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Puede que una crítica del dominio del falo, incluso desde una posición feminista, pase por penetrar el pene, terminación fálica típica del cuerpo identitario por excelencia, el del macho. Trato aquí de sondar esa falicidad y de interpenetrarla.

Empiezo por un brevísimo e incompleto inventario de lo que se apone al cuerpo, lo que depone y se le hace deponer, que no es sin relación con lo que le pone. Además de las ortótesis, añadiduras al cuerpo (gafas y lentillas, brackets, unos pechos, un pene, etc.), las prótesis, que substituyen partes del cuerpo (dientes, tejidos u órganos donados o artificiales…), o de las mutilaciones, que las quitan (desde la depilación, la tonsura o el corte de uñas hasta la amputación y la castración), se puede hablar de objetos y de prácticas que problematizan las aparentes dicotomías entre poner y quitar, entre lo que es propio (¿de qué? ¿de quién?) y lo que no lo es. Así pues, el piercing (del inglés to pierce: perforar, atravesar, penetrar), que puede ser la introducción de un simple pendiente, es una técnica que trata de pasar un objeto agujereando el cuerpo desde cierto punto, engancharlo al cuerpo y de cierto modo introducirlo en él mediante esa perforación que simultáneamente crea (un orificio) y destruye (un poco de tejido y de carne). El piercing supone un atravesamiento localizado, efímero pero con efecto que puede ser menos duradero, si el orificio queda desocupado y se cierra a causa de la resiliencia y regeneración del cuerpo, o más duradero y hasta extensible, gracias a la dilatación del orificio (algo que muchos no hesitarían en considerar una forma de mutilación, a diferencia de la perforación del lóbulo de una oreja, por motivo de los discursos que regulan las convenciones estéticas). El tattoo o tatuaje, una técnica de población glífica por intrusión entre la epiderme y la derme, añade al cuerpo una escritura cromática al introducir pigmentos que interrumpen la contiguïdad absoluta entre esas camadas cutáneas, ya que se inscribe entre ellas.

Pero hay prácticas (que llevan asociados objetos) a las que no suele concederse atención en este tipo de debate o planteamiento, a veces por su carácter efímero, como sean colocarse tampones de oídos o un contraceptivo, introducir un tampón o aplicarse maquillaje (siendo que la retórica subyacente a éste no sería demasiado desemejante de la sobrescritura por tatuaje, aunque mucho más fugaz). Más alejadas aún de este planteamiento son las prácticas en el ámbito genital, consecuentemente remitidas casi siempre a la esfera de lo privado, un espacio cuyos límites se definen y regulan también socialmente en términos de un discurso protocolar y cuyo aprendizaje se hereda mediante educación. Ahí donde esta sublime forma de represión ejerce sus poderes, se callan los razonamientos para guardar bien el desconocimiento de esas prácticas, o bien para sostener su rechazo (normalmente por motivos morales o estéticos), o también para sostener su atractivo, para no comprometer su morbo. La introducción de objetos en los orificios anogenitales comunes, es decir, sin contar con perforaciones o mutilaciones por motivos de cultura religiosa, suele estar asociada al placer – a su búsqueda, a su demanda. También aquí podrían referirse los piercings en la región que envuelve o circunda esos orificios, pero una vez que ya me he referido a éllos como objetos que suponen la creación de nuevos orificios, quisiera centrarme en los objetos que de forma más directa se asocian a prácticas gobernadas por el principio de placer y orientadas de forma muy concreta hacia la autosatisfacción, como las ortótesis con formas fálicas. Se puede objetar relativamente al color semántico que adquiere aquí ortótesis ya que el radical orto denota corrección (lo que es muy cierto en jerga argentina, donde el orto es particularmente co-recto). Pero son ortótesis sensu stricto los estimuladores de puntos con los que más dificilmente establecería contacto un pene (los llamados puntos g: supuestamente a medio camino entre el hueso púbico y el cuello uterino; o en el perineo y la próstata). Esos objetos, llamados muchas veces por su función estimuladora, son ideados y fabricados específicamente para promover y forjar ese contacto. Y como caso peculiar de desestabilización de las dicotomías de espacialidad, como fuera-dentro, o de reversibilidad (posibilidad de volver: a propiedad, a estado, a situación), como da-quita o quita-pon, se encuentra el sounding. A los objetos de penetración uretral se les llama en castellano sondas por influencia del inglés sound, que en su sentido más cercano al que viene a adquirir en el léxico de las prácticas genitales significa literalmente “estrecho” (como substantivo), lo que, por metonimia -es decir, por contigüidad- deriva hacia la significación del acto auto o aloproducido de interrumpir la contigüidad entre las paredes uretrales mediante la introducción (desde el meato) de un objeto que toma el nombre del acto mismo por el que se introduce en la vía uretral, la sonda. El sounding, que podría traducirse por sondeo, penetración uretral o menos exactamente autopenetración, es así una práctica de descontigüación como lo son el tatuaje o el piercing: introducciones que interrumpen la contigüidad del cuerpo o que re-presentan su contigüidad como faltante (o que tratan de “combatir una estrechez”, según la penetrante definición médica de “sondar” que ofrece el diccionario de la Real Academia Española).

El hecho de que el sounding esté asociado a veces a prácticas consideradas o no de mutilación (distensión, agujereado, corte) puede inducir a una asimilación, en un nivel subliminal de significación, a la idea de eliminar. Pero como ya se ha visto que el nombre del sounding viene por una metonimia (estrecho-introducir algo en ese estrecho) de una metáfora (la uretra identificada con un estrecho), y para sondear su definición y estatuto, revisaré la etimología de algunos nombres más comunes de prácticas ampliamente reconocidas como siendo de mutilación. Castración es el substantivo derivado de castrum, nombre latino para un cuchillo o una navaja; castrar es podar, cortar con un cuchillo (lat. carere: cortar, separar de); también la circuncisión es un corte, pero un corte alrededor, un recorte. La escisión es un también un corte a partir de algo a que se le quita una parte; quizás provenga de accensum adsensum: censo o tasa. Esta promiscuidad con el léxico del intercambio, concretamente el pecuniario, es más evidente en el término ablación, que presenta un sentido equívoco debido a la ambigüedad del verbo latino del que deriva (ferre), que tanto significa llevar como traer. Del supino ablatum se extrae precisamente la forma nominal ablatio, ablación, pero el infinito del verbo es abferre, auferir, ganar. Es como si se quisiera decir que una o uno aufere en la medida en que se le quita, o que gana en tanto perde.

En todo caso, no parece significativa la asociación entre sounding y mutilación, ya que no supone un corte. Ahora bien, podría darse algo de un supuesto intercambio. En el caso de la autopenetración uretral, la práctica comparte con la masturbación el objetivo de hacer coincidir el cuerpo deseante con el cuerpo satisfaciente, forjando una escena de autodonación imaginaria (¿qué se da a sí mismo quien se da a sí mismo?). Dicha coincidencia no se da de facto cuando se recurre a un medio, la sonda o cualquier objeto homoforme u homofuncional, que en la práctica es una ortótesis que al ser introducida en la uretra, normalmente con el auxilio de la mano, permite una penetración con estimulación de terminaciones nerviosas además de una resistencia que puede condicionar la intensidad de la contracción uretral. Tal como en otras prácticas de búsqueda de autosatisfacción, como la introducción de un dedo en la boca (con o sin posterior succión del mismo), o la introducción de uno o más dedos o de toda la mano en la vagina o en el ano (self-fingering o self-fisting), con el sounding se intenta lograr no solamente la coincidencia entre deseante y satisfaciente sino además entre cuerpo penetrante y cuerpo penetrado, si bien en este caso se emplea en principio un medio que interrumpe la aparente contigüidad del cuerpo. La succión del propio dedo, la introducción de la lengua en una narina, la de un dedo en el oído, la autofelación o la autopenetración serían, por contraste, formas de lograr experiencias de continuidad del cuerpo y quizá más comúnmente de intentar una autocracia del goce (como posibilidad de sortear la dependencia relativamente a otro).

En resumen, el sounding consiste en una discontigüación del meato y las paredes uretrales mediante la penetración uretral con introducción de un objeto, en general filiforme-faloforme. La discontigüidad que se produce recuerda la que se da también en las penetraciones vaginales (descontigüación de los labios vaginales) o anales (del esfíncter anal y las paredes rectales), o en ciertas formas de beso (de los labios); sin embargo no se verifica descontigüación en la penetración superficial de los canales auditivo o nasal. Podría ser que la penetración uretral, no solamente en el caso de cuerpos que tienen pene sino también en otros, y en tanto es deseada o realizada, actuase como resorte de una formación de compromiso entre un deseo de pene-tración (activa-pasiva) y otro de castración (auto-alo), conformándose como práctica-puente hacia un reconocimiento de la intersexualidad no como rasgo estructurante de identidades en souffrance sino como propiedad estructural de la diferencia sexual, pseudoidentificada consigo misma por vía de la no identificación, de la posibilidad de contradicción y de la donación del tercero: tertium datur.

5 pensamientos en “La falicidad. Introducción al sounding

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  4. Es absolutamente falso que el llamado punto G no sea estimulado por el pene; en la inmensa mayoría de las Relaciones Sexuales varón-mujer, lo es; otra cosa distinta es que la mujer perciba, reconozca ese estímulo; se requieren ”ciertos desplegamientos” en la fisiología y en la sensibilidad de la mujer, y ciertas ”artes” en las manionras peneanas, maniobras que en casi todos los coitos se realizan.

    Hablo como ginecólogo.
    Luís Tarragona.

    • Al decir que los puntos estimulados por ciertas ortótesis lo son más dificilmente por un pene no he querido negar una posibilidad sino subrayar una dificultad. En todo caso, gracias por tu lectura y por el comentario.

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