Coprólogo

Autor de “Teoría Queer y Psicoanálisis”, Javier Sáez ha publicado recientemente con Sejo Carrascosa Por el culo. Políticas anales, en Egales, el mismo sello de El género desordenado de Gerard Coll-Planas, sociólogo dedicado al estudio de los movimientos queer y de políticas del género.

Si podéis, visitad la web Hartza donde encontraréis abundante materia para pensar, escrita entre otros por el mismo Saez, Jorge Alemán y otrxs.

El 18 de junio a las 19h tendrá lugar en la Librería Antinous de Barcelona la presentación del libro organizada por el col·lectiu gai de Barcelona.

Os dejo su coprólogo. ¡Que aproveche!

Coprólogo

Toda declaración de principios, todo establecimiento de una norma, una identidad, un orden ético universal, prepara las condiciones del exterminio. Crea un espacio, con un interior y un exterior; de manera que el que queda fuera de este espacio será, tarde o temprano, objeto de la exclusión, la agresión y o la muerte.

Por tanto, nada de declaraciones solemnes ni listas de principios ideológicos en esta página. Las páginas personales web se convierten, una vez más, en servidores del narcisismo, donde uno se mira el ombligo y afianza más aún su identidad: nuevo triunfo del individuo, maravillosa piececita del sistema. Muerte de lo social.

Por tanto, hemos creado aquí un lugar de interferencias, en un doble sentido, el de provocar perturbaciones sobre un orden mediático e ideológico uniforme, y en el sentido de “inter-referencias”, es decir, de comunicación entre lugares y posiciones para intercambiar información y acción. El que no haya declaraciones no significa que no haya ideologías, tras la página social de Hartza hay opiniones, formas de ver el mundo, adherencias sociales o políticas variadas. El mero hecho de utilizar el lenguaje, o de seleccionar enlaces, supone un filtro ideológico. En todo caso, más que asentar creencias o sistemas, en las páginas se intenta proporcionar materiales de subversión, en el sentido etimológico de pasearse por los cimientos, conmover y cuestionar permanentemente lo establecido.

El deseo de transformar el mundo exige la necesidad de transformar los discursos y las estrategias conocidas. En nuestra opinión, la propia crítica social y política se resiste a cuestionar su propio discurso, plagado de tópicos que no pueden dar cuenta de los cambios, ni de las nuevas estrategias. Para promover un autocuestionamiento, aquí va este

PEQUEÑO MANUAL CRÍTICO PARA AGITAR AL AGITADOR:

- Revolución: concepto conservador basado en la geometría (cuerpos generados por revolución: cono, cilindro, etc). Se gira un rectángulo 360º sobre un lado y -por revolución-, volviendo al lugar inicial, se obtiene un cilindro. En el ámbito social, las revoluciones, cuando triunfan y se consolidan, instauran un nuevo orden social, donde se vuelve a reprimir a los que disienten con dicho orden. Además, la dichosa Razón revolucionaria se convierte fácilmente en un pretexto para la represión y la intolerancia.

- Izquierda: visto el panorama del siglo XX, la dialéctica maniquea de derecha e izquierda ha dejado de tener sentido; la izquierda se ha transformado en un excelente gestor del capitalismo por medio de los partidos socialistas, o en una máquina de Estado mezquina y cruel en el caso del comunismo. Siempre nos queda el recurso al idealismo: “no, pero es que hay una izquierda verdadera -por ahí, en el mundo de las ideas- que es buena y que ya llegará”. Mientras llega este mesías, será mejor librarse de ese discurso y empezar a hablar de “los de arriba” y “los de abajo”, o producir otras formas más sutiles e innovadoras para el análisis político.

- Proletariado (obreros): en la medida en que el capitalismo del siglo XX se basa en el consumo (no ya en la producción), y dado que el trabajador asalariado está metido hasta las orejas en la fascinación por dicho consumo, no hay que esperar grandes cosas de la clase trabajadora así en general. La experiencia nos muestra que en la actualidad lo que suele querer esa presunta clase es acercarse a la forma de vida de las clases acomodadas, sin cuestionarse que ese sistema produce una injusticia global. Por otra parte, dado que el sector servicios acapara la mayoría de los empleos, sería difícil definir qué es un proletario (un consultor de una empresa vende también su fuerza de trabajo, aunque sea más cara, por tanto sería proletariado, y así hasta el 90% de la población).

- Independencia: el drama de los movimientos independentistas es que se llevan consigo el virus cuando se independizan. Lo primero que hace un país al alcanzar su independencia es implantar una policía propia, unos tribunales, una moneda, una bandera, unas señas de identidad, en definitiva, un Estado más, con todo lo que eso implica. En todo caso, cada pueblo tiene derecho a disfrutar (y a padecer) su fantasía colectiva de identidad (autodeterminación), por eso desde aquí no apoyaremos la represión que aplican los estados existentes contra quienes se quieren independizar, pero tampoco la llamada a unas señas de identidad nacional y a la creación de estados.

- Ateísmo: ciertas corrientes socio-políticas consideran que con ser ateo y odiar a dios ya están resueltos todos sus problemas de posición en el mundo. En realidad el empeñarse en mostrarse agresivo con dios es bastante ingenuo, porque entonces está uno sometido a su lógica (tanto si se ama como si se odio algo, se cree en ello). En todo caso ser ateo no es un final, sino un principio. Además, si el sentimiento religioso simplemente es reemplazado por el culto al progreso y a la ciencia, no hemos hecho más que reemplazar a un dios por otro. El nuevo integrismo es la fe en la ciencia.

- Liberación sexual: bajo este término se esconden dos trampas simultáneas: la primera es adherirse a un dispositivo de sexualidad que nos emplaza a hablar de sexo, a definirnos, a confesarnos, a mostrarnos en todas partes: en la tele, en la prensa, en los coloquios radiofónicos. Si se responde a este emplazamiento no se libera nada, sino que se somete. La segunda trampa es asumir los espacios de identidad sexual, y su uso comercial e ideológico: mujer, heterosexual, gay, lesbiana… La riqueza y diversidad de las sexualidades, los cuerpos y los deseos se ve reducida a una nueva taxonomía, que a su vez compromete su supervivencia a intereses de mercado y de política: colectivos subvencionados, comercios específicos para cada grupo, aceptación de las normas tradicionales de la pareja heterosexual, transladadas a los nuevos grupos emergentes.

Después de este sano ejercicio de reírse de uno mismo, pasemos a ocuparnos de los que ni siquiera se plantean que hay que cambiar nada:

PEQUEÑO MANUAL PARA LOS QUE CREEN QUE VIVIMOS EN EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES:

- Democracia: esta palabra es un ejemplo excelente de hasta qué punto la propaganda puede vaciar de contenido un término político. Un sistema donde la población no tiene acceso a las decisiones sobre la producción y la distribución de las mercancías, donde no se puede acceder a toda la información de las actividades que realiza el gobierno, donde los partidos políticos que desean presentarse a elecciones necesitan financiarse contrayendo deudas millonarias con los bancos (que pasan factura), donde la población no puede crear sus medios de comunicación libremente, un sistema que consagra la propiedad privada y la relación salarial como pilares fundamentales e intocables, y donde las minorías no pueden hacer valer su voz (porque, por definición, nunca serán mayoría), no es un sistema democrático.

- Terrorismo: con esta palabra ocurre algo parecido a lo que ocurre con el término “democracia”. El terror no tiene padres naturales, pero sí adoptivos. Si lo adopta el Estado, pierde su nombre y se le bautiza con otros nuevos. Hay que aprender a usar el lenguaje correctamente: cuando Israel bombardea aldeas palestinas se llama “acción militar de defensa”; cuando Palestina pone una bomba en un asentamiento de colonos, se llama “terrorismo”. Cuando EEUU mina los puertos nicaragüenses y financia a una banda de mercenarios se llama “devolver la democracia a Nicaragua”. Cuando Felipe González organiza un escuadrón de la muerte que asesina a 28 personas, se llama “guerra sucia”, o también “lucha antiterrorista”; cuando un etarra pone una bomba se llama “terrorismo”. Como se ve, el sentido depende de quién y desde dónde se habla, con lo cual esta palabra -terrorismo- no significa nada, pero nos sirve para identificar el lugar que ocupa quien la utiliza.

- Ética: cuando oigo esta palabra me echo la mano a la cartera. Los intelectuales que viven de esta palabra no suelen enfrentar un problema fundamental: no es posibe una ética universal sin caer en la intolerancia hacia el otro (el que, casualmente, no comparte esa ética).

- Intelectuales: especie de parásitos que tienen el monopolio del saber y se dedica a decirle al pueblo lo que tiene que hacer, porque el pueblo es tonto e ignorante y no sabe lo que necesita. Los intelectuales, normalmente, adoptan un aire de progresismo de lo más verosímil, aunque en última instancia no cuestionan el sistema y el marco ideológico en el que viven. No obstante, son tremendamente útiles para que el sistema mantenga un semblante de pluralismo y libertad. Por otra parte, el estatuto de funcionarios de por vida de muchos de ellos (profesores universitarios), y el hecho de recibir numerosas prebendas y subvenciones por parte del Estado (vía ministerios y festejos culturales), garantizan su sumisión y docilidad.

- Cultura: consumo cultural, acto cultural. La cultura es una mercancía preparada para que la consuman pasivamente todo tipo de colectivos. También es el conjunto de actos festivos que usan los gobiernos para promocionarse (actos culturales). Se trata de que el pueblo abandone sus potencialidades creativas (escribir, tocar, componer, actuar, inventar, investigar) en favor del consumo de objetos prefabricados (libros, discos, cine, televisión). Si a algunas personas se les ocurre ser activos o creativos (montar radios libres, publicar revistas o libros, hacer teatro, etc), se les penaliza y se boicotean sus iniciativas, dado que eso no es cultura.

- Libertad de mercado: sistema según el cual las leyes de mercado dejadas a su propia dinámica natural, sin intervención estatal o control, garantizan la creación de riqueza y la felicidad de los pueblos. Esta política presenta una sorprendente paradoja: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, EE.UU, Japón y otras potencias liberales recomiendan vivamente a los países del Tercer Mundo que apliquen estos principìos de libertad de mercado, pero al mismo tiempo, curiosamente, estas potencias no los aplican, sino que son fuertemente intervencionistas en lo que a su política económica se refiere. Quizá eso explique por qué los países pobres son pobres y los ricos ricos. La libertad de mercado presenta otra sorprendente paradoja: los estados de los países ricos utilizan fondos públicos para financiar a empresas privadas, quedando los beneficios finales en manos de éstas últimas. El que este hecho desafíe a todas las leyes de la lógica (y de la termodinámica) no parece que inquiete a nadie.

http://www.hartza.com/anal.html

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Manifiesto a favor de una psicopatología clínica, que no estadística.

Stop DSM

Mediante el presente escrito, los profesionales e instituciones abajo firmantes, nos manifestamos a favor de criterios clínicos de diagnosis, y por lo tanto en contra de la imposición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales de la American Psychiatric Association como criterio único en la clínica de las sintomatologías psíquicas.

Queremos compartir, debatir y consensuar el conocimiento clínico -logía- sobre el pathos psíquico -padecimiento sintomático, que no enfermedad- a fin de cuestionar la existencia de una salud psíquica, estadística o normativa, así como la impostura clínica e intelectual del desorden, trastorno, enfermedad mental. También queremos denunciar la imposición del tratamiento único -terapias tipificadas para trastornos formateados- por el menosprecio que supone a las diferentes teorías y estrategias terapéuticas, y a la libertad de elección de los pacientes. En el momento actual, asistimos al devenir de una clínica cada vez menos dialogante, más indiferente a las manifestaciones del padecimiento psíquico, aferrada a los protocolos y a tratamientos exclusivamente paliativos para las consecuencias, y no para sus causas. Tal y como dice G. Berrios (2010) «Nos enfrentamos a una situación paradójica en la que se les pide a los clínicos que acepten un cambio radical en la forma de desarrollar su labor, (ej. abandonar los consejos de su propia experiencia y seguir los dictados de datos estadísticos impersonales) cuando en realidad, las bases actuales de la evidencia no son otras que lo que dicen los estadísticos, los teóricos, los gestores, las empresas (como el Instituto Cochrane) y los inversores capitalistas que son precisamente aquellos que dicen donde se pone el dinero». En consecuencia, manifestamos nuestra defensa de un modelo sanitario donde la palabra sea un valor a promover y donde cada paciente sea considerado en su particularidad. La defensa de la dimensión subjetiva implica una confianza en lo que cada uno pone en juego para tratar aquello que en él mismo se revela como insoportable, extraño a sí mismo, pero sin embargo familiar. Manifestamos nuestra repulsa a las políticas asistenciales que persiguen la seguridad en detrimento de las libertades y los derechos. A las políticas que, con el pretexto de las buenas intenciones y de la búsqueda del bien del paciente, lo reducen a un cálculo de su rendimiento, a un factor de riesgo o a un índice de vulnerabilidad que debe ser eliminado, poco menos que a la fuerza.

Para cualquier disciplina, la aproximación a la realidad de su campo se hace a través de una teoría. Este saber limitado no tendría que confundirse con “La Verdad”, pues supondría actuar como una ideología o religión, donde cualquier pensamiento, acontecimiento o incluso el lenguaje utilizado, está al servicio de forzar el re-ligare entre saber y verdad. Todo clínico con un cierto espíritu científico sabe que su teoría es lo que Aristóteles llamaría un Organon, es decir, una herramienta de acercamiento a una realidad siempre más plural y cambiante, y donde las categorías encontradas han de dejar espacio a la manifestación de esa diversidad, permitiendo así una ampliación tanto teórica como práctica. Esta concepción se opone a la idea de un canon, en el sentido de lo que necesariamente, obligatoriamente y prescriptivamente las cosas son y han de funcionar de determinada manera. Todos sabemos las consecuencias de esta posición que va de lo orientativo a lo normativo, prescriptivo para, finalmente, convertirse en coercitivo. Es ahí donde el saber se convierte en el ejercicio de un poder en tanto sancionador, en un sentido amplio, de lo que obedece o desobedece a ese canon. Ordenación de la subjetividad al Orden Social que reclaman los mercados. Todo para el paciente sin el paciente. Un saber sin sujeto ya es un poder sobre el sujeto. Autoritarismo científico, lo llama Javier Peteiro. Por todo esto queremos manifestar nuestra oposición a la existencia de un Código de Diagnostico Único Obligatorio y Universal.

Por otra parte, el modelo a-teórico del que hace gala el DSM, y que se ha querido confundir con objetividad, nos habla de su falla epistemológica. Baste recordar su indefinición sobre qué podemos entender como trastorno mental, así como por salud psíquica. Los contenidos de esta taxonomía psiquiátrica responden mucho más a pactos políticos que a observaciones clínicas, lo que da lugar a un problema epistemológico muy grave.

En cuanto al método clasificatorio del DSM, constatamos que se puede clasificar, amontonar o agrupar muchas cosas, pero eso no es establecer una entidad nosográfica en un campo determinado. La estadística empleada en el DSM tiene un punto de partida débil: la ambigüedad del objeto sobre el que se opera, es decir, el concepto de trastorno mental. La estadística se presenta como una técnica, un utensilio que puede ser puesto al servicio de múltiples causas y de todo tipo. Son las personas quienes manejan los ítems y valores de base de la curva estadística, pero también quienes deciden el deslizamiento, más o menos hacia los márgenes de lo que se va a cuantificar e interpretar posteriormente.

En este contexto de pobreza y confusión conceptual, la próxima publicación del DSM-V supone una clara amenaza: nadie quedará fuera de aquello que se detiene, de lo que enferma. No quedará espacio para la salud, en términos de cambio, de movilidad, de complejidad o de multiplicidad de las formas. Todos enfermos, todos trastornados. Cualquier manifestación de malestar será rápidamente transformada en síntoma de un trastorno que necesita ser medicalizado de por vida. Éste es el gran salto que se realiza sin red epistemologíca alguna: de la prevención a la predicción.

Umbrales diagnósticos más bajos para muchos desórdenes existentes o nuevos diagnósticos que podrían ser extremadamente comunes en la población general, de esto nos advierte Allen Frances, jefe de grupo de tareas del DSM IV, en su escrito Abriendo la caja de Pandora. Refiriéndose a los nuevos trastornos que incluirá el DSM-V, este autor cita algunos de los nuevos diagnósticos problemáticos: el síndrome de riesgo de psicosis, («es ciertamente la más preocupante de las sugencias. La tasa de falsos positivos sería alarmante del 70 al 75%»). El trastorno mixto de ansiedad depresiva. El trastorno cognitivo menor, («está definido por síntomas inespecíficos… el umbral ha sido dispuesto para incluir un enorme 13.5% de la población».) Trastorno de atracones. El trastorno disfuncional del carácter con disforia. El trastorno coercitivo parafílico. El trastorno de hipersexualidad, etc. Aumenta, por tanto, el número de trastornos y aumenta también el campo semántico de muchos de ellos, como el famoso TDAH, ya que se permite el diagnóstico basado sólo en la presencia de síntomas, no requiriendo discapacidad y, además, se reduce a la mitad el número de síntomas requeridos para adultos. El diagnóstico de TDAH también se contempla en presencia de autismo, lo cual implicaría la creación de dos falsas epidemias e impulsaría el uso aumentado de estimulantes en una población especialmente vulnerable.

Si juntamos este manejo estadístico con la heterogeneidad temática de los grupos de trabajo, que se multiplican y que van desde la identidad de género, pasando por la adaptación de los impulsos, hipersexualidad, cambios de humor etc., no podemos obviar que las clasificaciones internacionales pretenden una autonomía total respecto de cualquier marco teórico, y por ende, libre de cualquier tipo de control de rigor epistémico. Sin embargo, no creemos que las clasificaciones y tratamientos puedan ser neutrales respecto a las teorías etiológicas, como se pretende, y al mismo tiempo ser neutrales respecto de la ideología del Control Social, e intereses extra clínicos.

Paul Feyerabend, en El mito de la ciencia y su papel en la sociedad, nos dice: «Básicamente, apenas si hay diferencia alguna entre el proceso que conduce a la enunciación de una nueva ley científica y el proceso que precede a una nueva ley en la sociedad». Parece ser, sigue diciendo este autor en Adiós a la razón, que: «El mundo en que vivimos es demasiado complejo para ser comprendido por teorías que obedecen a principios (generales) epistemológicos. Y los científicos, los políticos -cualquiera que intente comprender y/o influir en el mundo-, teniendo en cuenta esta situación, violan reglas universales, abusan de los conceptos elaborados, distorsionan el conocimiento ya obtenido y desbaratan constantemente el intento de imponer una ciencia en el sentido de nuestros epistemólogos».

Finalmente, queremos llamar la atención del peligro que supone para la clínica de las sintomatologías psíquicas, que los nuevos clínicos estén formateados, deliberadamente, en la ignorancia de la psicopatología clásica, pues, ésta responde a la dialéctica entre teoría y clínica, entre saber y realidad. Psicopatología clínica que ya no se enseña en nuestras facultades ni en los programas de formación de los MIR y PIR. Y sin embargo, se les alecciona en el paradigma de la indicación…farmacológica: universalización prescriptiva para todos y para todo, y que en nada se diferencia de una máquina expendedora de etiquetas y reponedora de medicación. El resultado que denunciamos es un desconocimiento de los fundamentos de la psicopatología, un escotoma importante a la hora de explorar a los pacientes y, en consecuencia, una limitación más que considerable a la hora de diagnosticar.

En tanto que el conocimiento es la forma más ética que tenemos de acercarnos a nuestra plural realidad, no ha de ser un problema la coexistencia de diferentes saberes sobre la complejidad del ser humano.

Por todo ello proponemos llevar a cabo acciones con el objetivo de poner límite a todo este proceso incrementalista de las clasificaciones internacionales, y trabajar con criterios de clasificación que tengan una sólida base psicopatológica y, por tanto, que provengan exclusivamente de la clínica.

Barcelona, a 14 de Abril de 2011

http://stopdsm.blogspot.com

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AGRADECEREMOS LA MÁXIMA DIFUSIÓN DE ESTE PRIMER MANIFIESTO (al que seguirán otros de diferentes países). Los datos proporcionados serán tratados de forma confidencial (sólo se harían públicos en el caso de presentar las adhesiones a algún organismo oficial). Los grupos e instituciones que deseen sumarse a la campaña pueden enviar un correo a [email protected]