Partes de objetos

Diana Slip

Diana Slip

Una distinción entre fetichismo normal y anormal propuesta por Krafft Ebbing en su artículo “Psychopathia Sexualis” tuvo notable publicidad en un número del 1911 de la revista Photo Bits, que luego se fusionó en 1926 con la más conocida London Life.

Estas revistas competían entonces por un público supuestamente masculino que buscaba contenido que hoy se consideraría fetichista: imágenes, artículos, anuncios. London Life fue la primera parcialmente dedicada al fetichismo, con representaciones de mujeres en posiciones dominantes y seductoras, en cuyo número de abril de 1940 apareció de nuevo esa referencia a Krafft-Ebing:

Ahora bien, Krafft-Ebing considera – y acertadamente, desde mi punto de vista – que el fetichismo se vuelve verdaderamente anormal a partir del momento en que el fetiche es algo que no es parte del resto del cuerpo (remaining body) en sí. Entonces el fetichismo de zapatos, por ejemplo, debería considerarse verdaderamente “anormal”; el fetichismo del cabello es “normal” todavía; hallándose el fetichismo de amputación (amputee fetishism) exactamente en el límite entre “normal” y “anormal” porque tiene que ver con alguna parte del cuerpo femenino, pero con alguna parte que normalmente no existe. Esta distinción parece correcta pues el amante más normal (the most normal lover) se siente atraído por una o más partes del cuerpo femenino, pero no por cosas muertas como ropa, zapatos, etc.

Fuente: http://www.overground.be/londonLife/1940/19400427c.html

Esta distinción, que identifica la mirada deseante con la masculina, excluyendo a la mujer como sujeto de deseo, puede entenderse como machista y potencialmente patologizante, aún situándola en su fecha de publicación – 1886 –; pero resulta interesante observar que, al vincular una interpretación estadística de la normalidad a un fetichismo en el que el objeto elegido es una parte del cuerpo (concretamente, el femenino), no hace más que salvaguardar el estatuto de objeto que tiene eso que se desea. Con ello, contradice su propia hipótesis, ya que defiende la anormalidad del fetichismo orientado hacia un tipo de objeto “que no es parte del cuerpo”, “cosas muertas”, a la vez que trata como objeto la parte del cuerpo vivo que desea.

Por otra parte, intuye en el objeto de deseo una dimensión de resto, como se desprende de que el fetiche anormal sea “algo que no es parte del cuerpo restante”; es decir: el fetiche normal sería algo que es parte del cuerpo restante, con lo que se considera al otro dividido entre una parte deseada (el fetiche, que puede ser el cabello, por ejemplo), y un resto. Invertidos los términos, el fetichismo sería la fijación de la pulsión sexual en un resto del cuerpo que aún es parte de él, y la búsqueda de satisfacción sexual estaría muy ligada a un coleccionar de restos, obedeciendo a esa regla de división.

En consecuencia, el fetichismo hace que el otro aparezca siempre como objeto, y además como objeto dividido entre una parte aprovechable y otra menospreciable en cuanto al aporte libidinal. Lo sorprendente, quizás, en el artículo de Kraft-Ebbing no es que considere anormal la elección de objetos inanimados o, más concretamente, que no son parte del cuerpo (que se trate específicamente del cuerpo femenino es un efecto de su mirada y de su propia elección de objeto); lo que sorprende es, por un lado, que considere ya el fetichismo como una elección de objeto normal o relativamente normal, y que el hecho de apoyar esa hipótesis de normalidad en el contraste con la elección de objetos no pertenecientes al cuerpo solo indica una resistencia en llevar su noción de objeto hasta las últimas consecuencias.

Efectivamente, el fetichismo es tan normal si está orientado a una parte del cuerpo como si está orientado a una parte fuera del cuerpo; ambos objetos son parciales y ambos están investidos libidinalmente por una perspectiva encarnada, una mirada situada en un cuerpo. En ese sentido, es muy significativo que los ejemplos de “cosas muertas” sean objetos colindantes con el cuerpo, que lo cubren o descubren, y por eso contiguos, también, a nivel imaginario. Así como es significativo que el ejemplo-límite entre normal y anormal sea el fetichismo de amputación entendido como elección de cuerpos con miembros amputados (también llamada acrotomofilia). Una visión menos influenciada por cierto eugenismo permitiría ver en la amputación no el límite entre un fetichismo normal y otro anormal sino entre una clínica fetichista en cuanto a su objeto científico y otra que lo considerara desde la subjetividad.

Tratándose el objeto de la ciencia de una hablante, como era el caso de las consideradas “histéricas” internadas en el hospital de la Salpêtrière, escuchar al objeto venciendo así una primera resistencia objetiva fue un importante paso de ciencia dado por Freud. Otro, dado por Lacan en esta dirección, es el que identifica la función – orientable, negativizable – del falo imaginario. Gracias a esa función le fue posible a Krafft-Ebing, aún sin conceptualizarla, captar la parcialidad de ciertas fijaciones libidinales – respecto del cuerpo femenino tomado como totalidad – pero no pudo darse cuenta de que una pulsión centralizada en los genitales o incluso una sexualidad únicamente orientada a la función reproductiva no son menos fetichistas, al reducir a ello toda la superficie restante del cuerpo.

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