El inconsciente capital (III)

"Impresora 3D crea copia de feto vivo" (Mashable)

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Otra cara de la lógica de reproducción es la investigación al servicio del retorno. Esto en un doble sentido, por lo menos: retorno es una manera de traducir el inglés “revenue”, que también quiere decir beneficio, ganancia; y evoca al síntoma como retorno de lo reprimido. Ahora bien, el verdadero saber no es el que aparece como verdad única, supuestamente objetiva, desafiando a la realidad de las distintas perspectivas. El verdadero saber se reconoce por producirse como efecto del deseo, no como síntoma. Más bien el síntoma es un desconocimiento que vela por la continuidad de la represión. Bajo todo síntoma hay un saber prohibido por el Yo.

Así, el discurso académico y científico acerca del saber, discurso que rige los criterios de la investigación, es un discurso informado por aquello que condiciona su continuidad, es decir, que crea las condiciones para ella y las limita – a saber: el capital. Pero como el capital es por definición cumulativo, el único conocimiento que se considera de valor es aquél que produce más dinero. Los estudiantes que tienen que someterse al yugo de los préstamos para poder seguir con sus carreras saben por experiencia que la forma preferente del dinero es, para quienes lo tienen, la deuda de los demás. Un estudiante deudor avanza en el conocimiento llevando a sus espaldas el peso de la privación y del desconocimiento. Así uno podrá llegar más lejos, avanzar más, pagando para ello el precio de desconocerse, de ignorar al sujeto del inconsciente, de pasar por alto todo lo que es fallo, cuestión, misterio, mortalidad – las sobras.

Todo eso, y la muerte en particular, acentuará una diferencia fundamental entre el cuerpo por antonomasia – el que da cuerpo al lenguaje y que a su vez habla – y los cuerpos silenciantes, que no hablan – luego no son verdaderamente cuerpos – y que solo existen como realización insatisfactoria de una fantasía técnica.

El lenguaje materializa el saber del inconsciente, que es inseparable de su extensión, el cuerpo. La técnica incorpora a su manera un saber en una materialidad radicalmente externa al cuerpo (aunque localmente se introduzca, como un implante). Sin embargo la técnica, al no poder incorporar la mortalidad en sus objetos más que como obsolescencia o disfunción definitiva, no puede siquiera verdaderamente dar cuerpo al lenguaje, sino tan solo prestarle unas extensiones carentes de inconsciente. Esa desprovisión, que señala al cuerpo hablante y lo distingue como el único que sí es capaz de producir síntoma, muestra además que la técnica no es intrínsecamente dinámica: ella puede avanzar por automatismo pero no por autonomía, ya que no la posee. Sus objetos, sin un lenguaje que los haga concebibles y operables, son coporalmente inexistentes.

Solo el inconsciente puede nombrar, y se ve que prefiere asignar por fallo. Es decir: precisamente lo que se desprecia en los objetos de la técnica – que fallen – parece ser, según se observa muy repetidamente en el análisis, el modo preferido por el inconsciente para exhibir sus formaciones.

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