con el acto sexual como tal. Y es por eso que elegí este pequeño modelo… este pequeño modelo de la división inconmensurable por excelencia, de este (a)menudo, lo más largo en (large à) desarrollar su inconmensurabilidad, que se define por el 1/a – 1+a, y nos permite inscribirlo en un esquema bajo la forma de un doble desarrollo. ¿Lo tendré que volver a inscribir hoy? (vais-je devoir le réinscrire aujourd’hui?)
Indico solamente que esto es (ceci étant) 1, hay manera de plegar (mode de replier) aquí el (a)menudo, pues lo que sobra (reste) de ello, que da la casualidad de (se trouve, comme par hasard) ser el cuadrado del (a), igual él mismo a 1 – a – no es difícil verificarlo enseguida – para producir aquí un a, el cual se pliega sobre el a precedente para hacer aquí un a1, el cual (lequel a1), etc., y desembocar (aboutir) aquí, en una suma de las potencias impares que resulta que son iguales a a (qui se trouve être égal à a), mientras la suma de las potencias pares resulta al final ser igual a (a). Por lo que, lo que ustedes han visto proyectarse primero en el qm a saber el (a) a la izquierda, el a1 a la derecha, se hallan al final separados de una forma definitiva en una forma invertida.
Esquema relativamente al cual (dont) nos resultaría fácil, aunque de una forma puramente metafórica, mostrar que puede representar bastante bien lo que, del acto sexual, podrá para nosotros presentar de una forma conforme al presentimiento de Freud, a saber: realizable, pero solamente bajo la forma de la sublimación.
Es precisamente en la medida en que esta vía y lo que implica permanece problemático que la excluyo este año. Pues decir que eso puede realizarse bajo la forma de la sublimación es alejarse (s’écarter) precisamente de aquello con qué tenemos que vérnoslas, a saber que en su campo surgen, estructuralmente, toda la cadena de las dificultades que resultan (se déroulent), que se incluyen por una (d’une) hiancia mayor , y de una hiancia que permanece, que es, la de la castración. Es en la medida… en ese sentido (là-dessus) el voto común, si se puede decir, de los autores, de aquellos que tienen experiencia de ello, es claro: es como mínimo (au minimum: por lo menos), puede decirse, en una vía que es inversa a la que va al término de la castración, que se articula lo que es perversión. El interés de este esquema es este: es mostrar que esa medida (a)menudo, aquí en primer lugar proyectada sobre el 1, puede igualmente desarrollarse de una forma externa. Concretamente (à savoir), que el nexo del 1/1 – a es también igual a ese nexo fundamental que el (a)menudo designa, que quiere decir aquí, lo recordé en su día: a/1.
Que aquello de qué se trata al nivel de la perversión es esto: es que es en la medida en que el Uno – presumido, no del acto sino de la unión, del pacto si quieren, sexual – en la medida en que ese Uno es dejado intacto – donde la partición no se establece – [ese Uno] que el sujeto llama perverso, viene a encontrar – al nivel de este irreductible que él es, de ese (a)menudo original – su goce. Lo que lo hace concebible es esto:
- que no podría (saurait) haber acto sexual – no más que otro acto cualquiera – si no fuera (est) en la referencia significante que, solo ella, (qui seule) puede constituirlo como acto.
- que esa referencia significante no viene aquí al caso (ici n’intéresse pas) por el solo hecho que ella domina, porque es un campo bajo (champ bas) del acto sexual, esa referencia no introduce esos seres – que no podemos de ninguna manera mantener en el estado de seres naturales – los introduce bajo la forma de una función del sujeto.
- que esa función del sujeto – es lo que articulé en las sesiones anteriores (fois précédentes) – tiene por efecto la disyunción del cuerpo y del goce, y es ahí, es al nivel de esa partición, que interviene de forma más típica (plus typiquement) la perversión.
Lo que ella pone en evidencia (met en valeur), para intentar recombinarlos (reconjoindre), este goce y este cuerpo, separados por el hecho de la intervención significante, es eso aquello por qué ella se sitúa en la vía de una resolución de la cuestón del acto sexual. Es porque en el acto sexual – como les mostré en mi esquema de la última sesión – hay – para cualquiera de los dos participantes (pour quel que soit lequel des deux partenaires) – un goce, el del otro, que permanece en suspensión. Eso es porque el entrecruzamiento, el quiasmo exigible – que haría, de pleno derecho, de cada uno de los cuerpos la metáfora, el significante del goce del otro – es porque ese quiasmo está en suspensión que no podemos – sea de qué lado lo abordemos – más que ver ese desplazamiento que, efectivamente, pone un goce en la dependencia del cuerpo del otro. Por lo que el goce del otro permanece, como dije yo, a la deriva.
El hombre – por la razón estructural que hace que es sobre el suyo, [su] goce, (la sienne de jouissance) que es tomado una deducción (prélèvement) que se eleva a la función de un valor de goce – el hombre se halla, más efectivamente que la mujer, pillado por (pris dans) las consecuencias de esa sustracción estructural de una parte de su goce. El hombre es efectivamente el primero en recibir (supporter: dar soporte, ser objeto de esa inscripción) la realidad de ese agujero introducido en el goce. Es también por eso justamente que es él para quién esta cuestión del goce es, no evidentemente de mayor peso – que es tanto cuanto para su pareja (partenaire) – pero de tal manera (mais telle) que él puede dar[le] soluciones articuladas.
Él lo puede, gracias a esto (à la faveur de ceci): que hay en la naturaleza de esta cosa que se llama el cuerpo algo que redobla esa alienación, que es – de la estructura del sujeto – la alienación del goce.
Al lado de la alienación subjetiva – quiero decir dependiente de la introducción de la función del sujeto – que tiene que ver con (porte à) el goce, hay otra que es la que se encarnó (est incarnée) en la función del objeto(a).
Eurídice, si se puede decir, dos veces perdida (si l’on peut dire deux fois perdue). El goce, ese goce que el perverso reencuentra, ¿dónde va a reencontrarlo? No en la totalidad de su cuerpo, aquella donde un goce es perfectamente concebible y puede ser exigido, pero donde está claro que es ahí que ella [la totalidad, el goce] deviene problemática (fait problème) cuando se trata del acto sexual. El goce del acto sexual no podría de ninguna manera compararse con el que puede experimentar (éprouver) el corredor en esa marcha libre y altiva.
En ningún otro lugar que el campo del goce sexual – y no es por nada que es ahí que él aparece prevaleciente – en ningún otro lugar que en ese campo el principio del placer – que es propiamente el límite, el obstáculo (achoppement), el fin puesto (terme mis) a toda forma que se sitúa como [forma] de exceso del goce – en ningún otro lugar queda más a descubierto (apparaît mieux) que la ley del goce está sometida a este límite.
Y es ahí que se va a encontrar muy particularmente para el hombre, en la medida en que – lo he dicho – para él el complejo de castración articula ya el problema… se va a encontrar su campo. Quiero decir que hay objetos que en el cuerpo se definen por ser (définissent d’être) de alguna manera respecto (au regard) del principio de placer – fuera de cuerpo (hors corps). Es ahí donde están los objetos(a) (c’est là ce que sont…: son esos los…)
El (a)menudo es ese algo ambiguo que, por poco que sea del cuerpo, del objeto individual en sí (de l’objet même individuel), es en el campo del otrA – y justamente [por eso] (et pour cause), porque es el campo donde se dibuja el sujeto – que tiene que hacer el cacheo (requête), dar con su huella (qu’il a à en faire la requête, à en trouver la trace):
- el pecho (sein: seno, mama), ese objeto que hace falta definir como siendo eso que, para estar pegado (plaqué), enganchado como superficialmente (accroché comme en surface), como parasitariamente, a la manera de una placenta (un placenta), permanece [siendo] eso que puede legítimamente reivindicar como su pertenencia el cuerpo del aunohabla (enfant: niño, niña). Ya se ve bien: pertenencia enigmática, claro, quiero decir (j’entends) que por un accidente de evolución de los seres vivos parece ser (il apparaît) que así, para algunos de ellos, algo de ellos permanece (a)colgado (appendu · (a) pendu; como un apéndice) del cuerpo del ser que les engendró.
Y luego los demás (les autres), lo dijimos ya:
- el excremento, no hace casi falta (à peine besoin) subrayar lo que este tiene, respecto del cuerpo, de marginal, pero no sin estar extremadamente ligado a su funcionamiento: es bastante evidente al ver en todo su pedo lo que los seres vivos añaden al dominio natural de estos productos de sus funciones;
- y luego, los que designé bajo los términos de la mirada y la voz. Visando (cherchant) al menos el (pour le) primero de estos dos términos, habiendo ya aquí articulado abundantemente lo que eso conlleva para la relación visual (rapport de vision): la cuestión permanece siempre en suspenso, esa tan sencilla (simple) de articular, de la que se puede decir que, a pesar de todo, el abordaje fenomenológico, como lo prueba la última obra de Merleau-Ponty (Staferla: Le visible et l’invisible) no puede resolver, concretamente en qué consiste (à savoir ce qu’il en est de) esa raíz de lo visible, la cual debe ser reinventada a través (retrouvée dans: reencontrada en) de la cuestión [acerca] de qué es, radicalmente, la mirada.
La mirada, que tampoco puede (ne peut pas plus) ser tomada (saisi) como reflejo del cuerpo, que ninguno de los otros objetos en cuestión puede ser asido de nuevo (ressaisi) en el alma, quiero decir en esa estesia reguladora del principio del placer, en esa estesia representativa en la que el individuo se reencuentra y se apoya, identificado consigo mismo (à lui-même), en el nexo narcísico por el que (où) él se afirma como individuo.
Ese resto, y ese resto que no surge sino [a partir] del momento en que es concebido el límite que funda el sujeto, ese resto que se llama el objeto(a), es ahí donde se refugia el goce que no entra en el cajón (en tombe pas sous le coup) del principio del placer.
Es también ahí, es al estar ahí, es con lo que el Dasein, no solamente del perverso sino de cualquier sujeto, tiene que situarse (est à situer · est ainsi tué: es así muerto) en ese fuera de cuerpo (hors corps), esa parte que dibuja ya ese algo de presentimiento [de] que hay en algún lugar en el Filebo, en ese pasaje (passage) que les pedí que buscaran, y que Sócrates llama, en la relación del alma con el cuerpo (relation de l’âme au corps*), esa parte anestésica.
[*relation de l'âme au corps; el cuerpo puedo leerse como complemento circunstancial de compañía, como en la relación entre una cosa y otra, siendo que esta conjunción “y” copulativa tiene aquí un efecto disyuntivo o divisorio, platónico; pero “l'âme au corps” también puede leerse como una relación complementaria de otro tipo, subjetivo, en la que el alma tiene un cuerpo, está dotada de cuerpo, siendo éste una posibilidad de escritura. Este sentido no es platónico ya que desecha la idea de una physis material por oposición a una psyche inmaterial en favor de un modelo en el que el cuerpo es reconocido como materia lingüística, significante, que le otorga expresión singular a una ubicación traumatizable o traumática pero no cartografiada, no descrita, que sería el alma.]
Es justamente en esa parte anestésica que el goce yace, como lo muestra la estructura de la posición del sujeto en esos dos términos ejemplares que son definidos como el del sádico y [el] del masoquista. Para domesticarles (apprivoiser), si lo puedo decirl con esta vía de acceso, ¿tendré que evocarles la marioneta más elemental de lo que podemos imaginar del acto sádico? [Fue] prácticamente para esto, claro [à ceci près bien sûr], que tomé al comienzo mis garantías, y les pido que entiendan que, en lo que a este tema (de bien saisir que là), les pido que se detengan en otra cosa que lo que, para ustedes, lo dije – más o menos periclitando (vacillants) en los bordes de la neurosis –, puede despertar en ustedes de vaga empatía, el más mínimo fantasmito (le moindre petit fantasme) de ese orden.
No se trata de “comprender” lo que puede tener de emocionante esa práctica, imaginada o no, que sea ese registro, se trata justamente (bien) de articular esto – que les ahorrará (évitera) [hacer] preguntas sobre la economía, en esta función, del dolor, por ejemplo, sobre el que, espero, ya dimos vueltas suficientes (on a fini de se casser la tête) – esto a qué juega el sádico es al sujeto (ce avec quoi joue le sadique c’est avec le sujet: esto con qué juega el sádico es el sujeto), decimos (dirons-nous).
No voy a hacer prosopopeya con ese tema (là-dessus). En primer lugar escribí alguna cosa sobre el tema (là-dessus) que se llama Kant con Sade (Kant avec Sade) para mostrar que ellos son de la misma sangre (veine · vaine: vana). Él juega con el sujeto. ¿Qué sujeto? El sujeto, diría yo – como dije en alguna parte que se es sujeto para el pensamiento o sujeto para el vértigo (on est sujet à la pensée ou sujet au vertige: uno está sujetado al pensamiento o sujetado al vértigo) – el sujeto para el goce (le sujet à la jouissance: el sujeto que tiene [la posibilidad de] goce; que está sometido al goce). Lo que, ustedes lo ven bien, introduce esta inflexión que, del sujeto, nos hace pasar a lo que marqué como siendo el resto, el objeto (a)menudo. Es al nivel del otrA, con un (A)más por supuesto, que él opera esa subversión, al reglar – digo al reglar (en réglant: a través de esa puesta en regla, en mesura) – lo que desde siempre los filósofos percibieron (ont senti) como digno de calificar [como] lo que ellos llamaban con desprecio (dédaigneusement) las relaciones (rapports) del cuerpo con (à) el alma, y que en Espinoza se llama por su verdadero nombre: “titillatio”, el cosquilleo. Él goza del cuerpo del otrA, aparentemente.
Pero ustedes ven cómo (voyez bien que) la cuestión hay que (est à) desplazarla al nivel de la que formulé en un campo donde las cosas son menos atractivas (captivantes) cuando representé (imagé) ese “nexo del amo y del esclavo” al preguntar “eso de qué goza, ¿goza?”
Ustedes ya ven (donc vous voyez bien) el nexo inmediato con el campo del acto sexual. Solamente, la cuestión al nivel del sádico es esta: es que él no sabe que es a esta cuestión, en la medida en que, de la manera (telle) cómo él está ligado (attaché), que deviene instrumento puro y simple, que no sabe qué hace él mismo como sujeto, que él está esencialmente en la Verleugnung, que él puede percibirlo (le sentir), interpretarlo de mil maneras, cosa que él no deja de hacer (ce qu’il en manque pas de faire).
Hace falta, evidentemente, que haya alguna potencia (puissance: poder) articulante, lo que fue el caso del marqués de Sade, a través de la cual, legítimamente, su nombre permanece ligado a la cosa. Sade permanece esencial por (pour) haber enmascarado debidamente (bien masqué) los nexos del acto sádico con lo que es [del dominio d]el goce y por haber – cuando intentó articular de la manera más ridícula (dérisoirement) la ley bajo la forma de una regla universal digna de las articulaciones de Kant, en ese trozo (morceau) célebre “Franceses, un esfuerzo más para ser republicanos” (Français, encore un effort pour être républicains), objeto de mi comentario en el artículo que he evocado hace un momento – mostrado que esa ley no podría articularse sino en términos (en terme), no de “goce del cuerpo” – fíjense (notez-le bien) – sino de “partes del cuerpo”.*
[* Cf. supra: la cabeza y el estómago]
Cada cual, en este Estado – con E mayúscula (un grand É) – fantasmático, que estaría fundado sobre el derecho al goce* – cada cual con el deber de ofrecer a no importa quién denote el anhelo (chacun étant tenu d’offrir à quiconque en marque le dessein), el goce de esa “parte”, escribe el autor – no por casualidad (ce n’est pas là en vain) – de su cuerpo.
[serait fondé sur le droit à la jouissance: cuyo fundamento sería el goce – en cuanto derecho]
Refugio del goce, esa “parte” de la que el sujeto sádico no sabe que – esa parte – eso es muy exactamente lo que es – para él – su Dasein, que él realice su esencia [de esa parte para él]. Ahí está lo que es dado ya como clave por el texto de Sade.
Evidentemente no tengo el tiempo – porque ¡dios mío! el tiempo pasa (avance) – de rearticular lo que resulta de esta recuperación (reprise), de esta reclasificación (reclassement) uno respecto del otro, del goce y del sujeto, y cuán cercana se encuentra del fantasma – por supuesto inmediatamente articulado por Sade – del goce ahí donde él es llevado al absoluto el otrA – muy precisamente en parte del 1 que está aquí más a la derecha – ahí donde habíamos visto deslizar, al comienzo del problema, el goce, dejado sin soporte, ese [goce] del qué se trata, y para el qué Sade debe construir – [siendo] él ateo – esa figura, sin embargo la más manifiesta y más manifiestamente verosímil de Dios: la del goce de una maldad (méchanceté) absoluta. Ese mal esencial y soberano, por el que entonces – y sólo entonces – llevado, si se puede decir, por la lógica del fantasma, Sade confiesa (avoue) que el sádico no es sino el siervo (n’est que le servant: no es más que el esclavo): que debe, por el mal radical que la naturaleza constituye, franquear (frayer · effrayer: asustar) las vías de un máximo de destrucción.
Pero no lo olvidemos, no se trata en ese caso (là) sino de la lógica de la cosa.
Si lo desarrollé en Kant con Sade o [si les] indiqué que se remitan a sus fuentes, en el carácter tan manifiestamente fútil, bufón, en el carácter siempre miserablemente abortado de las iniciativas (entreprises: empresas, intentos) sádicas, es porque es a partir de esa apariencia que se hará ver mejor la verdad. La verdad que es propiamente dada por la práctica masoquista en la cual es evidente que el masoquista, para trasegar (soutirer), si se puede decir, disimular (dérober), en el único rincón donde manifiestamente es capturable (saisissable), que es el objeto (a)menudo… se entrega – él, deliberadamente – a esa identificación con (à) ese objeto como rechazado: él es menos que nada, ni siquiera (même pas) animal, el animal al que se maltrata, y a la vez (aussi bien) sujeto que, [respecto] de su función de sujeto, abandonó mediante pacto (par contrat) todos los privilegios.
Esta búsqueda, esta construcción de algún modo descarnada de una identificación imposible con lo que se reduce a lo más extremo del desecho, y que esto esté ligado para él a la captación (captation) del goce: ahí tienen dónde aparece desnuda (nue), ejemplar, la economía de la que se trata. Sobre eso, observemos… sin detenernos en los versos sublimes (Staferla: risa de Lacan) que humanizan, si puedo decirlo, esta maniobra:
Mientras la turba de los mortales vil
bajo el látigo del placer, verdugo sin piedad,
busca remordimientos en la fiesta servil…« Tandis que des mortels la multitude vile,
Sous le fouet du Plaisir, ce bourreau sans merci,
Va cueillir des remords dans la fête servile… »(Staferla: Cf. Charles Baudelaire, Recueillement, in Les fleurs du mal.)
¡Todo esto es una parida! (de la blague) Es el lamento puesto en la ley del placer, el placer no es un “verdugo sin piedad”. El placer les mantiene en un límite bastante sellado (tamponée), precisamente, para ser el placer. Pero aquello de qué se trata cuando el poeta se expresa así es muy precisamente de marcar sus distancias (sa distance):
“Mi Dolor, dame la mano, ven por aquí, lejos de ellos…”
« …Ma Douleur, donne moi la main, viens par ici, Loin d’eux… »
[idem: Charles Baudelaire, “Recueillement”]
Canto de flautín para mostrarnos los encantos (charmes) de un cierto camino, y que se obtiene, por sus colores, invertida de esta manera. Si nosotros tenemos que vérnoslas con el masoquista, con el masoquista sexual, observemos la necesidad de nuestro esquema. Lo que Reik subraya – con tal torpeza (maladresse) que se puede verdaderamente decir “de ponerles la cabeza a dar vueltas” – del carácter de lo que él llama imaginario o fantasista – exactamente “phantasiert” – del masoquismo.
Ël no ha entendido verdaderamente, aunque todo lo que él aporta como ejemplos lo señala (désigne) suficientemente – que aquello de que se trata es justamente lo que hemos proyectado ahí al nivel del 1, a la derecha, a saber, el 1 absoluto de la unión sexual, en la medida en que, por un lado, ella es ese goce puro – pero desgarrado (détachée) – del cuerpo femenino.
Esto, Sacher Masoch – tan ejemplar como el otro (Staferla: Sade) en habernos dado, del nexo masoquista, las estructuras – encarna en una mujer – esencialmente en la figura de una mujer – ese otrA, a que tiene que disimular su goce, ese “otrA goce” (“Autre jouissance”) absoluto pero completamente enigmático, no se cuestiona ni un momento, siquiera (il n’est pas un instant question, même), que ese goce pueda, a la mujer – si puedo decirlo – ¡darle placer! (lui faire plaisir: ser de su agrado) ¡Es justamente (bien) el menor de los cuidados (cadet des soucis) del masoquista! Es justamente por qué, del mismo modo, su mujer – que él había ataviado (affublé) con un nombre que ella no tenía, el nombre de Wanda de la Vénus de las Pieles (Vénus aux fourrures) – su mujer, cuando ella escribe sus memorias, nos muestra a qué punto de sus exigencias ella está casi tan molesta como un pescado con una manzana (nous montre à quel point de ses requêtes, elle est à peu près aussi embarrassée qu’un poisson d’une pomme).
Por otro lado, por qué romperse la cabeza por el hecho de que hace falta que ese goce – como les digo: puramente imaginario – hace falta que sea encarnado, en su caso (à l’occasion) por un par (couple), necesitado justamente – esto es manifiesto – por (de) la estructura de ese otrA en la medida en que él no es sino la proyección (rabattement) de ese 1 aún no distribuido (réparti) en la división sexual. No hay, para decirlo rápido, (on n’a pas, pour tout dire, à), que romperse la cabeza, que entrar en evocaciones edipianas, para que es necesario que este ser (cet être) – que representa ese goce mítico, ahora (ici) que hago referencia al goce femenino – sea en el caso representado por dos partes supuestamente (partenaires prétendus) sexuales que están ahí para el teatrillo (théâtre), para el guiñol, y se van turnando.
El masoquista pues – él de una manera manifiesta – se sitúa y no puede no situarse (en peut se situer que) respecto de una representación del acto sexual, y define por su posición (sa place) el lugar donde el goce toma refugio (le lieu où se’n réfugie la jouissance · refus gît: rechazo yace).
Es justo lo que eso tiene de risible (c’est même ce que ça a de dérisoire).
Y no es simplemente risible para nosotros, es risible para él (pour lui: él, ella; pour l’oui: para el sí).
Es así (c’est par là) que se explica ese doble aspecto de ridículo (dérision) – quiero decir: hacia el exterior – en la medida en que nunca deja de poner en la puesta en escena – como lo notó alguien que se conoce por ello (quelqu’un qui s’y connaît): el señor Jean Genet – esa cosita que marca, no para un público eterno sino para quién sea que, dado el caso, no se equivoca – eso es parte del goce – que todo eso es truco, incluso tomadura de pelo (voire de la rigolade).
Y ese otro lado que uno puede llamar propiamente hablando “mofa” (“moquerie”), que está orientada hacia ella misma, que basta haber releído – puesto que ustedes lo tienen ahora a su alcance tras (à la suite de ) la admirable Presentación de Gilles Deleuze – la Vénus de las pieles: fíjense en ese momento en que ese personaje, bastante señorito pese a todo (quand même assez seigneur), que era Sacher Masoch, imagina ese personaje de su novela, del que él hace, él, entonces, un gran señor (un grand seigneur) que – mientras hace el rol del sirviente corriendo (valet à courroter) detrás de su señora (dame) – tiene todas las dificultades (peines) del mundo en no echarse a reír (éclater de rire), aún que él ponga un semblante (prenne l’air) lo más triste posible. No sin dificultad (peine) él contiene (retient) la risa.
Y es todavía introducir ahí – como esencial, pues, esto: el lado que llamaré – y que también sorprendió, sin que él dé cuenta de ello, Reik, en este sentido (à ce propos) – de esta posición del masoquista, que él demuestra – como yo, en la pizarra negra: da lo mismo (ça a la même valeur) – que demuestra que ahí solamente es el lugar del goce.
Es parte de su goce demostrar eso (cela fait partie de sa jouissance, de le démontrer: demostrarlo [ese lugar]). Y la demostración no es por eso (pour cela) menos válida. La perversión toda ella (toute entière) tiene siempre esa dimensión demostrativa. Quiero decir no que demuestre para nosotros, sino que el perverso es él mismo demostrador (démonstrateur). Y es él quién tiene la intención, no es la perversión – por supuesto.
Ahí está a partir de qué pueden plantearse sanamente (sainement) las cuestiones de lo que tiene que ver con lo que llamamos, com más o menos prudencia, el masoquismo moral. Antes de introducir el término de masoquismo a cada vuelta de nuestros propósitos, hace falta en primer lugar haber entendido bien qué es el masoquismo al nivel del perverso.
Ya les he indicado suficientemente hace un momento que en la neurosis aquello por qué ella queda cosida (reliée: religada) a la perversión – que no es otra cosa (rien d’autre) que ese fantasma que en el interior de su campo, el de la neurosis, cumple (remplit) una función muy especial, sobre la que, al parecer (semble-t-il), la gente no se ha verdaderamente interrogado nunca – es unicamente a partir de entonces (là) que podremos dar justo valor a lo que introduciremos a más o menos justo título, en una determinada vuelta de la neurosis, llamándole masoquismo.
Hoy soy pillado desprevenido (pris de court · prix de cour) y literalmente lo que les digo está – al no poder seguir con [el tema de] la neurosis – cascado (cassé) en dos, eso está ligado al hecho de que, por supuesto, siempre mido mal lo que puedo decirles en una sesión (fois). Pero hoy, he realmente (bien) articulado lo que hace el resorte de la perversión en ella misma, y a la vez les he mostrado que al sadismo no hay que verlo de ningún modo (nullement) como un retorno del masoquismo, pues está claro que ambos (tous les deux) operan de la misma manera, o casi, [en el sentido en que] (à ceci près que) el sádico opera de una manera más ingenua (naïve).
Interviniendo en el campo del sujeto, en la medida en que él está sometido al goce (il est sujet à la jouissance: él es sujeto por el goce), el masoquista, después de todo, sabe bien que le importa un rábano (peu lui chaut) lo que pasa en el campo del otrA, evidentemente hace falta que el otro se preste al juego, pero él, él conoce (sait) el goce que tiene para sonsacar. Para el sádico, él se encuentra, en verdad, siervo de esa pasión, de esa necesidad, de traer bajo el yugo del goce lo que él visa como siendo el sujeto. Pero él no se da cuenta de que en ese juego, él mismo es el pardillo* (dupe), haciéndose siervo de algo que se encuentra (est) totalmente fuera de él (hors de lui), y la mayoría del tiempo restante a medio camino entre lo que él visa, pero por otro lado, no dejando de realizar efectivamente – quiero decir: sin saberlo, sin buscarlo, sin situarse ahí, sin colocarse (placer) ahí – la función del objeto(a), es decir: estar objetivamente, realmente, en una posición masoquista, como la biografía de nuestro divino marqués (“divin Marquis”) – lo he señalado en mi artículo – nos lo demuestra con creces (assez): qué [hay] de más masoquista que haberse puesto (remis) en manos de la Marquesa de Mierdun (Merdeuil; Staferla: la marquesa De Sade había nacido marquesa de Montreuil).
[*cf. Les non-dupes errent · les noms du père; traduzco “dupe” por pardillo para remitir a que el “Padre” (nom du père) es además el “par” (non du pair)]