Voy en primer lugar a anunciarles que para mi gran pena no haré este curso – o este seminario, como ustedes quieran llamarle – el próximo miércoles. A razón de que hay la huelga, que después de todo entiendo, por mi parte, respetarla, considerando (outre) las molestias que nos daría que se anunciara que, estando cortada toda la electricidad, aquello que me resulta tan problemático (qui me donne tant de mal) desde hace muchas sesiones hacer funcionar aquí, para vuestro beneficio y para el mío, resultaría inútil.
Entonces hará falta reinscribirlo de ahora hasta el final de la sesión para que las personas que llegan tarde (en retard) no ignoren que no habrá próximo… seminario – puesto que le llaman (on) así – sino dentro de quince días. Estamos, creo, en el 10 de mayo, será pues (ça fait donc) el 24. Encuentro el 24.
¿Alguien tiene alguna observación que hacerme sobre lo que les comuniqué en la última sesión? ¿O alguien hizo alguna reflexión relativa (comportant) especialmente – enciendo mi lámpara – a lo que escribí en la pizarra? …Parece que no. ¡Y no sé si debo o no respirar [de alivio]! …¿Será por causa de la profunda distracción con la que se recibe lo que yo puedo inscribir? Pero en fin, yo estuve en un sinvivir (je me suis fait un sang d’encre), volviendo a mi casa, por haber escrito en la pizarra la fórmula del (a)menudo, evidentemente, (–1)/2, y luego, justo después, el valor de: 2,236… en fin, y algo. Luego me permití (livré) a algunas bromas sobre la tabla de los logaritmos. Pero yo habría hacho mejor en precisarles, por supuesto, que lo que yo estaba escribiendo ahí no era el valor de (a)menudo, sino de . [frase inacabada en Staferla]
¡No se crean (qu’on en s’imagine pas) que (a)menudo es dos, coma y algo! Puesto que al revés (a)menudo es inferior a la unidad. Es una cifra que es un poquito más elevada que seis décimas, lo que no es inútil saber (à connaître) cuando ustedes quieran inscribir estas longitudes (longueurs) o estas líneas de las que me sirvo y poner en una proporción casi exacta la longitud del (a)menudo al lado de la longitud definida para equivaler a la unidad. El segundo error que hice fue que tras (à la suite) una larga serie de igualdades, señaladamente la que se inscribe por 1+a/1, por ejemplo, yo terminé al final por escribir: igual (a)menudo, mientras era 1 [lo] que hacía falta escribir.
Bueno, en fin, para quienes copiaron estas fórmulas, ¡que las corrijan!
Nosotros seguimos avanzando en nuestro objeto de este año y, por supuesto, esta lógica que elaboro ante ustedes bajo el nombre de una lógica del faltasma tiene una finalidad que he definido muchas veces y que hace mucha falta que venga finalmente a ser aplicada (s’appliquer). A ser aplicada a algo que no podría ser, por supuesto, sino una obra de cribado o incluso, propiamente hablando, de crítica, contra lo que es adelantado a un cierto nivel de la experiencia y bajo una forma teórica que, a veces, [se] presta a déficit (prête à défaut). Con (dans) este designio, abrí, o más bien reabrí, para el uso de ustedes (à votre usage), una obra (ouvrage) que no había dejado (manqué) de parecerme importante en el momento en que surgió, y es (est) accesible a todos ustedes puesto que fue traducido al francés bajo el nombre de La neurosis de base (La névrose de base), de alguien a quien seguramente no le falta (ne manque) ni talento no penetración analítica y que se llama Bergler* (M[onsieur] Bergler). Es una obra que les recomiendo – puesto que ustedes van a tener todavía quince días por delante – que les recomiendo a título de ejemplo, de soporte ocasional de aquello para que puede servir nuestro trabajo aquí.
[Staferla: Edmund Bergler : La névrose de base, Payot , Coll. PBP, 2000.]
Al recomendársela a título de ejemplo, por supuesto, no se trata de (n’est pas) recomendarla a título de modelo – es sin embargo, como ya lo he dicho, una obra de gran mérito – no es ciertamente por esas vías que veremos de ninguna manera aclararse en qué consiste la naturaleza de la neurosis, pero sin duda no se trata de (n’est pas) decir tampoco que no sea ahí apercibido algún resorte esencial. Las nociones de estructura que son aquí avanzadas – y que además, en el sentido en que empleo de momento esta palabra, no son el privilegio de este autor – lo que se enuncia habitualmente en la noción de capas (couches) – que por la misma razón se escalona: superficial o profundo, o inversamente: profundo o superficial – aquellas [capas] por ejemplo (nommément) de las que parte el autor, a saber, que en los casos que él visa – pero aún hace falta añadir que él los considera de lejos (de beaucoup) como los más numerosos en la neurosis – los casos definidos en [cuanto a] su sentido por lo que él llama “la regresión oral”, se definen por algo que después de todo no tengo motivo (raison) – puesto que está ahí resumido en algunas líneas – para no tomar directamente prestado de su texto… Eso será más riguroso (sûr):
“Los neuróticos orales hacen surgir constantemente la situación del triple mecanismo de la oralidad que es (que voici): Primeramente: yo me crearé el deseo masoquista de ser rechazado por mi madre…”
Alguien que escriba (que quelqu’un écrive; Staferla: [en la pizarra]): 1) ser rechazado – en el rincón precisamente (tout à fait), arriba a la derecha. ¿Muriel? Si quiere (voulez bien), me hace este favor (service). Tome estos grandes (ces gros machins; Staferla: [los rotuladores]) que para eso están (qui sont là pour ça). “Segundo: no seré…” Termino el primer párrafo: “…me crearé el deseo masoquista (masochique · maso chic) – pues – de ser rechazado por mi madre, creando o deformando situaciones en las cuales algún substituto de la imagen pre-edipiana de mi madre rechazará mis deseos.” Esta es la capa más profunda, aquella cuyo acceso es más difícil, aquella contra cuya revelación el sujeto se defenderá más vehementemente (fortement) y durante más tiempo (plus longtemps). Digo esto para los oyentes más novicios (novices) de esta sala.
“En segundo lugar: no seré consciente de mi deseo de ser rechazado y de que sou el autor de ese rechazo. Yo veré solamente que tengo razón en defenderme (défendre: prohibir), que mi indignación está bien justificada, al igual que la seudo-agresividad [de la] que [doy] testimonio (que je témoigne) ante esos rechazos (en face de ces refus).”
1) Seudo-agresividad. Escriba solamente estas palabras, si es tan amable (s’il vous plaît).
“En tercer lugar, después de qué me apiadaré de mí mismo (je m’apitoierai sur moi-même) a razón de lo que una “tal injusticia” – entre comillas – no puede llegar sino a mí y yo gozaré, una vez más, de un placer masoquista. Paso por (sur) lo que Berger añade ahí, lo que él llama “el punto de vista clínico”, singular diferenciación además que él hace entre lo que él ve (considère) como resumiendo la génesis de la perturbación – el elemento genético – y esta forma o aspecto clínico definiéndose para él por la intervención de un superyó (surmoi), cuya vigilancia consiste precisamente en mantener la presencia del elemento que aquí él designa como masoquista, como el elemento siempre activo en el mantenimiento de la defensa. Este segundo punto de vista es en él mismo susceptible de debate (à discuter) y yo no lo haré hoy. Lo que hoy, sobre esta cuestión (sujet), adelanto es esto: que en ninguna parte está articulado cómo esto (en quoi ceci) – que, por lo demás (au reste), es justo: que en la posición oral el sujeto, digamos, quiere ser rechazado – por qué no es verdadero decir que la pulsión oral consiste en querer obtener, señaladamente, la teta (le sein).
Si la observación está fundada en su posición radical, en ningún punto de este trabajo de Bergler se da él cuenta de ninguna manera ((il n’est de quelque façon rendu compte) de lo que esto quiere decir respecto de una pulsión definida como oral, y por qué – de alguna manera al comienzo – lo que parece ser la tendencia digamos natural es así vuelto al revés (renversé).
Punto sin embargo importante porque, precisamente, es de su posición natural que el sujeto arguïrá (arguera) para sostener esa agresividad que Bergler, muy justamente, denomina seudo, puesto que no lo es (ce n’en est pas une: no es una [sola]). Esto evidentemente dejando abierto aquello de qué se trata al nivel de una agresividad que no sería seudo. Como sobre ese asunto (sujet) introduje un registro que es propiamente hablando el del narcisismo – equivalente a lo que, en la teoría ordinariamente recibida, se (on) llama “narcisismo secundario” – como yo he puesto ahí la agresividad como siendo su dimensión constitutiva y como diferencial (distincte), a ese título, de la pura y simple agresión, nos encontramos con un abanico (éventail) de nociones: desde aquella bruta, de agresión, que no conviene en prácticamente (casi) ningún caso; cuando se trata de fenómeno neurótico: el de la agresividad narcísica; y por último (enfin) de esa seudo-agresividad que Bergler especifica como resultante, a un cierto nivel, de la neurosis oral. Yo señalo simplemente estas distinciones, sin darles de momento su desarrollo completo.
Sea como sea, la cuestión se plantea acerca de lo que conviene mantener como el estatuto – hasta el presente definido como “agresivo” – de un cierto tiempo de la pulsión oral y por qué, en la neurosis oral, esa tónica (cet accent) del ser rechazado es colocado por Bergler como siendo [de todos] el más radical. El único alcance de mi observación no es zanjar (trancher) en cuanto a los hechos – aparte que, por supuesto, zanjar implicaría indagar de qué está hablando (chercer de quoi il parle), a saber, de qué neurosis, de qué momento de su acceso (abord) – sino esto que falta en un texto teórico, a saber, si no hubiera que doblarse (se pencher), precisamente aquí, en el punto en que las cosas se detienen, a saber, en lo que quiere decir y por qué es pertinente el término “ser rechazado”: “ser rechazado” sugiere cierta suspensión interrogate (quelque suspens questionnant); ¿ser rechazado a qué título? ¿ser rechazado en cuanto qué?
No es efectivamente para nosotros – suponiéndolo desde la base (au seuil) de la teoría analítica – [ninguna] novedad (chose nouvelle) que lo que sucede cuando nos presentamos en una relación, por ejemplo, que se calificará de “intersubjetiva”. Ustedes saben que con respecto a eso lo que pudo ser avanzado en un cierto modo de pensamiento que es aquél – hegeliano – del que el mismo Sartre, separando (détachant) una rama (rameau), puso en valor en acento que a un cierto nivel él puede tomar: el que ha sido calificado de “exclusión radical y mutua de las consciencias”, del carácter incompatible de su coexistencia, de ese “o ella o yo” (ou lui ou moi) que surgiría a partir del momento en que propiamente hablando aparece la dimensión del sujeto.
También es mucho decir (c’est assez dire aussi), cuánto este relieve cae bajo el alcance de las críticas que se pueden hacer (avancer) contra la génesis inicialmente tomada en la “la lucha a muerte”, lucha a muerte que coge su estatuto de esa concepción radical del sujeto como absolutamente autónomo, como Selbstbewusstsein. ¿Es de alguna cosa de ese orden que se trata?
No lo parece para nada, puesto que todo lo que nos aporta la experiencia analítica concerniendo al estado dicho oral hace que intervengan ahí muchas otras dimensiones, por ejemplo (et nommément) esa dimensión corporal de la agresividad oral, de la necesidad (besoin) de morder y del miedo de ser devorado. El “ser rechazado” pues, ¿hay que tomarlo en este momento como concerniendo al objeto? En verdad, uno vería fácilmente indicada (en verrait… pointer) la justificación por esto: que “ser rechazado” seria, en este registro, propiamente hablando, salvarse a sí mismo del devoramiento (engloutissement) de la pareja materna (partenaire maternel).
Sería quizás un poco demasiado simple contestar de esta manera a la cuestión del estatuto del “ser rechazado”. Y decir que es demasiado simple está suficientemente subrayado por esto – esto, dos veces repetido en las líneas que les acabo de leer, de Bergler – quien asocia a esta neurosis oral – como algo que le es (étant) esencial – la dimensión del masoquismo. El ”ser rechazado” en cuestión es un rechazo “de derrota” (“de défaite”), es un “rechazo humillante”, escrito fuera aún (encore ailleurs) del autor, y es por esto que él se permite introducir la etiqueta (l’étiquette) de masoquismo, que él califica de “masoquismo psíquico” en ese momento. Consagrando de alguna manera un uso vulgar del término de masoquismo, del que no digo que no haya [tal uso], en el texto de Freud, pretexto para introducirlo (prétexte à l’introduire) pero que – extendido (étendu; [entendu?]) y tomado en ese uso en que él es hoy día cada vez más habitual (maintenant de plus en plus courant) – es propiamente hablando ruinoso.
La alusión a la referencia al objeto – a nivel de ese rechazo – es ahí tan solo lo que podría justificar la introducción de la dimensión del masoquismo a este nivel. Es inexacto decir que lo que caracteriza el masoquismo es el lado penoso (pénible), asumido como tal, en una situación. Abordar las cosas bajo este ángulo remonta (aboutit) a un abuso de hacer – algunos lo hacen – de la dimensión (dimension · dit-mention) sadomasoquismo, el registro esencial, por ejemplo, de toda la relación analítica.
Hay ahí una verdadera perversión, tanto del pensamiento de Freud como de la teoría y de la práctica. Y esto es propiamente hablando insostenible, tanto [cuanto] la dimensión del masoquismo se define (est définie) precisamente, sin duda, por el hecho de que el sujeto asuma (assume) una posición de “objeto”, en el sentido más acentuado que damos a la palabra “objeto”, para definirlo como ese efecto de caída y de desecho (de chute et de déchet), de resto del advenimiento (avènement; cf. acouchement: parto) subjetivo. El hecho de que el masoquista instaure una situación reglada a partida (à l’avance) y reglada en sus detalles, que puede llegar a hacerle quedarse (séjourner) debajo de una mesa en la posición del perro: esto es parte de una puesta en escena, de un guión (d’une mise en scène, d’un scénario), que tiene su sentido y su beneficio y que, incontestablemente, se encuentra (est) al principio de un beneficio de goce, ya le añadamos o no algún apunte (quelque note que nous puissions y ajouter ou non), respecto a la preservación (concernant le maintient), el respeto y la integridad del principio de placer.
Que este goce esté estrechamente (étroitement: íntimamente) ligado a una maniobra del otrA, diría yo, que se expresa de la forma más común (le plus communément) bajo la forma del contrato – cuando digo “del contrato” quiero decir (je dis): del contrato escrito – de algo que le dicta todo eso (qui dicte tout autant) al otrA – y mucho más todavía al otrA que al propio masoquista (masochiste lui-même) – toda su conducta (conduite). Es esto lo que debe instruirnos en cuanto al nexo que da su especificidad, su originalidad, a la perversión masoquista, que está hecha al más alto nivel (hautement faite) para nos aclarar hasta su fondo la parte que ahí juega el otrA en el sentido en que entiendo este término…
Quiero decir: el otrA con un (A)más (l’Autre avec un grand A: el otro con A mayúscula), el otrA; lugar donde se despliega, dado el caso (dans l’occasion), una palabra que es una palabra de contrato.
Reducir el uso del término “masoquista”, después de eso, a ser algo que se presenta como simplemente una excepción, una aberración, al acceso al placer más simple, es algo de [una] naturaleza capaz de (à) generar todos los abusos [posibles]. El primero de los cuales (dont le premier) – ¡el primero de los cuales! – es este, por el cual, dios mío, yo no pensaría (croirait)emplear in término demasiado fuerte ni inapropiado buscando en (en relevant dans) las líneas de Bergler – de una punta a otra de ese libro notable, lleno de observaciones bastante rebuscadas (fouillées) y todas muy instructivas – buscar sin embargo ese algo que llamaría “una exasperación” que no está lejos de realizar una actitud maldosa (méchante) en cuanto al enfermo (à l’égard du malade): todas esas personas a las que él llama – que él llama, como si estuvieran ellas muy equivocadas (comme si c’étaient là un grand tort de leur part) – “¡coleccionistas de injusticias!”.
Como si, después de todo, nosotros estuviéramos en un mundo donde la justicia fuera (soit) un estado tan común (ordinario) que verdaderamente hiciera falta poner de lo suyo (mettre du sien) para tener de qué quejarse (pour avoir à se plaindre de quelque chose!). Esos coleccionistas de injusticias para quienes sin duda él descubre su (il décèle leur) operación más secreta por el hecho de ser rechazados [el mundo les descubre, les revela a los coleccionistas dicha operación]. Pero después de todo, acaso no podemos emitir – contra Bergler – esta idea de que en ciertos casos, al fin y al cabo (après tout), ser rechazado – como lo hemos además suficientemente mostrado… en los fantasmas es otra cosa: hablo aquí de la realidad – ¡vale quizás más, de vez en cuando, ser rechazado que ser aceptado demasiado rápido! El encuentro que se puede dar (on peut faire) con tal o tal persona que no pide más que adoptar a uno (vous adopter) no siempre es… la mejor solución ¡no siempre es no escapar!
¿Por qué esta parcialidad que, de alguna manera, implica una serena (sereine)… que estaría en el orden, en la naturaleza de las cosas, en su buena inclinación (pente), de hacer siempre todo lo que hace falta para ser admitido?
Esto suponiendo que “ser admitido” es en cualquier circunstancia ser admitido a una mesa de ganancia (table bienfaisante: mesa propicia, lucrativa). Esto sin duda no deja de ser (n’est pas sans être) de una naturaleza inquietante y de parecernos en esto caso digno de nota (à l’occasion à pointer), para notar (remarquer) que tal cosa o tal otra que puede pasar en el mundo y, por ejemplo, muy simplemente, en este momento (pour l’instant), en cierto pequeño distrito de Asia o del Sudeste, es que… ¿de qué se trata?
¡Se trata de convencer [a] ciertas personas que están equivocadas al (ont tort de) no querer ser admitidas en [el mundo de] los beneficios (bienfaits) del capitalismo! ¡Prefieren ser rechazados!
Es a partir de ese momento, parece [ser], que deberían plantearse las cuestiones sobre ciertas significaciones. Y señaladamente sobre esta, por ejemplo, que nos mostraría – que nos mostraría sin duda, pero no será (est) hoy que iré en (ferai dans) esta dirección, ni siquiera [daré] sus (même les) primeros pasos – que si Freud escribió en algún lugar que “la anatomía es el destino”, hay quizás un momento en el que, cuando hayamos vuelto a una sana percepción de lo que Freud descubrió para nosotros (Freud nous a découvert), uno dirá – no sigo siquiera que “la política es el inconsciente” sino, muy simplemente – ¡el inconsciente es la política! Quiero decir que lo que enlaza (lie) a los hombres entre ellos, lo que les opone, está motivado precisamente por (est… à motiver) aquello para qué intentamos, de momento, articular la lógica.
Porque es a falta de esta articulación lógica que pueden producirse esos desvíos, que hacen que antes de darse cuenta de que para ser rechazado – para que ser rechazado sea esencial como dimensión para el neurótico – hace falta esto de todos modos (en tout cas): que él se ofrezca (qu’il s’offre).
Como lo describí en algún lugar: el neurótico al igual que (aussi bien le névrotique que) lo que nosotros mismos hacemos – y justamente por eso (et pour cause), porque esos son los caminos que seguimos – eso consiste precisamente, con la oferta, a intentar hacer la demanda, y que por supuesto una operación tal (une telle operación) – ni en la neurosis ni tampoco en la cura analítica – es siempre exitosa (en ´reussit pas toujours), sobre todo si ella es conducida de manera torpe (maladroitement).
Esto también, además es de naturaleza – pues ningún discurso analítico deja de (n’est sans · naissant) presentarnos la ocasión – el interrogante – la ocasión de que nos demos cuenta de lo que implica en un cierto curso inocente, donde él mismo no sabe jamás – este discurso analítico, quiero decir – hasta dónde va respecto de lo que (dans ce qu’) articula – esto nos permitiría darnos cuenta, efectivamente, que si la clave de la posición neurótica se sostiene en (tient à) este nexo íntimo a (rapport étroit à) la demanda del otrA, en la medida en que él (Staferla: el neurótico] intenta hacer que surja [ese nexo], es exactamente – como yo lo decía hace un momento – porque él se ofrece a la vez que vemos ahí el carácter fantasmático (fantasmatique) luego caduco de ese mito, de ese mito introducido por la homilía (prêcherie: palabrería, sermonería) analítica, y que se llama la oblatividad. Es un mito de neurótico.
Pero ¿qué es lo que motiva estas necesidades que se expresan en esos sesgos paradójicos, y siempre mal definidos si uno les refiere (rapporte: conecta, pone en relación) pura y simplemente al beneficio – recogido o no a continuación (à leur suite) de la realidad?… si uno omite esta primera etapa esencial y a luz solamente de ésta (à la lumière seule de laquelle) – [de] la etapa, digo – se puede poner en juego (jouer) lo que se desprende (ressort) de sus resultados?
Es la articulación lógica de la posición – neurótica en el caso presente – y también de todas las demás (et aussi bien de toutes les autres). Sin una articulación lógica que no hace intervenir ningún prejuicio acerca de lo que sea deseable (de ce qui est à souhaiter) para el sujeto, ¿qué saben ustedes de eso? ¿Qué saben ustedes, si la necesidad… si el sujeto tiene necesidad de casarse con fulana o con mengana (avec telle ou telle)? Y si él dejó su matrimonio en un momento dado, si [no] es para él una metedura de pata? (Et s’il a loupé son mariage à tel détour si ce n’est pas pour lui, une veine?) Dicho de otra manera, ¿dónde están ustedes metiendo nariz? (De quoi vous mêlez-vous, autrement dit?)
Mientras que la única cosa con la que ustedes tienen que vérselas (avez affaire) es la estructura lógica de aquello de qué se trata, de aquello de qué se trata señaladamente, en el caso de una posición como la que uno podrá calificar como deseo de ser rechazado. Ustedes tienen en primer lugar que saber lo que el sujeto, a este nivel, persigue: cuál es para el neurótico la necesidad y el beneficio quizás, que él obtiene (qu’il y a: que hay) al ser rechazado?
Y ponerle la etiqueta, encima, de masoquista (et y épingler, de surplus, le terme de masochique) es simplemente, dado el caso, introducir ahí una nota peyorativa que viene (est) inmediatamente seguida – como yo lo había señalado hace un momento – de una actitud directiva (directive) del analista que puede, llegada el caso (à l’occasion), llegar a ser persecutoria (aller jusqu’à devenir persécutive).
Ahí está por qué es absolutamente (tout à fait) necesario retomar las cosas como pretendo (j’entends) hacerlo este año y, puesto que estamos en ello (puisque nous y sommes), recordar que si empecé este año con el acto sexual en su estructura de acto fue (c’est) en relación con esto: que el sujeto no aparece (ne vient au jour: no viene al caso) sino por el nexo de un significante con un otro significante (que par le rapport d’un signifiant à un autre signifiant) y que esto exige de ellos – quiero decir, de estos significantes – el material (le matériel).
Hacer un acto es introducir este nexo de significantes por el cual (par quoi) la coyuntura se consagra (est consacrée) como significativa, es decir, como una ocasión para (de) pensar.
Se pone énfasis (l’accent) en el dominio (maîtrise) de la situación porque se imagina que es la voluntad que preside al “fort da”, por ejemplo – famoso – del juego del no-hablante (enfant: niño, niña). No es el lado activo de la motricidad que es ahí la dimensión esencial. El lado activo de la motricidad no se despliega aquí más que en la dimensión del juego, ju-ego.*
[*Otro incorporal, o casi. Jacques parece haber deletreado juego (“jeu, j.e.u”) para restar la ambigüedad entre “jeu” (juego) y “je” (yo). Aquí, intento devolver algo del espíritu del juego lacaniano beneficiándome de que, en castellano, el juego se come al yo (ego), al menos en cuanto significante.]
Es su estructura lógica que distingue esta aparición del “fort da”, tomado como ejemplar (exemplaire: (adj.) modélico, (n.) espécimen) y vuelto ahora una “coletilla” (un “bateau”: una referencia al uso, sin originalidad). Es porque es la primera tematización significante – so forma de oposición fonemática – de una cierta situación, que uno puede calificar de activa, pero solamente en el sentido en que de ahora en adelante no le llamaremos activa sino si se da (s’il y a) – en el sentido en que la definí – la estructura del acto, la puesta en cuestión del acto en esta relación tan distorcida (distordue): ¡eso es excluido, sombreado (mis à l’ombre)! ¿Cuál es la relación entre dos seres pertenecientes a dos clases, que son definitivas para el estado civil y para el consejo de revisión, pero que precisamente nuestra experiencia nos ha enseñado a ver como no siendo (pour n’être · pour naître) – absolutamente más evidentes para la vida familiar por ejemplo, y suficientemente liadas (brouillées) para la vida íntima (vie sécrète) – dicho de otra manera: lo que define al hombre y a la mujer.
Es la teoría, es la experiencia, es la experiencia analítica que aportan aquí la noción de “satisfacción” – como esencial a este acto, quiero decir. Satisfacción – en el texto de Freud, Befriedigung – que introduce la noción de una paz emergente (une paix survenant). Esta satisfacción ¿es la satisfacción de la descarga (décharge), de la detumescencia? Satisfacción simple aparentemente, y efectivamente bienvenida (tout à fait propre à être reçue). Por otra parte (néanmoins), está claro que todo lo que desarrollamos – en términos más o menos propios o impropios – implica que la satisfacción – puesto que distinguimos aquella, por ejemplo, que sería del orden pregenital de la que es genital – implica una otra dimensión: la [que es] implicada justamente (celle impliquée même) por esa diferencia.
Que con toda seguridad en un comienzo (qu’assurément d’abord), un término como el de “relación de objeto” se haya impuesto aquí, resulta evidente (va de soi: va per se). Lo que no quita nada al carácter risible (bouffon) de lo que pasa cuando se intenta inscribir bajo ese término, variarlo, o escalonarlo, según la mayor o menor facilidad en qué (aise) se inscribe la relación. Pues no se trata de otra cosa cuando distinguimos la relación genital por esos dos rasgos: por una parte, la pretendida “ternura” que se podría fácilmente, sin dificultad (aisément) – me jacto (tarque) de hacerlo – sostener que ella no es en ningún caso más que la reversión de un menosprecio; y por otra parte, lo que ahí se acentúa de la pretendida esencia de la ruptura, incluso del duelo.
Así, el progreso de la relación – quiero decir (j’entends): la “relación sexual” entre comillas – en la medida en que ella se volvería genital, sería que uno tendría proporcionalmente más facilidad (d’autant plus d’aise) a pensar de la pareja (partenaire): “Ya te puedes matar” (“Tu peux crever”: puedes morir). Retomemos las cosas desde otro plano de certeza: ¿qué es lo que el acto sexual satisface? (à quoi l’acte sexual satisfait-il) Es muy evidente para empezar que uno puede contestar, e ilegítimamente, simplemente: el placer. No tengo (connais) más que una sola referencia (registre) donde esa respuesta sea plenamente defendible (tenable): es un plano ascético, que es mantenido en la historia por Diógenes, que hace el gesto público de la masturbación como signo de esa afirmación teórica de un hedonismo dicho – a razón misma de este modo de manifestación – “cínico” y que no se puede considerar como un tratamiento, es falso que él no pague un cierto precio (il n’est pas sans se payer d’un certain prix).
Puesto que hace un momento he introducido la dimensión política – cosa curiosa y sensible, en efecto (tout à fait): este tipo filosófico se auto-excluye (s’exclut lui-même), como él se ve no solamente en las anécdotas sino en la posición del personaje en su calaña (tonneau: valor, calibre) – hubiese (eût-il) un visitante como Alejandro – que se paga con ser excluido (d’une exclusion) de la ciudad. Lo repito: hay ahí algo de qué no había motivo para sonreír (dont on aurait tort de sourire), es una cara propiamente hablando ascética, un modo de vida (mode de vivre). No es probablemente tan común como parece.
Yo no puedo decir nada al respecto: no [lo] intenté.
(Staferla: ¡Oh! – exclama alguien al fondo de la sala)
¿Ustedes oyen (entendez) o no? ¿Ustedes no [me] oyen? Entonces ¿para qué sirve toda esa artillería (machins)? (Staferla: Lacan señala el material de sonido)
(Staferla: Oh, ¡efectivamente! (Oh, tout de même! – dice alguien aún); risas)
Entonces, no habrá que olvidar ese lugar del placer, de la menor… tensión. Bueno. Solamente está claro que no es suficiente ese lugar, que muchos otros modos, de una gran variedad de modos aparecen, de satisfacción al nivel de la búsqueda implicada por el acto sexual. Nuestra tesis – aquella a la que da cuerpo el curso de este año – es esta: de la imposibilidad de captar (saisir: tomar, entender) el conjunto de esos modos fuera de un escrutinio (scrutacion) lógico, único capaz de reunir, en la variedad al igual que (comme) en la amplitud, los distintos modos de esa satisfacción.
El conjunto de que se trata que instaure lo que llamaremos – provisionalmente y con reservas – un ser masculino y un ser femenino, en ese acto fundador que hemos invocado al comienzo de nuestro discurso de este año, llamándole el acto sexual. Si dije que “no hay acto sexual” es en el sentido en que ese acto combinaría (conjoindrait), bajo una forma de distribución (répartition) simple, la que evoca en la técnica – por ejemplo en las técnicas habituales (usuelles), en la del cerrajero – la denominación (appellation) de pieza macho o de pieza hembra. Esta distribución (répartition) simple que constituyendo el pacto, inaugural, por donde la subjetividad se generaría como tal: macho (mâle) o hembra. Yo afirmé (fait état), en su tiempo y en su lugar, del famoso: “tú eres mi mujer”. Pues bien, está bastante claro que no basta que yo lo diga para que yo sea su hombre (son homme). Pero en fin, aunque fuera suficiente, ¡no resolvería nada! Yo me fundo como “su cualquier cosa”. Es un voto de aprendizaje que es grande como un pacto, como mínimo de un pacto de preferencia. Eso no sitúa absolutamente nada ni del hombre ni de la mujer. Aún más (tout au plus), se puede decir que son dos términos opuestos y que es indispensable que haya dos, pero qué es cada uno – o ninguno (aucun) – es claramente (tout à fait) excluido del fundamento en la palabra.
En cuanto a lo que es la unión, matrimonial si quieren, o de cualquier otra: que una cierta dimensión la eleva a (porte jusqu’à) la dimensión de sacramento no cambia absolutamente nada – absolutamente nada en aquello de qué se trata, a saber_ de ser el hombre o la mujer. Eso deja en particular tan completamente de lado la categoría de la feminidad – puesto que he tomado el ejemplo del “tú eres mi mujer” – que nunca es malo referirse (rapporter) a ese ejemplo que es el del maestro mismo del psicoanálisis, del que se puede decir que, para él, ese pacto ha sido extraordinariamente prevaleciente – la cosa ha sorprendido todos aquellos que la abordaron: uxorious* como se dice en inglés, uxorioso, así lo califica Jones, a partir de tantos otros – pero del que, después de todo, no es tampoco un misterio que su pensamiento tropezó hasta el final con el tema: “¿Qué quiere una mujer?” lo que viene a ser (ce qui revient à dire): “¿Qué es ser una mujer?” Tengo que añadirles (il faut vous ajouter) que después de (depuis: desde hace) 67 años de surgery psychanalytique (sic) no nos hicieron saber más acerca de qué es (sur ce qu’il en est de) el goce femenino, aunque de la mujer o de la madre – no sabemos muy bien cómo expresarlo (on ne sait pas trop comment ça s’exprime) – no paremos de hablar (nous parlions sans arrêt). A pesar de todo es algo que vale [la pena] señalar (qui vaut qu’on le relève).
[*Staferla: Uxorious : excessivement dévoué ou soumis à sa femme (Robert & Collins).]
Es por eso que es importante darse cuenta – y este esquema heurístico que les he dado en (sous la) forma de esas tres líneas – del (a)menudo, del Uno que sigue – el Uno atravesado (percé), y del otrA – nos recuerda simplemente eso que es el cambio (la monnaie) de lo que articulamos cotidianamente (à cours de journée), a saber, que el acto sexual implica un elemento tercero a todos los niveles.
A saber, por ejemplo:
- lo que se llama la madre – la madre en el edipo, donde se fijan (sur laquelle sont accrochés) todas las resignaciones (ravalements; ravaler: rebajarse) de la vida amorosa, en todo lo que queda siempre presente en el deseo de que así sea (désir de ce fait);
- o aún el falo en la medida en que él debe faltar a quién lo tiene – es decir al hombre en la medida en que el complejo de castración quiere decir alguna cosa, alguna cosa que en absoluto se ha aclarado todavía (qui n’est pas du tout encore [en corps] mis au jour · que en absoluto se ha actualizado/realizado en el cuerpo), puesto que implica que inventáramos para ello (à son propos) el alcance de una negación especial: pues al fin y al cabo (enfin), si él no lo tiene – en el registro y en la medida en que el acto sexual puede existir – ¡eso no es decir en la medida tampoco en que él lo pierda! (el sujeto de esta negación, espero, podrá ser abordado antes del final de este año) – que este falo, por otr parte, deviene el ser de la pareja que no lo tiene.*
[*devient l'être [lettre] du partenaire qui en l’a pas: deviene letra del otro [que hace par o no] que no la tiene; ninguno tiene letra pero cualquiera puede ser letra para otro en la medida en que no cualquiera es otro (un otro significante) para otro, pero cualquiera puede devenirlo. Efectivamente, no hay letra ni lenguaje sin alteridad.]
Es aquí que nosotros encontramos sin duda la razón por la que Aristóteles – como lo recordé la última sesión (fois) – tan sometido a la gramática (si [sí] soumis à la grammaire [grand-mère] (sí, sumiso a la abuela/gran-madre) – parece, se nos dice – que haya sido, desarrollado el abanico, el listado, el catálogo de las Categorías: curiosamente, después de haber[lo] dicho todo, la calidad [ποιον : poion], la cantidad [ποσον : poson], el ποτε [ pote : Quand ], el που [ pou : où ], el το τι [to ti], y todo, todo lo que viene a continuación (qui suit) en la paradita (baraque) – no ha soplado en absoluto (n’a pas absolument soufflé) – aunque la lengua griega, como la nuestra, esté absolutamente sometida a lo que Pichon llama la “sexuisemblanza”*, a saber, que hay el diván (fauteuil) y que hay la foto (photo)… como además – píllenlo (tenez) – de paso (en passant) entreténganse a permutar (renverser) la ortografía, eso les instruirá mucho acerca de una dimensión (dimension · dit-mension) francamente (tout à fait) disimulada de la relación analítica: el “photeuil” (p.h.o) y la “fauto” (f.a.u), es muy entretenido (amusant) – en fin, sea como sea, Aristóteles no ha pensado (songé) jamás en sostener a propósito de ningún ente – lo que de todos modos se imponía tanto en su tiempo como en el nuestro – saber si había una categoría del sexo.
[*“sexuisemblance” · sexe sui oui semblance; sans blanc ce; séduisant]
Una de dos (de deux choses l’une · lune):
- o él no era tanto como se dice guiado por la gramática
- o hay ahí entonces – en esa omisión – alguna razón [otra].
Ella está probablemente ligada a esto: cuando he hablado, hace un momento, del ser masculino o del ser femenino, había ahí un empleo insuficiente (fautif: equivocado, falto), a saber, que quizás, el ser es – como se expresa Pichon todavía – “insexuable”, que el το τι, la quididad del sexo es quizás faltante, que no hay quizás más que el falo. Eso explicaría en cualquier caso muchas cosas. En particular esta lucha salvaje que se establece alrededor y que nos da sin duda la razón visible, sino última, de lo que la gente (on) llama ¡la guerra de los sexos! (la lutte des sexes) Solamente, creo también, aún así (là encore), que la guerra de los sexos es una cosa en la que además la historia demuestra que son (sont) los psicoanalistas los más superficiales que en ella se deuvieron (qui se sont arrêtés). Sin embargo, [nos] queda (il reste) que una cierta ἀλήθηια [alétheia] – a tomar en ese sentido, con el acento de Verborgenheit (Staferla: latencia, encubrimiento) que le da Heidegger – puede estar, propiamente hablando, por instaurar (peut être… à instaurer: puede que haya que inaugurarla en cuanto a aquello de qué se trata relativamente (concernant) al acto sexual.
Es esto lo que justifica el uso (emploi) por mí de este esquema, [y el hecho de] que yo lo subraye de paso para no confundir (faire confusion) con otras cosas que he dicho en otras circunstancias y señaladamente en lo que atañe (concernant) la estructura y la función del corte – del que les he dicho algunas veces que, tal como la simbolizo [a esa función] cuando la hago entrar en juego (jouer) en lo que llamo el plano proyectivo, pretendo no hacer una metáfora sino, propiamente hablando, hablar del soporte real de aquello de qué se trata – no se encuentra por supuesto nada de él [de aquél esquema] en este pequeño esquema muy sencillo (il n’en est bien entendu pas de même dans ce très simple petit schème):
- de ese Uno, que yo hice la última vez “puntillado” y perforado
- de ese otrA
- y de ese (a)menudo.
Es esa triplicidad muy sencilla, en torno a la cual puede y debe desarrollarse un cierto número de puntos que tenemos que poner en relieve para este fin (à ce propos), respecto de lo que es lo relativo (ce qui se rapporte) al sexo, todo lo que tiene que ver con el síntoma (ce qui est du symptôme), y de qué este ali, pretendo (j’entends) poner – ciertamente de una forma repetida y no estará nunca demás (je ne saurait trop) repetir las cosas cuando se trate de categorías nuevas – repetir lo que nos va a servir de base.
El Uno, para empezar por el medio, es el más litigioso. El Uno concierne a esa pretendido unión sexual, es decir el campo donde él es cuestionado (mis en question) [acerca] de saber si puede producirse el acto de partición que necesitaría la repartición de las funciones definidas como “macho” y “hembra”. Hemos dicho ya, con la metáfora del calderón (chaudron), que recordé el último día (fois), que hay – en todo caso aquí, provisionalmente – algo que podemos designar como presencia de un salto (gap: desfase, intervalo, hueco), un orificio (trou: agujero) si quieren. Hay alguna cosa que no cuadra (colle), que no está clara (ne va pas de soi) y que es precisamente lo que yo recordaba hace un momento [acerca] del abismo que separa cualquier (toute) promoción, cualquier proclamación de la bipolaridad macho y hembra, de todo lo que nos da la experiencia relativamente al acto que la funda. Quiero decir aquí, por hoy, en el tiempo que me es concedido (imparti) este mediodía, que es de ahí, de ese campo Uno, de ese Uno ficticio – de ese Uno al que se aferra (cramponne) toda una teoría analítica de la que ustedes me han oído las últimas veces, en distintas réplicas (à maintes reprises), denunciar la falacia – importa plantear que es de ahí, de ese campo designado Uno, numerado Uno (numéroté Un · numéro ôté Un: número hurtado: uno) – no asumido como unificante – al menos hasta que hayamos hecho la prueba – que es desde ahí que habla toda verdad.
Mientras para nosotros psicoanalistas – y para muchos otros – antes incluso de que hayamos aparecido – aunque no mucho antes (quoique pas bien longtemps) – para un pensamiento que data de lo que podemos llamar por su nombre, después de todo: la vertiente (tournant) marxista – la verdad no tiene otra forma que [la d]el síntoma.
El síntoma, es decir: la significancia de las discordancias entre lo real (le réel) y aquellos para qué él se da. La ideología si ustedes quieren, con (à) una condición: es que para eso (pour ce terme) ustedes tuvieran que llegar a (alliez jusqu’à) incluir ahí la percepción misma.
La percepción es el modelo de la ideología. Puesto que es una criba en relación a la realidad. Y además, ¿de qué habría que sorprenderse? (pourquoi s’en étonner?) Todo lo que existe [hablando] de ideologías, desde que el mundo se llenó (est plein) de filósofos, no construyó jamás, después de todo, a no ser sobre una reflexión primera, que tenía que ver con la percepción. Vuelvo: lo que Freud llama “el río de lodo” (le fleuve de boue” · le fleuve debout: el río levantado, erecto), concerniendo al campo más vasto (vaste) del conocimiento, inundante del que a penas emergimos, para etiquetarlo (l’épingler) con el término de conocimiento místico: en la base de todo lo que se ha manifestado al mundo [a partir, respecto] de este orden: que no hay sino el acto sexual. Anverso (envers) de mi fórmula: no hay acto sexual.
La posición freudiana, es absolutamente (tout à fait) superfluo pretender remitirse (rapporter) a ella a partir de (en) lo que sea, si no es tomando a la letra esto: en base a (à la base de) todo lo que ha aportado hasta el presente – dios mío – de satisfacción, el conocimiento – digo: el conocimiento, lo he etiquetado “místico” para distinguirlo de lo que ha nacido en (est né de) nuestros días bajo la forma de ciencia – de todo lo que concierne al (est de la) conocimiento, no hay, en su principio, sino el acto sexual (à son principe, que l’acte sexuel).
Leer en Freud que hay en el psiquismo funciones desexualizadas, eso quiere decir – en [el texto de] Freud – que hace falta buscar el sexo en su origen. Eso no quiere decir que hay lo que la gente (on) llama en determinados (tels) lugares, por exigencias (besoins: necesidades) políticas, la famosa “esfera no-conflictiva” (“sphère non-conflictuelle”), por ejemplo: un yo (moi) más o menos fuerte, más o menos autónomo, que podría tener una aprehensión más o menos aséptica de la realidad. Decir que hay relaciones con (rapports à) la verdad – la verdad, sí (je dis la vérité: yo digo la verdad; la verdad, quiero decir) –, que el acto sexual no interesa, eso es propiamente lo que no es verdadero. ¡No los hay! (Il n’y en a pas!)
Lamento (je m’excuse de) estas fórmulas – a propósito de las cuales sugiero que su corte (tranchant) puede hacerse notar un poco demasiado vivazmente (un peut trop vivement ressenti) – pero yo me hice esta misma observación (observation):
- en primer lugar que todo eso está implicado en todo lo que he enunciado nunca, en la medida en que sé lo que digo (tout ce que j’ai énoncé jamais, pour autant que je sais ce que je dis).
- pero también esta observación (remarque): que el hecho de que yo sepa lo que digo ¡no es suficiente! No es suficiente para que ustedes lo reconozcan en eso [que digo] (y)! Porque, en el fondo, la única garantía (sanction) de este sé lo que digo, ¡es lo que no digo! No es algo que me pase solo a mí (ce n’est pas mon sort propre), es algo que le pasa a cualquiera (tous ceux) que sepa lo que dice.
Es esto lo que vuelve la comunicación muy difícil. O entonces, uno sabe lo que dice y lo dice pero en muchos casos hace falta considerar que es inútil porque nadie se da cuenta que el nervio (nerf) de lo que ustedes quieren hacer que se oiga (ce que vous avez à faire entendre) es justamente lo que ustedes no dicen jamás. Es lo que dicen los demás (les autres) que continúa a hacer su ruido y, más aún, que da lugar a (entraîne) efectos. Es lo que nos obliga (force), de vez en cuando, e incluso más frecuentemente que cuando nos toca, a ponernos a barrer (qu’à notre tour, à nous employer au balayage). Una vez nos hemos metido por (on s’est engagé dans) esta vía, no hay ninguna razón para acabar.
Hubo, en otro tiempo, un tal (nommé) Hércules que al parecer terminó su trabajo en las caballerizas de un tal (un nommé) Augias. Es el único caso que conozco de limpieza de caballerizas, ¡al menos cuando se trata de un cierto dominio! No hay sino un solo dominio, parece ser, y no estoy seguro de ello, que no tenga relación (rapport) con el acto sexual en la medida en que interesa a la verdad: es la matemática, en el punto donde ella confluye con la lógica. Pero creo que es lo que permitió a Russell decir que nunca se sabe si lo que uno adelanta es verdadero (si ce qu’on y avance est vrai). ¡No digo verdaderamente verdadero! Verdadero, sencillamente. De hecho es verdadero a partir de una posición definicional (définitionnelle) de la verdad: si un tal y otro y otros (si tel et tel et tels) axiomas son verdaderos, entonces un sistema se desarrolla, acerca del que hay que juzgar si es o no consistente. ¿Cuál es el nexo (rapport) de esto con lo que acabo de decir, a saber, con la verdad, en la medida en que ella necesitaría la presencia, la puesta en cuestión como tal del acto sexual? Pues bien, incluso después de haber dicho eso, no estoy seguro, siquiera, [de] que ese maravilloso, ese sublime despliegue moderno de la matemática lógica, o de la lógica matemática, sea efectivamente sin nexo con la expectativa (sans rapport avec le suspens) de si hay o no un acto [tal que sea] sexual.
Me bastaría escuchar el gemido de un Cantor pues es en forma de gemido que en un momento dado de su vida él enuncia que no se sabe que la gran dificultad, el gran riesgo de la matemática, es ser el lugar de la libertad. ¡Es sabido (on sait) que Cantor la pagó muy caro, esa libertad! De manera que la fórmula que “lo verdadero concierne a lo real en la medida en que nosotros somos interpelados (engagés) por el acto sexual” – por este acto sexual del que adelanto en primer lugar que no tenemos la certeza (on n’est pas sûr) de que exista, aunque nada más que él interese la verdad (quoiqu’il n’y ait que lui qui intéresse la vérité) – me parece ser la fórmula más justa, en el punto al que hemos llegado (où nous en arrivons).
Así pues el síntoma – cualquier síntoma (tout symptôme) – es a (en) ese lugar del Uno agujereado que se anuda (noue). Y es por eso que él conlleva siempre – por sorprendente que eso nos parezca – su cara (face) de satisfacción… al síntoma me refiero (je dis: au symptôme). La verdad sexual es exigente y más vale satisfacerla un poco más que no lo bastante (pas assez). Del punto de vista de la satisfacción, un síntoma, a este título, podemos concebir que él sea más satisfactorio que la lectura de una novela policíaca. Hay más nexo entre un síntoma y el acto sexual que entre la verdad y el “no pienso” fundamental, sobre el cual les recordé al comienzo de estas reflexiones que el hombre aliena ahí [en ese “no pienso”] su “no soy” excesivamente poco (trop peu · trompeur: engañador) soportable. Relativamente a qué nuestro álibi (alibi: pretexto, excusa) del “ser rechazado” de hace un momento, aunque no tan agradable en sí mismo, puede parecernos más soportable. ¿Entonces? Listos (fini) por ahora en lo que respecta al (avec) Uno. Hacía falta que esto yo lo indicara.
Pasemos al otrA, como al lugar (lieu) donde toma asiento (prend place) el significante. Porque no les he dicho hasta ahora que él estaba ahí, ¡el significante! Porque el significante no existe sino como repetición; porque es él que hace venir la cosa de qué se trata como verdadera. En el origen, no se sabe de dónde él sale. Él no es más (rien) – se lo dije el último día (la dernière fois · la dernière foi) – que este rasgo (trait: trazo):
que es además corte, a partir del cual la verdad puede nacer. El otrA, es el depósito (réservoir) de material, para el acto. El material se acumula, muy probablemente por el hecho de que el acto es imposible. Cuando digo eso, no digo que él no exista. Eso no basta para decirlo, puesto que la imposibilidad es lo real, muy simplemente, lo mero real (le réel pur), siendo que la definición de lo posible exige siempre una primera simbolización. Si ustedes excluyen esa simbolización, les aparecerá [como] mucho más natural esta fórmula: “Lo imposible es lo real” (l’impossible c’est le réel · l’un possible sait le réel: lo uno posible sabe/conoce lo real; uno posible sabe lo imposible).
Es un hecho: que no se ha encontrado, del acto sexual, la posibilidad en ningún sistema formal. Ven como insisto, ¿verdad? ¡Pues volveré! (Vous voyez j’insiste, hein? J’y reviens!) Qué es lo que eso prueba (prouve: demuestra), que no se lo pueda probar, ahora: que sabemos muy bien que no computabilidad, que no decidibilidad incluso, no implican para nada irracionalidad; que se define, que se discierne (qu’on cerne) perfectamente, que se escribe tomos (volumes) enteros sobre este dominio del estatuto de la no-decidibilidad y que se puede perfectamente definirla por la lógica (logiquement).
En este punto, entonces, ¿qué es? ¿Qué es ese otrA, el mayúsculo Ahí (le grand là · le grand a: la a mayúscula, el (A)más), con mayúsculA? ¿Cuál es su substancia, eh? Me he permitido decir – aunque en verdad hay que creer que cada vez me permito menos decir[lo], puesto que ya no lo entienden (on en l’entend plus)… en fin, ¡que yo ya no lo entiendo! Ya no me alcanza el oído (ça en vient plus à mes oreilles) – me he permitido decir durante un tiempo que camuflaba bajo ese lugar del otrA lo que se llama de manera agradable – y al fin y al cabo por qué no – el espíritu (Staferla: l’Esprit). Lo aburrido (ennuyeux) es que es falso.
El otrA, al final de los finales y si ustedes no lo han adivinado todavía, el otrA, [que está] ahí, tal como está escrito ahí, ¡es el cuerpo!
¿Por qué se le llamaría a algo como un volumen o un objeto, en cuanto sometido a las leyes del movimiento, en general, así tal cual, un cuerpo? ¿Por qué se hablaría de la caída de los cuerpos? ¡Qué curiosa extensión de la palabra (mot) “cuerpo”! ¿Qué proporción (rapport) entre un pequeño balón que se cae de la torre de Pisa y (au) el cuerpo que es el nuestro, si no es [entendida] a partir de esto: que es primeramente el cuerpo, nuestra presencia de cuerpo animal, que es el primer lugar donde poner (mettre) las inscripciones, el primer significante, como todo – a nosotros – lo sugiere en nuestra experiencia, salvo, evidentemente (à ceci près, bien sûr), que nosotros apasionamos (passionnons) siempre las cosas: cuando se habla de la herida, se añade “narcisista” y se piensa enseguida que eso debe fastidiar (embêter) al sujeto, ¡que naturalmente es un idiota!
No viene a la idea que el interés de la herida es la cicatriz.
La lectura de la biblia podría estar ahí para recordarnos – con los juncos puestos al final del arroyo donde van a pastar los rebaños de Jacob:
- que los distintos trucos para imponer al cuerpo la marca no datan de ayer y son efectivamente radicales;
- que si uno no parte de la idea de que el síntoma histérico, bajo su forma más simple, el de la grieta (rhagade: ragadía, fisura) no tiene que ser considerado como un misterio, sino como el principio mismo de toda posibilidad significante, no hay que romperse la cabeza
- que el cuerpo está hecho para inscribir algo a que se llama la marca, eso evitaría a todos muchas preocupaciones y el machaque (ressassement) de muchas tonterías.
El cuerpo está hecho para ser marcado. La gente (on) lo ha hecho siempre. Y el primer comienzo del gesto de amor es siempre, un poquito, esbozar más o menos este gesto. ¡Eso es! (voilà!) Dicho esto, ¿cuál es el primer efecto, el efecto más radical de esta irrupción del 1 en la medida en que representa el acto sexual, al nivel del cuerpo? Pues bien, es lo que hace a pesar de todo nuestra ventaja sobre un cierto número de especulaciones dialogadas sobre los nexos (rapports) del 1 con el múltiple (Staferla: cf. Diálogos de Platón: Parménides, Timeo). Nosotros, nosotros sabemos que eso no es tan dialéctico como parece (comme ça): cuando ese irrumpe (fait irruption) en el campo del otrA, es decir, a nivel del cuerpo: el cuerpo se cae a trozos.
El cuerpo troceado (morcelé): ahí está lo que nuestra experiencia nos demuestra existir en los orígenes subjetivos. El niño sueña con el despiece (rêve de dépeçage), rompe la bella unidad del imperio del cuerpo materno. Y lo que él siente como amenaza es ser dilacerado (déchiré · désiré) por ella. No basta descubrir estas cosas y explicarlas por una pequeña mecánica, un pequeño juego de balón (Staferla: Fort-Da): la agresión se refleja, se reflexiona, regresa, vuelve a irse (se reflète, se réfléchit, revient, repart)! ¿Qué es lo que ha empezado? Antes de eso, podría ser muy útil poner en suspensión la función de ese cuerpo troceado (sa fonction à ce corps morcelé), es decir, el único sesgo por el que (par où) él nos ha interesado realmente, a saber, su relación con (sa relation à) lo que puede ser la verdad, en la medida en que ella misma está suspensa de (suspendue à) la ἀλήθηια y de la Verborgenheit, del carácter escondido (recelé) del acto sexual.
A partir de entonces, evidentemente, la noción del Ἔρως bajo la firma de la que recientemente me he burlado – de ser la fuerza que uniría con una atracción irresistible todas las células y los órganos que ajunta (rassemble) nuestra bolsa de piel: concepción como mínimo mística (conception pour le moins mystique), pues ellos no ofrecen (font) la menor resistencia a que se les extraiga y lo demás poco menos que eso (le reste ne s’en porte pas plus mal) – es evidentemente una fantasía compensatoria de los terrores ligados a ese fantasma órfico que les acabo de describir. Por lo demás, esto no es en absoluto explicativo. Porque no basta que el terror exista para que sea la explicación para cualquier cosa (pour qu’elle explique quoi que ce soit). Es más bien él [el terror] el que haría falta explicar para poder orientarse mejor en la vía de lo que llamo “sistema consistente” lógicamente, pues en efecto, hace falta que lleguemos ahora a este punto (ceci): ¿por qué hay ese otrA – con un (A)más? ¿Qué es la posición de ese extraño doble que toma – nótenlo – lo sencillo (le simple: lo no-doble, lo ante-doble), cuando se trata de explicar ese curioso Uno que se anuda (qui, lui, se noue) en la bestia con dos espaldas (la bête à deux dos), dicho de otra manera en el estrechamiento (étreinte) de dos cuerpos.
Pues es de eso que se trata, no es de ese jodido uno (drôle d’1: menudo uno) que ella es, el otrA (qu’il est, lui, l’Autre). Aún más jodido, no hay entre ellos – quiero decir: ese campo del Uno, ese campo del otrA – ningún enlace (lien), sino todo lo contrario. Es incluso por eso que el otrA es también el inconsciente, es decir, el síntoma si su sentido, privado de su verdad, pero en contrapartida cargado cada vez más (toujours plus) de lo que él contiene de saber (ce qu’il contient de savoir · de s’avoir: lo que él contiene por tenerse).
Lo que recorta el Uno del otrA, es muy precisamente eso que constituye el sujeto.
No hay sujeto de la verdad, sino del acto en general, del acto que, quizás, no puede existir en cuanto acto sexual. Esto es muy precisamente cartesiano: el sujeto no sabe nada de él (lui), sino que duda. La duda… la duda, como dice el celoso que acaba de ver por el agujero de una cerradura un trasero (arrière-train) en posición frontal con unas piernas que él conoce bien. Justamente si no es dios y su alma el fundamento del sujeto de Descartes, su incompatibilidad con la extensión (étendue) no es razón suficiente para identificar con la extensión el cuerpo, pero su exclusión de sujeto es sin embargo fundada por ello (par contre, par là fondée) al tomarlo a través del sesgo (par le biais) que les presento.
La cuestión de su íntima unión con el cuerpo – hablo del sujeto, no del alma – no es una. Basta reflexionar sobre esto: que no hay… atención eh, los que no están acostumbrados (Staferla: risas)… en cuanto al significante, es decir a la estructura, ningún otro soporte – de una superficie por ejemplo – que [no sea] el agujero que ella constituye por su borde – no hay sino eso que la define. Eleven las cosas un grado, tomen las cosas al nivel del volumen: no hay otro soporte del cuerpo sino la línea de contraste (le tranchant: el corte, el dibujo) que preside a su recorte (découpage). Son (ce sont là des) verdades topológicas, sobre las que no contrastaré (trancherai) aquí si son con nexo o no (si elles ont rapport ou non) con el acto sexual. Pero toda elaboración posible de lo que uno llama “un álgebra de bordes” exige esto que nos da la imagen de lo que es el sujeto en este cruce (joint: juntura, articulación), entre lo que hemos definido como el Uno y el otrA:
el sujeto está siempre un grado estructural por debajo de lo que hace su cuerpo.
Es lo que explica también que de ninguna manera su pasividad, a saber, lo que hace aquello por qué depende de una marca del cuerpo, no podría (saurait) ser de ninguna manera compensada [su pasividad] por ninguna actividad, [aunque] ella fuera su afirmación en acto. Entonces, ¿de qué el otrA es el otrA? Me preocupa (je suis bien chagrin): el tiempo, una cierta desmesura, puede ser también un cierto uso, paradójico, del corte – pero en ese caso tómenlo por intencional – hará que yo les deje aquí, hoy, con el final de la hora [del seminario] (le terme de l’heure · le terme de leurre: el término de engaño). El otrA no es el otrA sino por esto: que es el primer tiempo de mis tres líneas – a saber: este (a)menudo.
Fue de ahí que yo partí desde nuestros últimos encuentros (entretiens: discursos) para decirles que su naturaleza es la de lo inconmensurable, o más bien que es [a partir] de su inconmensurable que se plantea (surgit) cualquier pregunta sobre la medida (toute question de mesure: toda cuestión de mesura).
Es a partir de (sur) ese (a)menudo, objeto o no, que nosotros retomaremos nuestro encuentro del próximo día.