Postpostporno
La cuestión de la visibilidad es central para la comprensión de la pornografía, como además lo han señalado dos de las más dedicadas estudiosas: Richard Dyer (Now We See It) y Linda Williams (Hard Core: Power, Pleasure, and the ‘Frenzy’ of the Visible). La pornografía es la escritura de lo prostituido: efectivamente, πορνεία (porneia) quiere decir prostitución. Si la institución es lo que integra una pluralidad en una entidad y así desagrega a los entes de su singularidad (véase el caso del matrimonio), la prostitución es lo que promete restaurar algo de lo que no se ha integrado. La pornografía tiende a ser la escritura compulsiva de algo que estaba como desintegrado por un déficit de visibilidad. Al hacerlo visible, empero, mediante la lógica reproductiva y acumulativa que caracteriza al capitalismo, sigue sin poder integrar la singularidad que, por definición, no se reproduce.
Ese exceso de visión que se reconoce en el porno como repetición, y que hace una oferta incapaz de satisfacer plenamente la pulsión escópica, deja sin resolver el problema de la institución, que es la imposibilidad de representar al sujeto (de ahí el eslogan de la indignación: “no nos representan”). Entre los intentos de contornar el problema encontramos el porno de autor, ya sea amateur o profesional, que se confunde en parte con la pornografía gonzo o gonzo porn, género creado por John Stagliano en el que la persona detrás de la cámara (quién instituye la imagen) participa también delante (pro-) de ella.
En cuanto al postporno mismo, término propuesto por Annie Sprinkle en los 8o y teorizado posteriormente por Maria Llopis, entre otras, la cuestión de la visibilidad se plantea desde una estética de marginalidad. No hablaré de carácter alternativo, ya que lo que se denomina altporn o indie porn se limita a nombrar un subgénero donde intervienen personajes-tipo como punks, góticos y emos. La marginalidad del postporno aparece reivindicada sobre la base de una intención de mostrar la excepcionalidad del goce. Es decir: se trata de mostrar la diversidad de formas de goce sexual que quedan fuera de las representaciones pornográficas dominantes – y que pueden tener algo de peculiar o extraño, a veces por ser tan familiar.
En una aparente paradoja, la marginalidad del postporno parece sugerir una nueva idea de normalidad del cuerpo, no eugenésica y no ejemplar, al enseñar cuerpos que desafían la uniformización promovida por la moda, el body engineering y la cirugía plástica. La encarnación de esta resistencia perturba la ideología biopolítica y apoya un nuevo canon vacío, un prototipo hueco de cuerpo donde lo que se normaliza no son ya identidades atomizadas – tan al gusto de la segmentación del mercado – sino la diferencia sexual, mucho más difícil de atrapar por el sistema capitalista. Ya no asistimos en el postporno a unos tipos de cuerpo específicos sino que presenciamos cuerpos que rehuyen los patrones estéticos desarrollados e impuestos por las industrias de representación visual al destacar, en la mayoría de casos, por su no adhesión a aquellos patrones o cánones. Incluso en algunos casos se trata del cuerpo mutilado, exhibición de algo faltante. Esas imágenes doblemente explícitas dan cuenta, sin embargo, de que ni hay autodeterminación respecto al goce ni tampoco hay libertad de expresión. El goce depende de otro, y en ese sentido el postporno se encuentra aún rehén de la visibilidad: antes del porno, enseñar parecía necesario; después del porno, hacerlo parece obligatorio.
Lo que no se ha visto aún claramente es una consciencia en el postporno de que si la pornografía habitual, como el mercado, va asimilando lo minoritario y lo marginal – fundamentalmente para seguir controlando los imaginarios y comprar resistencias – el postporno puede producir aquello que se quiere que sea asimilado o también producir lo no asimilable. El capitalismo solo asimila lo que se le da.
Después del postporno, falta ver lo poco visto. El postporno / posporno pospone aún la visibilidad de lo obsceno para el poder. ¿Qué es aquello respecto de qué el poder reclama aún el derecho a no ver? No el espectáculo, que como señaló Guy Debord en su clásico La société du spectacle es un pilar indeclinable del “pan y circo”; no la espectacularidad sino la especularidad, el reflejo del dispositivo de poder en el lenguaje de los desposeídos. Un gobierno se hace con la ley y su escritura, por lo que no puede tolerar que los sin poder reproduzcan esa escritura y hagan progresivamente, o de golpe, caso omiso de las amenazas paternales que vienen de los autores y ejecutores de la ley. Pero eso es lo que está llegando: un pobre se suicida o se rebela. Pornografía o pornografía. Hay que verlo.
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Richard Dyer, Now you see it.
Linda Williams, Hard Core: Power, Pleasure and the ‘Frenzy’ of the Visible
Lynn Hunt, The Invention of Pornography, 1500-1800: Obscenity and the Origins of Modernity
Linda Williams, Screening Sex
Jacques Boyreau, Sexytime: The Post-porn Rise of Pornoisseurs
Annie Sprinkle: “Silver Wedding to the Rocks“
Lucía Egaña, Mi sexualidad es una creación artística http://www.lucysombra.org/archives/996
Maria Llopis
Pablo Pallas, http://prometheuschannel.blogspot.com.es/2010/09/hermeneutica-de-la-imagen-segun-lo.html