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Las cooperativas de trabajadores y campesinos en la Guerra Civil española
Este año [1996] es el 60º aniversario de la Guerra Civil Española, que comenzó en julio de 1936, cuando el General Franco dirigió un golpe de Estado fascista para remplazar el Gobierno republicano de ala izquierda.

No fue casual que esto ocurriera en un momento de intensa lucha de clases en España. Unas limitadas concesiones otorgadas en el frente de la lucha por el ala izquierda de la clase dominante – el Gobierno de Frente Popular elegido en febrero de 1936 – no lograron restaurar la estabilidad económica y social que el capitalismo reclamaba. Huelgas, manifestaciones y asesinatos políticos llevados a cabo por la clase obrera continuaron, como los pillajes de tierra e insurrecciones locales en las zonas rurales. El ala derecha de la clase dirigente reconoció que eran necesarias medidas coercitivas, y actuó en consecuencia.

Inicialmente, a lo largo de media España el golpe de la derecha fue paralizado por la resistencia armada de los campesinos y la clase trabajadora y sólo después de tres años de guerra civil quedó asegurada la victoria fascista. Pero en cierto sentido la revuelta fue un éxito inmediato: la clase obrera y los campesinos sacrificaron la lucha por sus propias necesidades y demandas y se unieron con partidarios liberales y radicales del capitalismo en una lucha para defender una forma de dominación capitalista – la democracia – contra otra – el fascismo. [N.T. Léase un resumen del contexto en el que se forman las cooperativas o colectividades agrarias.]

Sin embargo, este no es el aspecto de la Guerra Civil Española que queremos observar aquí. Antes nos queremos centrar en otra característica importante: la influencia de las ideas anarquistas durante la lucha en España.

El anarquismo y la “Revolución” española

En el momento de la Guerra Civil, una idea popular entre la clase obrera española y los campesinos fue que cada fábrica, área de tierra, etc., debe ser propiedad colectiva de sus trabajadores, y que estas cooperativas deben vincularse entre sí sobre una base federal – es decir, sin ninguna autoridad central superior.

Esta idea básica ha sido propagada por anarquistas en España durante más de 50 años. Cuando comenzó la Guerra Civil, campesinos y gentes de la clase obrera de las regiones que no habían caído de golpe bajo el control fascista aprovecharon la oportunidad para hacer del ideal anarquista una realidad.

Desde entonces los anarquistas han considerado la “Revolución” Española como el mayor logro en la historia del movimiento revolucionario – como lo más cerca que alguna vez y en algún lugar ha estado el capitalismo de ser completamente derrocado y sustituido por una forma de sociedad totalmente distinta.

Capitalismo “autogestionado”

La “revolución” en el campo ha sido vista, en general, como superior a la revolución en los pueblos y ciudades. El historiador anarquista y testigo presencial de las cooperativas Gaston Leval describe las cooperativas industriales como simplemente otra forma de capitalismo, administrado por los propios trabajadores:

“Los trabajadores de cada empresa se hicieron con la fábrica, las obras, o el taller, la maquinaria, materias primas, y se aprovecharon de la continuidad del sistema monetario y de las relaciones comerciales típicas del capitalismo, la producción organizada por su propia cuenta, vendiendo para su propio beneficio los productos de su trabajo.”

Añadiríamos que en muchos casos los trabajadores no se hicieron realmente con la producción; simplemente trabajaron bajo la dirección de “sus propios” burócratas de los sindicatos reteniendo a sus antiguos jefes como asesores.

Las consecuencias reaccionarias de la clase obrera tomando partido en la lucha entre la democracia y el fascismo, en lugar de seguir luchando por sus propias necesidades, fueron particularmente evidentes en la forma de operar de las cooperativas industriales. En aras del esfuerzo de la guerra, los trabajadores optaron a menudo por intensificar su propia explotación – normalmente con el aliento de sus líderes anarquistas.

En 1937, por ejemplo, el anarquista Ministro de Gobierno responsable por la economía en Cataluña, denunció que el “estado de tensión y sobreexcitación” producida por el estallido de la Guerra Civil había “reducido a niveles peligrosos la capacidad y la productividad del trabajo, aumentando tanto los costes de producción que si esto no se corrige rápida y enérgicamente nos encontraremos en un callejón sin salida. Por esta razón debemos reajustar las normas de trabajo establecidas y aumentar la duración de la jornada.”

Sin embargo, aunque algunos anarquistas están dispuestos a criticar a los “anarquistas del Gobierno” y las cooperativas industriales, todos los anarquistas son unánimes en que las cooperativas rurales lograron una socialización genuina o, como popularmente le llamaban, un comunismo libertario.

Organizar a las cooperativas rurales

Fue esto lo que de un modo general ocurrió en las aldeas de campesinos. Una vez sofocada localmente la rebelión fascista, los habitantes del pueblo se reunieron en un gran encuentro. Militantes anarquistas tomaron la iniciativa de proponer qué hacer. Todo el mundo fue invitado a agrupar sus tierras, ganado y herramientas en la cooperativa: “el concepto de “tuyo” “mío” no existirá más… Todo pertenece a todos.” Bienes pertenecientes a los terratenientes fascistas y a la iglesia también fueron expropiados para la utilización de cooperativas. Se eligió un Comité para supervisar el funcionamiento de la cooperativa. El trabajo fue parcelado entre grupos de 10 o 15 personas y coordinado por las reuniones de los delegados designados por cada grupo.

Acceso libre

Algunas cooperativas distribuyen sus productos sobre la base comunista del libre acceso – “a cada uno según sus necesidades.” Un residente de Magdalena de Pulpis explicó el sistema en su aldea:

“Todo el mundo trabaja y todo el mundo tiene derecho a lo que necesita de forma gratuita. Simplemente va a la tienda donde se entregan las provisiones y demás necesidades. Todo se distribuye libremente con sólo una notación de lo que tomó.”
Por primera vez en sus vidas, las personas podían ayudarse en todo lo que necesitaban. Y fue exactamente lo que hicieron. No se abusó del acceso libre por “codicia” o “gula”. Otro de los testigos oculares de cooperativas, Augustin Souchy, describe la situación en Muniesa:

“Se ha abierto la panadería. Cualquiera puede venir a por el pan que quiera. “¿No se abusa de esto?” “No,” responde el anciano que da el pan. “Todo el mundo coge lo que realmente necesita.” El vino también es distribuido de forma gratuita, no racionada. “¿Nadie se emborracha?” “Hasta ahora no ha habido un solo caso de embriaguez.”

(Esto fue también en parte un reflejo de un puritanismo anarquista que en otros lugares llevó a la prohibición del tabaco e incluso del café).

El sistema salarial

Sin embargo, la distribución de mercancías sobre una base comunista (es decir, de libre acceso) no era la norma. En la mayoría de las cooperativas, el nivel de consumo no estuvo determinado por las necesidades y deseos libremente elegidos por el pueblo, sino, al igual que con el capitalismo, por la cantidad de dinero que la gene tenía en sus bolsillos. Sólo productos disponibles de forma abundante podían ser libremente adquiridos. Todo lo demás tenía que ser comprado con los salarios pagados por la cooperativa a sus miembros.

El salario de la familia y la opresión de la mujer

El salario familiar – que oprime a las mujeres haciéndolas económicamente dependientes de la cabeza masculina de la familia – fue adoptado por casi todas las cooperativas. Cada cooperativista del sexo masculino recibía al día un tanto en salario para sí mismo, además de una cantidad menor para cada niño y su esposa. Para las mujeres, de hecho, la revolución española difícilmente podría haber sido menos revolucionaria.

No cuestionó la familia como unidad económica de la sociedad, ni la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres. “Son las once en punto de la mañana. Suenan las campanas. ¿Misa? Es para recordar a las mujeres la preparación de la comida.” Las mujeres también siguieron siendo consideradas como seres sociales inferiores, mal vistas, por ejemplo, si se unieran a los hombres en el café local para tomar una copa después del trabajo.

La proliferación del dinero

El salario familiar equitativo no se pagaba generalmente en moneda nacional, cuyo uso la mayoría de cooperativas descartaba a nivel interno. En su lugar las cooperativas sustituían a otros medios de intercambio, emitiendo su propia moneda local en forma de vales, tickets, folletos de racionamiento, certificados, cupones, etc. Lejos de ser abolido, como lo sería en una revolución comunista, el dinero proliferó durante la “Revolución” española ¡como nunca antes!

Pero la creación de literalmente cientos de monedas locales diferentes pronto causó problemas. Algunas cooperativas eran autosuficientes, pero el comercio entre ellos se vio obstaculizado por la falta de una moneda universalmente aceptable. En 1937 la federación aragonesa de las cooperativas de campesinos [N.T. véase Federación Nacional de los Trabajadores de la Tierra] tuvo que reintroducir una moneda estándar en forma de un folleto de racionamiento uniforme para todas las cooperativas aragonesas. También creó su propio Banco – dirigido por el sindicato de trabajadores del banco, ¡por supuesto!

El intercambio de mercancías

No todas las transacciones entre cooperativas fueron efectuadas con dinero. Se establecieron almacenes centrales donde las cooperativas intercambiaban sus excedentes por las mercancías que les hacían falta. Bajo este sistema, el dinero vivo estaba frecuentemente ausente. Sin embargo, las proporciones relativas en qué se daba el trueque de objetos estuvieron todavía determinadas por los valores monetarios. Por ejemplo, se determinaba cuántos sacos de harina una cooperativa podría obtener a cambio de una tonelada de patatas calculando el valor de ambas en términos monetarios. Al igual que bajo el capitalismo, los precios estaban “basados en el coste de las materias primas, el trabajo que suponía, gastos generales y recursos de los cooperativistas”.

No se trataba de un sistema comunista de producción para el uso y la distribución según las necesidades, sino de un sistema capitalista de empresas comerciales rivales comercializando sus productos de acuerdo a su valor de cambio. No importaba cuán desesperadamente los necesitaran, las cooperativas no podían obtener las mercancías que querían hasta que hubiesen producido lo suficiente para ejecutar el intercambio, ya que no se les permitía retirar bienes cuyo valor acumulado fuera superior al de aquellos que habían depositado. Con frecuencia, esto dio origen a grandes dificultades entre las cooperativas menos prósperas.

Competencia de mercado

Así como en el comercio entre ellos, las cooperativas también tuvieron que encontrar mercados para sus productos donde competir con empresas no colectivizadas. Una consecuencia común de este sistema ha sido siempre que las mercancías que no pueden ser vendidas de forma rentable terminan siendo almacenadas o destruidas, mientras que en otros lugares la gente tiene que prescindir de esos bienes porque no tienen los medios para comprarlos. Las consecuencias del modo de operación capitalista de las cooperativas españolas se moldaban sobre este patrón; por ejemplo:

“Los almacenes propiedad del SICEP (Sindicato de la industria del calzado en Elda y Petrel) en Elda, Valencia y Barcelona, así como los almacenes de la fábrica, estaban llenos de bienes no vendidos, valorados en unos 10 millones de pesetas.”
Tales espectáculos serían erradicados para siempre en una sociedad comunista, donde los bienes no se producirían para ser vendidos y sacar beneficios a través del mercado, sino para satisfacer directamente las necesidades de los pueblos.

El fin de las cooperativas

Las cooperativas españolas fueron finalmente destruidas por la lucha entre los antifascistas y por la victoria fascista en sí. Sólo se puede especular acerca de cómo podrían haberse desarrollado si hubieran sobrevivido a la Guerra Civil. Nuestra hipótesis es que su naturaleza fundamentalmente capitalista se hubiera hecho aún más evidente.

En el mercado de la economía capitalista, la competencia obliga a cada empresa a intentar producir sus bienes lo más barato posible a fin de hundir a sus rivales. Las cooperativas españolas, comerciando entre sí y compitiendo contra las empresas no colectivizadas, habrían inevitablemente estado sujetas a las mismas presiones.
Una de las maneras como las empresas capitalistas tratan de reducir costes es aumentar la explotación de la mano de obra, por ejemplo, recortando salarios, aumentando la intensidad de trabajo o alargando el horario laboral.

Cuando esto ocurre en las empresas cuyo propietario y director es un jefe individual o el Estado, los trabajadores puedan identificar a su enemigo y luchar contra su explotación. Esto es mucho menos susceptible de ocurrir cuando toda la mano de obra es copropietaria y gerente de la empresa, como fue el caso de las cooperativas españolas. La fuerza de trabajo tiene gran interés en la rentabilidad del capital que posee colectivamente; identifica y organiza voluntariamente su propia explotación. De hecho, tiene que seguir en el negocio.

El fin del anarquismo

Muchos anarquistas actuales todavía representan el tipo de capitalismo autogestionado establecido por los colectivos agrícolas e industriales durante la Guerra Civil española. Debido a esto, nos oponemos a ellos tan decididamente como nos oponemos a los partidarios de cualquier otra ideología pro-capitalista.
Desde el punto de vista de las necesidades de los pueblos de clase trabajadora, el capitalismo autogestionado es un callejón sin salida, tan reaccionario como el capitalismo privado o de Estado. La sociedad comunista por la que estamos luchando sólo puede establecerse por la completa destrucción de TODA propiedad, dinero, salarios y mercados – sea en la forma que sea.

La información y citas en este artículo provienen de The Anarchist Collectives por Sam Dolgoff, Collectives In The Spanish Revolution por Gaston Leval, The Spanish Revolution por Stanley Payne y With The Peasants Of Aragon por Augustin Souchy.

Fuente: Subversion

[+] Self-management and the Spanish Revolution

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Un pensamiento en ““Capitalismo autogestionado”

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